jueves, 21 de julio de 2011

Capítulo 3

Elena sintió al fin que todo iba sobre ruedas, que ya no iba a estar sola durante el resto del verano, del que apenas quedaba un mes y fue entonces cuando un escalofrío le recorrió de arriba a abajo.
La clase, los compañeros, los profesores, y la alumna nueva y por si fuera poco, toda la retahíla de preguntas que tendría que contestar una y otra vez. Elena estuvo pensando varios minutos en aquello, dándole vueltas en la cabeza sobre cuál sería la reacción de sus compañeros. ¿Qué era peor, las preguntas o que la ignoraran? Estaba claro, aunque mejor dejar ese tema para otro día. "¡Deja de agobiarte!" Hacia sus adentros, fue lo que pensó y al segundo, un sonito intermitente y algo molesto.
       -¿Bajas? Díme que sí...
       -¡Por supuesto!
       -¡Bien! No tardes.
Elena se puso el bikini de rayas de colores. Cómo le gustaba ese estampado: líneas rectas, perfectas en cad dentímetro, serias y solitarias sin que ninguna comparta camino con otra.
En casi tiempo récord salió del portal, esta vez, su hermana se quedó en casa tocando el violín.
Desde abajo se apreciaba un poco la melodia que producía el frotar del arco con las cuerdas, Elena ya conocía esa obra, aunque Júlia debía perfeccionarla.

       -Ha venido una niña. Se llama Ana y la semana que viene vendrá otra.
       -¿Cómo se llama?
       -Marina, bueno, Marinita.
       -¿Marinita? ¿Por qué?- Bea soltó una pequeña carcajada y enseguida le contó por qué.
       -Ya la verás, es la mitad de tí. Es pequeñísima, eso sí, tiene muy mala leche y a parte de eso, va de pija.
"Vaya por Dios..." Elena empezó a imaginar a esa chica y pensó algunas buenas frases que le soltaría en caso de que le hablara mal.

       -Mira ahí está Anuski, en seguida te la presento.- Segundos después. -¡Ana! ¡Mi fea preferida! Menos mal que has venido porque ya estaba pensando en pegarte como volvieses un sólo dia más tarde.- Las dos amigas se abrazaron. Se notaba que había bastante confianza entre ellas. -Ésta es Elena, es nueva por aquí. Se ha mudado así que trátala bien... Elena, ya te he dicho su nombre: Ana.
       -Vale, vale...Hola...- Sonaron dos chasquidos. Elena también odiaba dar dos besos.
Ya en casa se detuvo a pensar otra vez en Marinita, que sin conocerla ya le caía gordo, sin embargo, de Ana se llevó una buena impresión. Parecía tímida, como ella, pero la simpatía también formaba parte de su carácter. Posiblemente congeniaría bastante bien con ella.


Dos días después por la tarde, todo el mundo parecía algo nervioso, parecía que viniera una princesa de algún país a visitar la urbanización, pero no era ninguna princesa, ni dama de honor: era Marinita y ya le había faltado tiempo para organizar una quedada con todos.

Pasaban quince minutos de las diez de la noche y aún faltaba gente por llegar.
       -Esto está muy lleno.Dijo Bea.
       -Un viernes a las diez en un Mc Donald's no sé qué es lo que esperas...- Reprochó Marinita y siguió.
       -Además, cuanto más tarden en llegar, más se va a llenar esto, así que culpa mía no es.
       -Pero es que tienen que venir otras niñas más que han venido nuevas.- En cuanto Pili dijo eso, supo que hubiera sido mejor callarse, así que intentó arreglarlo aunque sin éxito. -También viene Ana...
       -¿Qué Ana?- En realidad, Marinita ya lo sabía, sólo quería asegurarse.
       -Ana, la de mi urbanización.- Marinita se quedó mirando a Bea con una expresión entre asco y asombro.
       -¡Hay que ver! Me voy dos semanas y todo el mundo hace lo que le da la gana.
Elena y su hermana aparecieron por una esquina y como en una película, Ana por la otra.
       -Vosotras sois las nuevas, ¿a que sí? Yo soy Marina, bueno, Marinita.
Ana soltó un "ya lo saben" con un ligero tono de reproche. Algo pasaba entre ellas dos que no iba bien.

El olor del aceite en las freidoras, de las patatas fritas, de hamburguesas, los ruidos de la cocina, los gritos de los empleados, la espera en la cola, la gente hablando, los niños pequeños gritando... Era increíble que con tanto poco silencio la gente estuviera cómoda. Elena le daba vueltas y no lograba entenderlo aunque, hasta ella misma adoraba esos lugares.

Un repertorio de frases que entrecruzaban diálogos.
       -Uf, me ha sentado mal la hamburguesa...
       -Yo me he quedado con hambre...
       -¿A dónde vamos ahora?
       -Ésa canción no la tengo yo. ¿Es nueva?
       -He dicho que a dónde vamos...
       -Pues me apetece un helado.
       -¿En serio? A mí también.
De forma repentina, instantánea, todo el grupo quedó como inmovilizado, parado, quieto en medio de la calle.
       -¿Alguien me puede decir a dónde vamos de una puñetera vez?
Bea le comentó a Elena por lo bajo:
       -Marinita, ¿Quién si no?- Rieron las dos juntas, sin que las escuchara nadie.
Un coche pasó a toda velocidad por la carretera de la acera en la que estaban.
       -Pi, pi, pi, piiiiii... Gritaron sacando el puño por la ventana con la música a todo volumen y Elena como un acto reflejo soltó:
       -Po, po, po, pooo...- imitándolos y mirando hacia ellos.
       -¿Pero qué coño haces Elena?- Marinita le cogió de la muñeca a Elena.
       -Pues nada, suéltame.- A Elena se le escapó una risa nerviosa, la adrenalina la estaba atacando otra vez.
       -¿No has visto cómo son esa gente? Se nota que no conoces esto... Que te pueden hacer de todo Elena, ¡que no te enteras!
       -A ver, que no me grites niña, que yo sé lo que hago y gente así hay en todos los lados, ¡que me he mudado pero no vengo de otro planeta!" La adrenalina se apoderó de ella haciéndola explotar en gritos y se fue directamente con Ana y Bea.
       -Es imbécil, no me cae nada de bien.
       -Mira Ana, no quería empezar con mal pie con ella, pero a mí no me va a hablar así, lo siento." Breve silencio.-¿Qué se habrá creído la enana?
Pili las seguía sin decir palabra aprovechando para escuchar la conversación, luego se detuvo hasta que el resto del grupo la alcanzó.
       -Pues no sabes lo que han dicho de tí, Marinita...
       -¿El qué?
       -Elena criticándote. Te ha llamado enana y todo...
       -Enana...Cuando lleguemos al recinto voy a hablar con ella, ya verás. Riéndose con maldad aceleró el paso hasta adelantarlas.

       -¿Se creen que por ir delante son superiores?
       -Pues las mierdas es mejor verlas porque siempre te puedes llevar alguna sorpresa.
Bea hizo reír a las cuatro y se sintió algo mejor por la pequeña discusión que acababa de presenciar.

Primero entraron Marinita y todos los demás que la seguían y minutos más tarde, Bea y las demás.
       -Elena ven aquí.
       -Ven tú que eres la que quiere hablar.
       -Pero acércate un poco. Elena hizo caso, más que nada porque se quería controlar.
       -¿Tú has dicho que yo soy una enana?
A Elena le empezaron a temblar las piernas: la adrenalina otra vez. No sabía qué decir, sólo pensaba en cómo  la había escuchado.
       -Pues...Sí. ¿Qué pasa?
       -Pues no pasa nada, pero lo que me tengas que decir si puede ser que se a la cara, ¿sabes?
       -Ah, ¿pero quieres que te diga enana? Es que si eres enana lo digo, ¿no? Si fueras alta pues te diría que eres alta, además que si lo quiero decir lo digo y ya está, ¡que no hace falta que tenga que ir a buscarte para que estés tú delante!
       -Pues que sea la última vez que hablas de mí a las espaldas porque te vuelvo a repetir: las cosas a la cara.
       -Vale, muy bien.- Había un corralillo alrededor observando la discusión. Elena se sintió por un momento como en una obra de teatro.- Pues ya que estamos con decir las cosas a la cara, ¿quién ha sido el o la que se lo ha chivado a Marinita? ¡Venga, hablad! Porque es imposible que Marinita lo oyera, estaba muy lejos.-
Pili se dio la vuelta disimuladamente con fracaso.- ¿Has sido tú, Pili?
       -A ver, Elena yo se lo he dicho porque es mi amiga y ya está.
       -Pues muy bien. Ya sé a quién no le tengo que contar cosas...Me piro de aquí. Júlia, ¿subes?
       -Subo porque esto me parece patético.
Se despidieron de los que al menos parecieron sus amigas: Bea y Ana y pocos más.
Nada más estuvieron arriba, Elena cotilleó por la ventana para ver si se enteraba de algo pero no lo consiguió, todo el mundo se había ido ya. Esa discusión había estropeado la noche y lo que restaba de ella e hizo que Elena se sintiera un poco mal.

martes, 19 de julio de 2011

Capítulo 2

A los cuatro días de haber empezado su nueva vida ya empezaban a asquearse por no salir de casa y decidieron cometer una pequeña locura.

       -¿Y si bajas y les dices si podemos estar con ellos?- Refiriéndose al grupito que todas las noches se sentaba en los bancos del recinto.
       -¿Tú estás loca? No, no... Pregúntaselo tú, a mí no me digas nada, ¡qué vergüenza por Dios!- La capacidad de emprender nuevos retos no era precisamente un punto fuerte en Elena, más bien era muy débil.
       -¿Qué vergüenza ni qué vergüenza? Venga vístete que lo pregunto yo, tonta.
       -Eh, eh, cuidadito con lo que dices guapa...- Fue una amenaza, una cariñosa amenaza entre hermanas.
Unos veinte minutos después ya estaban listas. O casi listas.
       -Juls, ¿me pongo las cuñas o es demasiado exagerado?
       -Haz lo que sea pero hazlo ya.
       -Gracias, me has aclarado muchas cosas.


Abajo.
       -Venga, ve a decírselo valiente.
       -Ay, es que ahora me da cosa...
       -Ah, ¿has visto? Ve ya.
       -Vale pero tú acompáñame.- Ese tono, de miedo, de desconfianza a lo desconocido, despertó en Elena un sentimiento de lástima por su hermana, a la que acompaño segundos más tarde hasta el grupo.

Los cinco que estaban allí sentados, se quedaron mirando a Júlia esperando a que dijera algo, esbozándose en sus caras un rostro de rareza.
       -Que...A ver... Nos hemos mudado y somos nuevas aquí y...que estamos solas y os queríamos preguntar si podíamos estar con vosotros y que nos presentarais a la gente que vive por aquí.
Un incómodo silencio estuvo allí presente un par de segundos hasta que una chica morena y algo bajita lo hizo desaparecer.
       -¡Pues claro!- Otra que se había levantado para responder su teléfono, colgó y se volvió.
       -¿Que os habéis mudado? ¿Por qué?- Hablaba con un tono demasiado sorprendido. "Las mudanzas son algo irritantes pero son muy comunes", Elena no entendió a qué vino tanto asombro, es más, pensó que aquella chica sería la primera que correría el rumor de que habían nuevas vecinas.
       -Pues nos hemos mudado por el trabajo de mi padre, ¿sabes? Iban a cerrar su empresa y le recomendaron cambiarse a otra...- Júlia habló algo sentimentalista, es algo normal cuando pierdes todo lo que tienes.
       -Ahá...Bueno mira, yo me llamo Bea, ella se llama Paula, esa fea de ahí es Pilar, pero no vive aquí, sólo viene en verano y él, es Lucas.- Dijo la chica bajita muy ilusionada, parecía que le gustaba mucho tener el control. Para Elena, era muy extrovertida comparada con su timidez, aparte de eso, captó en ella una forma demasiado intensa de decir él, como si tuviera interés en ese chico.
       -¡Eh! ¿Cómo que esa fea de ahí? ¡Tengo nombre eh! Y desde luego no es Pilar, es Pili.- Con esa frase quedó bastante claro cómo quería que la llamaran, ahora tan sólo habría que evitar equivocarse.

Estuvieron un rato hablando de cosas banales hasta que obtuvieron algo de información un tanto necesaria para sobrevivir socialmente.
       -¿Bajáis a la piscina mañana?- Preguntó Pili bastante interesada.
       -No sabemos a qué hora la abren.
       -Todos los días menos el lunes...¿Es menos el lunes, verdad?- Se oyó a alguien afirmando detrás.- Pues eso, menos el lunes, de doce del mediodía a tres y por la tarde, de cinco a nueve.
Quien afirmó antes añadió que habían días no cerraban a las tres.
       -Pues lo intentaremos, aunque no prometemos nada porque tenemos que guardar unas últimas cosillas y limpiar un poco el piso.
       -¿Cuál es?
       -Ése de ahí, la quinta ventana empezando desde abajo.
       -Pues intentadlo y así nos contáis cosas, ¿os parece?
Lucas se quedó mirando hacia arriba, en dirección a la ventana abriendo ligeramente la boca y Bea, mientras tanto lo observaba disimuladamente. No cabía duda: el amor estaba en el aire.

Entraron en el portal, era poco más de la una y las dos hermanas empezaron a charlar. Abrieron la puerta del ascensor.
       
-"Y nos contáis cositas, ¿os parece?"- Dijo Elena imitando a Pili. Su hermana rió con ella.
       -Madre mía, me da la impresión de que esa es más cotilla...
       -No me digas, no me había dado cuenta.- El tono irónico de Júlia le añadió un toque de gracia a la conversación.
       -Yo a esa no creo que le cuente nada...¿Has visto cómo miraba? ¡Qué descarada!
       -No sé... Lucas es muy lindo, ¿a que sí?
       -Sí pero para mí es pequeño, de todas formas no te ilusiones mucho porque creo que ya tiene dueña.
       -¿Quién?
       -Creo que Bea.
       -
¿Bea? ¿Esa es la del pelo corto?
       -No tonta, la que yo digo es la bajita, un poco morena...
       -Ah, ya sé...¿Sí? No me había fijado. Mañana lo veré.
       -Vale, pero abre ya la puerta.
Pocos minutos después ya estaban en la cama, pensando en sus cosas, imaginándose situaciones, conversaciones, imaginando en qué estarían haciendo en ese preciso instante si no se hubieran ido, posiblemente estarían pensando en qué ponerse para quedar por la tarde con sus amigos,  algo no demasiado claro por si acaso fuesen a tomar algo y se mancharan... Ahora, las dos duermen.

lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 1

Si nos mudásemos a las Bahamas, con una casa espectacular cuyas vistas fueran un profundo mar azul y arena fina y blanca, quizás no nos importaría nada y nos iríamos dejando atrás todo, pero desgraciadamente, no todos tenemos esa suerte y cuando la mudanza es en una simple ciudad, nos lo pensamos algo más: tus amigos, tu familia, tu novio, incluso ese lugar en el que te acostumbrabas a ir, las fiestas...
Algo así pensaba Elena. No podía creer que le tocara a ella. Y tan lejos... Parecía una especie de castigo del que ya no había vuelta atrás.


Refrescaba, era de noche y tras un viaje de doce horas, el agotamiento empezaba a sobrepasar el límite.
Un último esfuerzo y las maletas ya estarían en casa, o mejor dicho, el nuevo piso.
Elena y su hermana entraron en la habitación.
       -Quiero la de al lado de la ventana.
       -Vale, es lo que quería pero no te he preguntado.- dijo Júlia.
Colocaron las sábanas en sus camas, algo incómodas.
Al menos, las vistas eran mucho mejores que las que habían aguantado durante nueve años: una pista de fútbol, dos de pádel, una piscina...