viernes, 30 de septiembre de 2011

Capítulo 20


El silencio se apoderó de ella. La mirada la dejó clavada en aquel trozo de papel doblado. Finalmente, lo cogió con fuerza, arrugándolo y lo metió en el bolsillo de la sudadera. Dejó posada la mando dentro. Se estaba poniendo nerviosa, tanto, que ni siquiera era capaz de organizar sus sentimientos. ¿Qué podía hacer? Podía hacer como que nunca llegó a ver nada aquella noche y al fin, poderle confesar hasta el más mínimo ápice de afecto que sentía hacia él y que su razón, ésa por la que necesitaba fuese exactamente lo mismo, aunque eso sólo podría ocurrir en el mejor de los casos. Pero siempre tenemos dos polos totalmente diferentes a la hora de tomar decisiones, en la que una de ellas es la más correcta pero casi siempre la más dura, tan dura como ignorar por completo el arrepentimiento de Héctor y hacerle sufrir como se merecía, aunque tampoco había hecho nada malo, no estaban comprometidos ni mucho menos, pero nadie ha dicho que las ilusiones rotas no dañen al corazón.
El ritmo de la obra ralentizaba a la vez que sus pensamientos daban lugares a diversas conversaciones totalmente inventadas, que podrían darse en el momento en el que Héctor la viera e intentara saber su respuesta. Eran tantas, que imposible sería dar con la exacta, así que desesperada, miró el reloj, que marcaba el minutero en el once: a penas cinco minutos restantes para las cinco.
Repitieron el último pasaje una vez más y la profesora les aseguró que les salía a la perfección.
      -Chicos, tengo que comunicaros algo...Debido a que las fiestas las han adelantado, nosotros tenemos que adelantar la audición para el viernes.
      -¿Qué viernes?- preguntó más de uno al unísono.
      -Éste viernes. Ya sé que...
      -¡Profesora! ¿Este viernes? ¿Cómo puede ser? ¡Imposible!- Una marabunta de gritos incesantes surgió de repente en el salón.
      -¡Calláos! No es imposible. Tenéis que venir a ensayar los días que quedan. Tocaréis después de la orquesta de quinto y sexto. Además, os darán vuestros boletines y no tendréis que pisar el conservatorio hasta después de las vacaciones.
Pareció que el finalizar las clases antes de lo previsto los tranquilizó.- ¡No me defraudéis! Recordad: tenéis que venir vestidos de negro riguroso, evitad los cabellos sueltos para que no tengáis calor. Los violistas y violinistas, no os pongáis pendientes largos y sobretodo...¡Si os equivocáis, no hagáis caras extrañas! Seguid y nadie lo notará, de lo contrario, se enterará hasta el que esté sentado en el fondo del auditorio. ¿Está claro?
      -Sí...- se oyó claramente largo.
El grupo empezó a limpiar sus instrumentos, a desmontarlos, guardarlos en sus fundas y salieron de allí hasta que no quedar nadie dentro en cuestión de minutos.

Un tremendo cosquilleo en el estómago invadió a Júlia. Se sentía desorientada, no sabía adónde ir. Miró hacia el muro. Estaba repleto de gente. Gente que ensayaba los últimos minutos antes de examinarse, que hacía sus deberes de armonía, de lenguaje musical. Otros merendaban tranquilos mientras charlaban con sus compañeros, amigos...Pero ella sólo estaba allí para camuflarse, para evitar que el chico que le gustaba la viera, aunque no lo consiguió.
Lo vio salir. Primero, miró hacia todos los lados, se volvió a meter en el pasillo y volvió a donde estaba. Echó otra ojeada y entre tantas miradas, la vio sentada, disimulando al mirar hacia otro lado. Ella se sacó el móvil del bolsillo y lo vio por el reflejo de la pantalla.
Se acercó apresurado. Apenas a un metro de distancia, Júlia se levantó, dispuesta a marcharse. Ella tomó la decisión, pero su corazón no decía lo mismo.
      -Júlia, ven...ven.- La agarró por el brazo.
      -¿Qué quieres ahora? ¿Vas a presentarme a Lidia? Lo siento pero ya la conozco desde hace un par de meses.
      -No digas tonterías. Sabes perfectamente por qué te busco.
      -No sé nada. Yo no tengo nada que hablar, ¿y tú?
      -Júlia...Perdóname de verdad. Yo no sabía que esto iba a distanciarnos. Me siento incómodo al verte y no poder hablar contigo antes y eso me decepciona porque no soy así de...capullo. Quizás tú pienses que sí pero...si tan sólo me dieras una oportunidad, si me perdonaras...
      -No entiendo. No sé por qué te tengo que perdonar. ¿Que has hecho de malo? ¿Besarte con otra chica? Eres libre, lo sabes. Yo no tengo nada que ver en lo que hagas. Además, uno no pide perdón esperando una oportunidad o cualquier otra cosa. Cuando alguien pide perdón es porque realmente lo siente, lo que le diga la otra persona le tiene que dar igual. Así es como pienso yo. ¿Tú lo sientes?
      -Lo siento. Claro que lo siento. Te pido perdón porque he entristecido a la persona que más feliz me hace, la que me ha hecho pasar los momentos más increíbles de mi vida, por pequeños que fueran, porque verla dos minutos, me hacía sentirme bien toda la tarde. Porque es pequeña pero a mí me hace el más grande. ..Y que esté así de mal y no hablar con ella, me está volviendo loco. Tanto, que he llegado al punto de vigilarla sin que me vea por miedo a acercarme y sentirme rechazado, que lo entendería perfectamente. Y te lo pido a ti, porque tú eres esa razón y esa persona de la que hablo. Ya no es sólo por haberte hecho sentir mal y estropearte el año nuevo, sino por ti. No soy capaz de verte triste, de observarte mientras miras una y otra vez al móvil y yo, deseando enviarte un mensaje y verte sonreír, pero eso es imposible ya.
      -Entonces...el papel era tuyo. Lo sospechaba. Yo no sé qué decirte. En realidad, yo te perdono y por supuesto que quiero estar contigo como estábamos antes, pero tienes que entender, si no es que ya lo sabes, que tú... Me gustas.
      -Te entiendo perfectamente y podemos solucionar ese problema.
      -¿Entonces no hablaremos como antes?
      -No, hablaremos como nunca lo hemos hecho antes.- Corrigió.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Capítulo 19

Cuando Elena se quiso dar cuenta, el trimestre había pasado volando. Era marzo. El frío aun estaba presente aunque algunos días, el sol se asomaba tímido entre las nubes dando calidez al día y alumbrando cada calle de la ciudad.
Hacía dos semanas que una chica había empezado a ir a la hora de los recreos con Elena, Adri y los demás. Su nombre era Sabela, iba a un curso menos.
Todo esto se debió a un amigo rapero que tenían en común ella y Adri. Apenas hablaba, parecía vergonzosa, al igual que otro chico que se unió al grupo. Era el mismo que se había sentado con Elena el primer día de clase.
Los dos no hablaban casi nada con los demás, sin embargo, pareció que entre ellos congeniaron bastante bien, incluso a veces se alejaban y hablaban a solas.
En pocos días, todos empezaron a sospechar que el amor estaba en el aire y que no faltaba mucho para que alguno de los dos diera el siguiente paso. Sin embargo, Sabela empezó a relacionarse con Adri y enseguida compartieron confidencias.
        -Yo con mi novio, últimamente no me llevo muy bien. Llevamos un año y siete meses y desde que hicimos el año no paramos de discutir. Es muy pesado. No me deja tranquila. Me está enviando siempre privados larguísimos y empalagosos. Me agobia muchísimo que siempre me haga llamadas perdidas para que yo se las devuelva. Además... Luís y yo estamos hablando mucho y me parece interesante...
        -Osea, que en realidad, que te agobie tu novio es lo de menos, lo que pasa aquí es que te gusta Luís. ¡Elena ven! Necesitamos tu opinión.- Adri le contó a Elena lo que Sabela dijo.
        -Hombre, tanto como gustar...quizás sólo te atrae, pero si ves que va a más, deja a tu novio y no le hagas sufrir. ¿No?- Sabela la miró y se encogió de hombros.
        -Si ocurre algo nuevo ya os lo contaré. De momento seguiré con Marcos.

Dos semanas después ya no estaban juntos. Su atracción por Luís aumentaba con el paso de los días y su relación con Marcos ya empezaba a ser una rutina de la que se sentía tan atrapada, que sólo la salida era dejarle. Misteriosamente, esa noticia despertó algo en Luís, algo hacia Sabela de lo cual, todo el grupo se percató. Ya era sospechoso que hablaran muchas veces a solas en los recreos, pero ahora estaban más juntos que nunca.
Sabela contó cómo ocurrió todo.

Luís le dio su número de teléfono y siempre se estaban enviando mensajes. Dos días antes de dejarlo, Marcos le registró los mensajes y los leyó todos. Según contaba, él lo hizo porque le dijo que la notaba rara y distante. Al día siguiente, él no dejaba de preguntarle quién era ese y si le gustaba. Sabela no tardó en agobiarse y en decirle una excusa que no era muy adecuada y además no tenía la razón sobre el asunto como para aportarla: "Marcos desconfía de mí". Todos sabían que era más que cierto que ella sentía algo por Luís y Marcos tenía razones para desconfiar de ella. Si no lo hubiera hecho a tiempo, quizás Sabela podría haberle engañado. Por suerte o por desgracia para él, ya no tenía de qué preocuparse. No estaban juntos. Esto conmocionó al grupo y el tema de conversación giraba siempre en torno a Sabela y Luís y los chicos, no tardaron en empezar a gastar bromas.
         -Luís, ¿cuándo es la boda?- Luis siempre reía la gracia o hacía un corte de manga. Nunca se ofendía.
         -Sabe, ¡bésalo ya!- a veces ella se acercaba y contestaba.
         -Más quisiera yo. No sé que hacer para gustarle.
         -Lo que tenéis que hacer es quedar cuanto antes asolas. ¡Así uno no se puede confesar!
         -¡Eso es demasiado descarado! Me da vergüenza...


Júlia no hablaba con Héctor casi. Incluso él ya no hacía nada por comunicarse con ella. En el conservatorio apenas se veían. Parecía que se esquivaban mutuamente. A pesar de todo y desgraciadamente, no se lo podía sacar de la cabeza. Ahora estaba enamorada de verdad, y no precisamente lo hacía feliz.
Las clases de orquesta se hacían más insoportables. No aguantaba la presencia de Lidia. Su estupidez la ponía de los nervios. Sin saber cómo, se había enterado de lo que sentía por Héctor, y eso hacía que su orgullo por haber conseguido algo con él, subiera hasta las nubes.
Faltaba poco para la audición del segundo trimestre.
Las obras que la profesora había preparado estaban saliendo casi perfectas. Sólo faltaba ensayarlas un par de semanas más: las que quedaban.

De repente, un chico se le acercó a Júlia.
      -Oye, ¿eres Júlia?-Ella asintió, aunque estaba bastante extrañada porque no lo conocía ni siquiera de vista.- Pues tienes que ir corriendo a la clase de lenguaje musical. Creo que te has dejado algo y puede que te lo quiten.

Júlia salió corriendo hacia la clase y mientras pensó en aquéllo que supuestamente se había olvidado. Ella siempre lo recogía todo, nunca solía dejar nada en la rejilla. Entró en la clase y reviso una a una las mesas y abrió el armario que estaba en el fondo. Nada. No había absolutamente nada.
Volvió al aula de orquesta todo lo aprisa que pudo intentando llegar antes que la directora y con la mirada, buscó al chico que le había dicho eso. Ni siquiera estaba allí. Miro todas sus cosas. Estaban puestas de forma extraña. Parecía que alguien le había registrado algo. Abrió la mochila y lo sacó todo. No faltaba nada. Hojeó su libreta y miró lo que habían practicado: armonía, que se daba al año siguiente. La profesora quería que estuviesen bien preparados. Inesperadamente, un trozo de papel cayó al suelo suavemente.
Lo cogió y lo puso sobre el cuaderno pautado.
"No sé si podrás perdonarme. Si te pido que lo hagas es por una simple razón." Se quedó totalmente paralizada. Sólo una persona en todo ese centro podía pedirle perdón, y de esa manera. Sólo un chico. Sólo Héctor.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 18

Todos entraron en el comedor. Sacaron algo de bebida y pusieron el primer canal, en el que echaban muchas canciones. El ambiente estaba algo animado.
        -Samu, ven.
Él le hizo caso y salió con ella a la terraza.
La noche era bastante oscura. Hacía un poco de frío. Se oían voces de gente que gritaba, cantaba y de más por las calles o en otras casas. Los coches pasaban a toda velocidad. Grupos de amigos iban por la calle bien arreglados para acudir a la primera fiesta del año que para algunos, podría durar hasta dos días.
Los pobres barrenderos, no hacían más que dejar las calles en condiciones pero todo era en vano ya que nadie pensaba en su trabajo y mucho menos en su esfuerzo y en las mismas ganas de celebrar el año nuevo.
        -¿Cómo es que has venido?
        -Quería felicitarte el año, así que le pedí a Adri tu número de móvil y me lo dio. Luego iba a salir de casa y tenía algo de frío. Cuando fui a coger la chaqueta no estaba. Pensé un millón de veces dónde fue el último sitio en el que la llevé y me acordé de que ni yo fui el último en llevarla, sino tú.
        -Yo me di cuenta cuando llegué a casa, pero no tenía ni idea de cuál era tu Tuenti y mucho menos sabía de dónde sacar tu número, porque sabía que Adri no lo tenía. ¿De dónde sacaste el suyo?
        -El suyo lo saqué de otra chavala que la conocía. Los dos la tenemos como amiga en común. Y sobre lo del Tuenti...no me vas a encontrar.
        -¿Y eso? ¿Tienes un nombre raro? ¿O no me lo quieres dar?
        -No te lo quiero dar.
        -Pues entonces no te daré la chaqueta.
        -No me seas tonta, no tengo.
        -Ah, vale...aún así no te la daré.- Ella comenzó a reír.
        -Si no me la das, tendrás que cantar otra vez.
        -No, por favor. Te la doy. Voy a cogerla y a colgarla en la puerta, así no se nos olvidará.
Entró y se dirigió a la habitación. Abrió el armario y sacó la chaqueta y la olisqueó otra vez, pero por desgracia el olor a la colonia de Samu ya había desaparecido por completo.

Júlia llamó a Olga. Le dijo que estaba recogiendo un poco su cuarto y los restos de la cena para poder salir.
Media hora después, le hizo una llamada perdida para avisarle de que ya estaba abajo.
Júlia se despidió de su hermana y le dijo que se iban a una discoteca light y que volvería sobre las cuatro.
Al salir del ascensor, le vibró el móvil.
"Espero que en este nuevo año puedas hacer todos tus deseos relidad."
Era Héctor. Hacía tiempo que no hablaban, él estaba en segundo de bachiller y tenía muchos exámenes, además de eso, estaba en el último curso de conservatorio y se tenía que preparar para la prueba de acceso al grado superior, lo entendía perfectamente. Aun así, se alegró de recibir ese mensaje, que le dibujó una sonrisa en la cara que no se le quitaría en toda la noche.

Las dos amigas se esperaron en la acera esperando a que pasara un taxi, pero la mayoría estaban ocupados.
Al fin, lograron subir a uno que las dejó en la calle de la Estrella, en pleno centro.
Todo estaba abarrotado. El suelo estaba mojado de gente que sin querer, arrojaba la bebida al suelo, plagado de confeti. Había algún que otro antifaz de las bolsas de cotillón y serpentinas que ni siquiera se llegaron a lanzar.
Conforme se acercaban, el volumen de la música de la discoteca iba aumentando.
Había un guardia en la puerta que les pidió el carné y después de comprobar que su edad era la permitida en el local, les hizo una señal para que entraran. Suerte que las entradas eran gratis. Olga tenía bastantes amigos mayores que ella y siempre conseguían vales, descuentos y otras cosas por el estilo.

Recorrieron todo el local hasta encontrarse con sus compañeras de clase. Estuvieron charlando y bailando. Alguna que otra se tomó algo pero no en gran cantidad, mientras que la más recatada estaba sentada en un sofá con el móvil enviando mensajes de felicitación.
Olga agarró el brazo de Júlia y se la llevó hasta un grupo de chicos. Le iba a presentar al que a ella le gustara.
       -Mira Carlos, ésta es mi amiga Júlia.- se dieron dos besos.
Estuvieron un rato largo conversando con ellos. Para Júlia, la conversación estaba empezando a ser un tanto aburrida y no dejaba de girarse y de mirar quién entraba en el local.
Miró hacia la pista de baile.
Una muchacha estaba moviéndose exageradísimo mientras se acercaba a un chaval. Cogió su corbata y se lo acercó a ella. Le rodeó el cuello con sus brazos.
Hizo caso omiso y se incorporó a la conversación cuando al momento, Olga se le acercó al oído.
       -Tía...¿Ese de ahí no es Héctor? Se parece mucho. Gírate.
       -Qué dices...¿cómo va a ser...? Héctor... No.
       -¿Es él?- Júlia asintió.- Venga chica, no pasa nada, ni siquiera se han besado. -Júlia abrió los ojos como platos, tanto que casi mató con la mirada a su amiga, que tan sólo intentaba animarla, que sin saberlo, lo peor estaba apunto de ocurrir.-Em...No he dicho nada. Venga vamos con éstas...
       -¡Suéltame! No puede ser...Olga, antes me ha enviado un mensaje...Yo iba a estar feliz toda la noche y ahora...ahora sólo quiero morirme.
       -Aquí no va a morir nadie, nada más que la tonta esa, que como la conozca entonces sí que la mataré yo. Me voy a acercar disimuladamente.
       -Yo voy contigo.
Se aproximaron disimulando todo lo más que pudieron.
Júlia sentía que su corazón palpitaba tan rápido que le iba a estallar de un momento a otro. No dejaba de girarse para ver una y otra vez como perdía al chico de su vida, cómo sus ilusiones se rompían entre todo el alboroto de gritos y música, cómo una vez más, él le había decepcionado. Se sentía una estúpida al llegar a creer en algo que no iba a existir nunca y más aún, teniendo la prueba definitiva delante.
Miró a la chica, que al fin se despegó de su boca y la miró fijamente a los ojos tratando de averiguar quién era. Le sobraron segundos. Su corazón no estalló, pero si sus ojos, hundiéndose en un mar de lágrimas, mezclándose con el rímel, que ponía en cada lágrima el color negro, como el de aquella noche y como el de su vida.

Su amiga corrió hacia ella.
      -No te vas a creer quién es.- la vio llorar.-Ah, ya lo sabes...No llores, por favor, él no se merece que estés así. Tenemos que irnos de aquí, esto te está haciendo demasiado daño y ninguna estúpida te va a amargar la noche. Olvídate de Héctor, ¿me oyes? Olvídate.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo 17

Se levantó sobre las diez. El nombre de aquel chico fue el primer pensamiento que le vino a la cabeza: eso y que no lo iba a ver más a no ser que la magia del destino los hiciera encontrarse inesperadamente. Abrió las puertas del armario, que formaron una pequeña brisa. Elena notó algo. Era el olor de la chaqueta. No hacía falta magia, ni destino, ni encuentros inesperados. Tan pronto como Samu echara en falta la prenda, intentaría ponerse en contacto con alguien para llegar hasta Elena.

Las dos últimas semanas fueron exhaustivas. Tanto Júlia como Elena, se esforzaron todo lo que pudieron para obtener buenos resultados. Aunque Elena, dejó a un lado sociales y matemáticas ya que el suspenso era seguro y puso más empeño en las demás.
Último dia. La convocatoria para la recogida de los boletines de los alumnos.
Tal y como Elena predijo, los dos suspensos estaban bien reflejados en el boletín. Tenía que afrontar la bronca que le iba a caer aunque ella sabía bien, que en el primer trimestre era cuando daba el bajón y en los dos siguientes conseguía hasta dos puntos más en cada una. No se había esforzado lo suficiente desde al principio para sacar adelante esos dos cates, pero ahora sabía qué era lo que tenía que hacer durante el resto del curso y los objetivos que tenía que cumplir para mantener a sus padres satisfechos y que su vida social perdurara.

Cuando sus padres vieron los resultados, estaban sorprendidos, pero Elena ya tenía pensado qué iba a decirles.
       -Papá, mamá...Sé que estáis decepcionados conmigo, y lo entiendo, porque no estáis acostumbrados a estas notas en mí, pero yo no conocía la táctica de los profesores y además hay bastante diferencia entre el nivel de allí con el de aquí. Os prometo que no habrá ningún suspenso más en lo que queda de curso y que me esforzaré todo lo que pueda...-su madre la interrumpió.
      -Más te vale cumplir lo que dices, porque de entrada ya te has quedado sin móvil y sin internet. Si la gente quiere algo de ti, que te llamen a casa o que vengan a verte, porque tampoco vas a salir.- su padre intervino.
      -Es más, quiero que estés estudiando sociales y matemáticas durante estas navidades. Sé que las matemáticas no te gustan, pero ¿sociales? no lo entiendo. El año pasado sacaste muy buena nota.
      -Porque el año pasado era geografía, no historia.
      -Me da igual.- Sacó el móvil y usó la calculadora para averiguar la media.- Tienes una media muy baja. Un seis con uno. Quiero que a final de curso tengas como mínimo un siete. Tengo dos trimestres para pensar tu castigo si no haces lo que te digo.
      -Vale. Te prometo que sacaré eso o más. Yo sé lo que hago y cómo es para mí un curso. Siempre me pasa lo mismo: empiezo floja y luego doy el subidón.

Cumplió el trato que hizo con sus padres consiguiendo así amenizar el castigo y al menos conseguir tener internet otra vez. Cada vez se aproximaba más el último día del año. Pensó en todo lo que dejaba atrás. Todas las cosas que había aprendido. Todo lo que había sucedido. Ese era el año en el que se separó de sus amigos y familia. Se acordó de todas las personas nuevas que había conocido, como Adri. Se alegraba tanto de tener una amiga así, le ayudaba en todo lo que podía y en lo que no. Sabía hacer que cada una de las tardes que pasaban juntas fueran inolvidables y agradecía toda la confianza que depositaba en ella conociéndola desde hacía tan poco. Se acordó de las peleas que tuvo y de toda esa gente que intentó hacerle daño y solamente se quedaron en el camino y que, además de eso, también le hicieron reír al ser tan patéticos. Se le acumularon tantos momentos, que no pudo evitar que se le humedecieran los ojos.

El vestido negro le venía un poco corto y por si no fuera poco, las lentejuelas que tenía irritaban la piel de Elena, obligándola a rascarse por todos lados cada dos por tres. Finalmente, pensó que era el último día del año y que ningún picor ni cualquier tontería, por pequeña que fuera, iban a estropearle el momento.

La cena fue bastante abundante. Su madre estuvo demasiado tiempo preparándola y tuvieron que cenar aprisa pero aun así, el pollo en salsa y los huevos rellenos estaban deliciosos.
En la primera cadena, anunciaban desde la Puerta del Sol, que quedaban apenas diez minutos para dejar atrás el nuevo año y el presentador explicó como funcionaba el reloj y rogó a todos los espectadores, que no confundieran los cuartos con las doce campanadas. Parecía increíble que después de tantos años, aun hubiera gente que se equivocara. Más que increíble, gracioso.

Maca echó algo de cava en las cuatro copas que habían sobre la mesa. En la televisión, se apreciaba perfectamente la alegría y la euforia de la gente a través del barullo que formaban.
El presentador anunció el último minuto y dio recapituló los pasos que se debían hacer para comerse correctamente las uvas. Bromeó diciendo que nadie se atragantara.
Bajó la bola dorada.
      -¡El carrillón! Atentos porque ahora no van las campanadas. ¡Van los cuartos! No coman uvas aún.
El reloj marcaba las doce en punto y sonaron cuatro campanadas algo agudas. El presentador tomó las uvas en mano.
      -¡Ahora sí!
Seguramente casi todo el mundo a esas horas estaba haciendo exactamente lo mismo. Doce uvas. Una por cada campanada para conseguir esa suerte que todos deseamos tener en la vida. La que necesitamos todo el tiempo y en cada situación, la que envidiamos pero nunca la que querríamos prestar a alguien que quizás la necesite más.

Acto seguido, Elena envió un mensaje a todos sus amigos. Llamó a Adri y a un par de personas más para pasar la noche ya que sus padres se iban a celebrarlo fuera de casa.
Mientras esperaba, recogió los platos. Júlia apareció por la puerta de la cocina con el móvil de Elena en la mano.
       -Es para tí.
       -¿Para mí? Pero si ya he llamado a Adri...¡qué cabeza tiene! No se entera ni de lo que le digo...¿Qué pasa?-Júlia se fue hacia el baño. Elena se acercó el teléfono al oído.
       -¿Te acuerdas de mí?
       -Mmm...No sé quién eres. No tenía ni este número.
       -Pero en cambio si que tienes otra cosa.
       -¿Cómo?
       -Mi chaqueta.
       -¿Samu?
       -El mismo. Feliz año nuevo.
       -Lo mismo te digo. ¿Cómo tienes mi número?
       -Digamos que tu amiguita Adri es muy buena persona.
       -¡Anda! ¿Y cuándo te voy a dar la chaqueta?
       -Ahora mismo.
Un pitido interminente y suave. Le había colgado. Elena se quedó mirando el teléfono abobada y se apresuró en guardar el número en la agenda, cuando de repente, sonó el timbre de casa.
Era Adri con más gente. Entraron todos y cuando fue a cerrar la puerta, una fuerza mayor que venía de fuera se lo impidió. Samu. Se quedó totalmente paralizada.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Capítulo 16

Estuvieron charlando un largo rato sobre el instituto, los exámenes, los padres, las broncas...los amores.
El chico contó que hacía poco que lo había dejado con la que era su novia porque uno de los chavales que estaba presente aquella misma tarde quedó con ella y se besaron. La chica, supuestamente, dejó de hacerle caso desde ese día hasta que le llamó para sincerarse y contarle lo que había ocurrido. Él, no podía creer lo que le estaba diciendo y después de todo lo que había hecho por ella, cómo era posible que le hubiera engañado de esa forma y lo que era peor, con su amigo, el cual le pidió perdón más de veinte veces y al que finalmente perdonó.
       -Así que por ahora paso de chicas.
       -Pues, ¡a por los chicos!
       -No, payasa. Paso en el sentido de que no voy a meterme en ninguna relación más o menos estable. Pero mientras, ya caerá alguna...
       -Sí, bueno, eso es lo que tú te crees.
       -¿A qué quieres que te invite?- cambio repentino de tema.
       -No lo sé. Según tu presupuesto.- rieron.
       -Si fuera verano, te invitaría a un helado como típico que es, pero ahora en diciembre no sé.
       -Ah, has sido tú el que has propuesto eso, ¿recuerdas?
       -¿Cómo echas en cara, eh? Déjame pensar, podemos tomar algo en un bar de por aquí.
       -Venga, voy donde tú me lleves.
Empezaron a caminar a lo largo de la avenida. Cientos de coches pasaban por allí y cada vez que Elena veía uno rojo en movimiento, el corazón le latía el doble de rápido pensando que podrían ser sus padres. Llegaron a un callejón algo oscuro que únicamente estaba iluminado por un letrero neón verde y rosa en el que se leía "Drinkin' Night".
Entraron. Todo estaba bastante tranquilo. El local era bastante amplio. Casi todos los sofás y paredes que había eran de color blanco. Una luz azul claro se repartía por todo aquél sitio, lo que hacía que fuera más relajante aún.
Se sentaron en la barra que había en la derecha.
Samu se pidió una cola con ron e invitó a Elena únicamente a un refresco de naranja. Mientras, charlaron.
Al terminar, él se levantó y le extendió el brazo. Ella dejó la chaqueta en el sofá que había al lado.
La música era lenta, suave, para dejarse mover con los ojos cerrados y balancearse al ritmo que marcaba.
Samu se dejó llevar por el momento y posó sus manos sobre la cintura de Elena a la vez que ella las suyas alrededor del cuello. Él, se acercó a ella hasta que sus cuerpos quedaron pegados. Poco a poco, Elena bajó la cabeza hasta apoyarse en su hombro. Poco a poco, pareció que la gente que les rodeaba estaban desapareciendo y que solamente estaban ellos en aquel lugar. Ambos cerraron los ojos. Estaban flotando.
De repente, un chaval algo mayor que ellos, los empujó sin querer. Parecía que estaba buscando a alguien.
Los dos se miraron por lo que acababa de suceder y empezaron a reír.
      -Menos mal que nos ha interrumpido.
      -¿Menos mal? ¿Iba a pasar algo malo?
      -Hombre, malo no sé. Pero que no quiero que me pase otra vez lo mismo.
      -¿Lo mismo? Ven, sentémonos y me cuentas.
Elena le contó lo ocurrido con su vecino meses atrás. Samu lo entendió todo.
      -Ah, tranquila, si lo que necesitas es tiempo, yo te doy todo el que quieras.
      -No es que necesite tiempo, lo que yo quiero aparte de eso es conocer más gente y sobretodo, saber cómo son.
      -Ya, te entiendo. A mí desde que mi ex me hizo aquello, no confío tanto en las personas que conozco.- Mientras él le dijo eso, ella se miró el reloj.
      -¡Joder! Vamos corriendo al instituto. Adriana me estará esperando. Ni me he acordado de avisarle.-Cogió la chaqueta de Samu y se la puso apresurada. Él ni se acordaba de que era suya.
      -Venga, rápido.
Caminaron todo lo más que pudieron y en un cuarto de hora llegaron a la placita que estaba en frente.
Adriana la vio llegar. Parecía un poco cabreada.
      -Elena, tía, ¡mi padre va a llegar ahora mismo! Le he dicho que viniera un poco mas tarde por ti. Si no llegas a estar aquí, ¿qué le tendría que haber contado? Además, tienes que llegar puntual a tu casa, sabes que si no es así te pueden pillar.
      -Perdóname, anda.- Se le acercó al oído.- Te tengo que contar.
      -Ya, he sospechado que hay novedades...-Se rieron.-Mira, por ahí llega.
Elena se volvió para despedirse de Samu. Estaba sentado en la fuente. Se dirigió hacia él y le dio dos besos. Al girarse, le agarró de la mano.
      -Me he dado cuenta de que no nos vamos a volver a ver. He oído la conversación y por lo que parece, estás aquí a escondidas y he deducido que vives algo lejos. Me lo he pasado muy bien.
      -Sí, la verdad es que no vendré mucho por aquí. Deduces bien: vivo lejos.
      -Espero encontrarme contigo algún día por casualidad.
      -Yo también. Encantada de haberte conocido.- Se sonrieron mutuamente.
Se volvieron a dar dos besos.
Elena corrió hacia su amiga que estaba esperándola en el coche con la puerta trasera abierta. Se metieron dentro. El padre de Adri arrancó y avanzó.
Miró por la ventana. Allí estaba Samu. Sentado, siguiendo con la mirada al coche.
      -Estás embobadísima por lo que parece. No quiero saber qué ha pasado...
      -Sí...embobadísima...yo...te cuento...tranquila.- Dijo con una voz suave.
      -Lo que yo te diga...¡Ja, ja, ja! ¡Tierra llamando a Elena!
      -¡Ay, tonta! Mañana te cuento con todo detalle.
      -Así me gusta.
Tardaron poco más de diez minutos. Elena se despidió de su amiga y fue corriendo hasta el portal. Iba a llegar justo a tiempo. Sus padres no sospecharían nada y todo saldría a la perfección.
Subiendo por el ascensor, se miró en el espejo y se percató de algo. Llevaba la chaqueta de Samu.
Pensó durante los cinco segundos que le quedaban  hasta que el ascensor abriera la puerta.
Se quitó la chaqueta y la dejó detrás de la planta que había en la esquina del rellano.
Introdujo las llaves en la cerradura y entró.
Saludó a sus padres y a su hermana. Tras cinco minutos, se aseguró de que no iban a salir de las habitaciones en donde cada uno estaba. Abrió la puerta sigilosamente y cogió la chaqueta de donde la había dejado.
Cerró con el mismo cuidado la puerta. Tirando de la manilla para que no golpeara. Nadie se había enterado.
Entró en el cuarto de baño y la dejó dentro de la bañera. Corrió la cortina. ¿Quién iba a sospechar que ahí dentro iba a haber algo?
Después de cenar, se puso una alarma a la una de la mañana, hora en la que se despertaría mientras todos estarían durmiendo y guardaría en la parte de arriba del armario la prueba infalible de que no sólo había estado con Adri.
Así lo hizo. Antes de guardarla, le vino el olor a la colonia de él. Cerró los ojos. Parecía que estaba justo al lado suyo.