jueves, 24 de noviembre de 2011

Capítulo 24

El paseo fue largo. Cruzaron todo el parque hasta salir por la puerta de atrás, sin decir una palabra. Rodearon toda la manzana hasta llegar a un barrio distinto. Se habían quedado bastante lejos de donde Elena vivía.
Ella se detuvo. No conocía esa zona y, el sol estaba casi por esconderse. Él se detuvo con ella, y quedaron pensativos, de brazos cruzados.
     -¿Qué hacemos?
     -No sé. No quiero ir mucho más lejos de aquí, si no la vuelta se me hará eterna.
     -Ya estamos lejos. Podemos ir a mi casa.
     -¡Anda ya! Sí vives más lejos todavía.
     -No. Vivo en este barrio. Justo aquí, tres calles más yendo por ese callejón de ahí.- señaló con el dedo.
     -¿Hay alguien?
     -Seguramente mis padres, pero llamaré y diré que si está mi hermano...para hacerme la merienda y tal...
     -¿Tienes un hermano? ¿Es más mayor?
     -Sí, tiene dos años más que yo, aunque no mentalmente.-Elena soltó una carcajada. Samu sacó el móvil del bolsillo y buscó en la agenda el número de su padre. Pulsó la tecla verde.
     -Papá, ¿Estáis en casa?...¡Ah, que os vais al cine ahora! ¿Y Víctor está en casa? Ya ha salido...Nada, por saberlo, porque quería ir a merendar y si él estaba en casa, podría hacerme la merienda mientras llego. Pasadlo bien. Hasta luego, papá.
     -¿Se van? Eso es bueno, ¿no?
     -Claro, venga, vamos.

Caminaron no mucho mas de cinco minutos. Pero Samu avisó de que aún no habían salido, y para perder el tiempo, aprovechó para enseñarle algo, que seguramente haría que Elena se desvaneciera en un mar de dulzura.
     -Ven, vas a ver algo que te va a encantar.
La tomó de la mano y sugirió que cerrara los ojos, a lo que ella accedió sin ningún problema. Cuidó de que no se tropezara con los distintos escalones de los soportales advirtiéndole en cada uno de ellos. Cuando llegaron al lugar, el le encubrió los ojos, preguntándole si estaba preparada, ella asintió con una pequeña sonrisa en la boca. De pronto, él retiró la mano diciéndole que ya podía abrir los ojos: al menos, más de siete gatos que probablemente no llegaban ni a las dos semanas de vida, de todas las combinaciones de colores. Negro y blanco; blanco y naranja, y de entre estos colores, más combinaciones aún. Con manchas, a rayas, de un único color...
     -¡Oh! ¡Qué lindos, qué pequeños son!

Caminaban con pequeños saltitos y jugueteaban entre ellos. Otros, comían de unas bandejas, que según Samu, un vecino dejaba para que se alimentaran.
A un lado, se encontraba un gato de un tamaño más grande. Seguramente era la madre. No dejaba de observar a Elena y Samu, expectante a cualquier peligro del que pudiera proteger a sus crías.
     -¿Has visto qué miniaturas? ¿Te ha gustado la sorpresa?
Impulsivamente, ella saltó a sus brazos, colgándose de su cuello.
     -¡Me ha encantado! - rápidamente se incorporó.- Bueno, ¿vamos a tu casa o qué?
     -¡Claro, claro!
Se sacó las llaves del bolsillo e introdujo la del portal en la cerradura mientras que sonó el timbre de la misma. Alguien desde dentro lo había pulsado para salir. Eran unos vecinos del piso de arriba.
Entraron dentro. Parecía un edificio de bastante categoría. Por lo que ella sabía, ese barrio era de familias adineradas.

Entraron en el ascensor y llegaron a un sexto.
Al entrar en la casa, vieron que no había nadie. Las luces estaban apagadas. En un momento, se encendió una luz de dentro. Elena se quedó en el recibidor y Samu le hizo un gesto de silencio. Caminó a lo largo del pasillo y en menos de cinco segundos, volvió corriendo.
     -¡Joder, joder! ¡Mi hermano! ¡No hables y vete al comedor! ¡No hables!- dijo con un susurro, nervioso y acelerado.

Elena entró rápidamente. Por unos segundos se quedó de pie, sin saber qué hacer. Miró a su alrededor. Podía ver fotos colgadas en la pared pero no distinguía quién eran los que salían en ellas. Al fondo, al lado del ventanal del balcón, había un sofá. Se sentó. Empezó a escuchar una voz masculina diferente a la de Samu.
     -¿Qué haces aquí?
     -He venido para hacerme la merienda. ¿No sales?
     -Sí, ahora me iré con Mario. Había quedado con la novia pero le ha dejado tirado.
     -¡Qué tía! Le está haciendo perder el tiempo.
     -¡Y que lo digas! Me tiene hasta los huevos y eso que no la conozco casi. Yo me voy a comer una lata de atún. ¿Quieres algo?
     -¿Una lata de atún? ¿Sin pan?
     -¡Pues claro! No me da tiempo de más. ¿Quieres algo o no?
     -Ya me lo hago yo. Aunque sácame una lata a mí. Yo al menos me haré un bocadillo. Eres un tieso.
     -Tieso no, es que no me da tiempo.
Samu entró en el comedor. Susurrando de nuevo.
     -Joder, me cago en la puta. Esto no me lo esperaba. Tú calladita, ¡eh!
     -Sí, sí.

Elena estaba bastante asustada. La voz del hermano de Samu le sonaba bastante. Tenía la sensación de haberla oído antes, incluso de conocerle a él. En ese momento cayó en la cuenta de que su madre no la había llamado en todo el día, por eso, poco le faltaría para hacerlo. Inmediatamente silenció el teléfono y volvió a guardarlo en el bolsillo. Como cosa del destino, empezó a vibrarle dos minutos después. No sabía qué hacer. No podía cogerlo. Ellos estaban en la cocina, seguramente la oirían. Pulsó la tecla roja. Colgó.
En un instante volvió a llamarla. Esta vez, contestó, y sin otro remedio, con voz baja.
     -Mamá, te vas a reír. Ahora no puedo hablar. Estoy en casa de Samu.
     -¿Cómo? ¿Qué Samu?
     -El del fin de año mamá. En serio, luego te lo cuento, ahora no puedo hablar. Está su hermano en casa y no puede saber que estoy aquí. Podría meterle en un lío.
     -¿Que no puedes hablar? A mí no me cuentes tonterías...Cuéntaselas a tu padre. -parecía bastante enojada. - Toma, mira lo que dice tu hija...
     -¿Qué pasa?
     -Nada papá, que no puedo hablar. Estoy en casa de Samu y no puedo hablar porque su hermano no sabe que estoy aquí. Luego te lo cuento, por favor.
     -¿Qué haces en casa de Samu? ¿Yo no te he dicho que no vayas a casa de nadie sin avisarme?
     -Se me ha olvidado...
     -Ven a casa inmediatamente. No te voy a castigar. Pero hablaremos de esto.
     -Vale, no te enfades...- colgó.

Elena sentía que el corazón iba a estallarle, estaba al límite. Posiblemente la habrían escuchado, aunque la puerta estaba entornada. Samu entró celeramente.
     -Joder, tía, que no se va.
     -¿Joder? ¡Mi madre me ha llamado! Mi padre me ha dicho que me vaya a casa ya.
     -Mierda...Bueno, espera unos segundos por favor...
     -¿Me salgo al balcón?
     -¡Ni se te ocurra!
     -¿Por qué? - Samu le señaló. Su hermano estaba fuera, cogiendo unos zapatos. De no ser por la cortina de visillo translúcida, la hubiera visto. El balcón era accesible también desde la habitación.- Vale. Comprendo.
     -Cuando te diga "ya", sales. ¿Entendido?
     -Sí.
Al momento, se oyó a Víctor preguntar por sus llaves.
     -Están donde siempre, tío.
     -No, ahí no están. ¿Las has visto por el comedor?- Elena abrió los ojos. Su corazón bombeaba fortísimo. Samu salió.
     -¡No! En el comedor no están. Míralas. Encima del microondas. Eres un desastre, ¡eh!
     -Gracias. Ya me había asustado...
     -Y yo también...Me ha parecido oír tu teléfono. A lo mejor es Mario.
     -¿Sí? Voy a ver, porque ya se está retrasando bastante.
Le hizo un par de señales a Elena. Se dirigió hacia la puerta abriéndola sigilosamente.
Mientras, él se despidió del hermano.


Abajo.
     -¿Quieres matarme? ¡Si es así dímelo pero yo no puedo vivir con tanta presión!
     -No quiero matarte, tonta. No sabía que estaba mi hermano. Mi padre me había dicho que no estaba...Además, ha sido divertido.
     -¿Divertido? Esto no ha terminado aquí. Ahora me vas a acompañar a mi casa.
     -Bueno, vale. ¡Qué esfuerzo!
     -Sí, esfuerzo...¡Corriendo!
     -¿Cómo? ¿Por qué?
     -Porque tengo entendido que mi casa está en otro barrio. Tenemos bordear el parque, por lo tanto tardaremos más. No pienso cruzarlo a oscuras y todo porque mi padre me ha dicho que tengo que ir "inmediatamente" a casa...Así que si quieres verme el pelo en lo que te queda de vida, más te vale correr...Por cierto, no he podido evitar escuchar a tu hermano. Su voz me suena.
     -Por su puesto que te suena. Es el novio de Adri.
     -¿Qué? ¡entonces le conozco! ¡qué fuerte!, ¿me he enterado ahora?
     -Pues sí. La verdad es que yo no hablo mucho de él, y él apenas habla de mí.
     -¿Adri no me ha dicho nada? Sigo sin entenderlo.
     -A lo mejor le daba vergüenza. No sé.
     -Joder, no tengo tiempo ahora para estas tonterías. ¡Corre!

lunes, 31 de octubre de 2011

Capítulo 23

Un poco más lejos del viejo instituto, al doblar la calle, dos jóvenes se sentaban en la mesa de la terraza de un pequeño bar, esperando a que alguno de los camareros atareados, los atendieran.
A pesar de que el sol brillara con fuerza, la sombrilla los resguardaba un poco de esos pocos grados de más que ya empezaban a notarse las últimas semanas y que anunciaban la llegada de una primavera calurosa, pero refrescante al mismo tiempo.

Las sillas estaba algo sucias, muchas de ellas cojeaban e impacientaban a los que se sentaban en ellas hasta llevarlos a doblar un papel para evitar ese dichoso desnivel. Es curioso, siempre se necesita tenerlo todo estable y bajo control, sin embargo, no desagradan las emociones fuertes e incluso, deseamos con gran fuerza giro completo en nuestra vida.
Un muchacho, con graciosos andares y un poco desaliñado se acercó a Elena y Samu, ofreciéndoles el menú del día a un precio que daba gusto oírlo, pero ella sólo pidió un refresco.
       -Me habías dicho que me invitabas a comer.
       -¿Acaso has pedido algo? Lo siento. Has perdido tu oportunidad.- dijo con una voz especialmente seria.
       -Pues me voy. No me gusta que me engañen.
       -¿Qué? ¡Era broma!
       -Tampoco me gusta que jueguen conmigo. - Cogió el teléfono móvil que había dejado antes sobre la mesa y se marchó. Parecía que le había molestado bastante. Lo que ella no supo, es que una pequeña y maliciosa sonrisa se dibujó en la cara de Samu y que en realidad, él se la estaba jugando a ella.

Le observó hasta que desapareció al doblar la esquina de la calle. Al principio creyó que era una broma, pero los minutos pasaban y seguía sin volver. Tal vez había sido demasiado estúpida. Quizás no tenían tanta confianza para ese tipo de bromas. La había cagado, y mucho. Miró un par de veces la hora. Seguía sin aparecer. Empezó a sentirse mal y arrepentida, incluso tuvo el impulso de salir a buscarle, pero pensó que todavía podría llegar a parece más idiota de lo que lo había sido. Se terminó el refresco de naranja. Miró el reloj por última vez. Nada.

Caminaba desganada hacia su casa, casi arrastrando los pies. Mirando a cada persona que venía o que pasaba por su lado, pero nadie era él. Subió las escaleras para entrar en la urbanización y al abrir la puerta, llegó los soportales en los que se encontraban las dos puertas para entrar en los distintos bloques.
Sacó las llaves del bolsillo y la metió en la cerradura del portal. La puerta, que tenía un gran ventanal de vidrio, reflejaba no con mucha claridad lo que había tras Elena y en ese reflejo, vio a alguien apoyado en la columna. Se volvió para preguntar si iba a pasar pero cuál fue su sorpresa, que era Samu, que se le escapó una sonrisa picarona al ver la cara perpleja de ella.
        -¿Qué haces aquí?
        -Esperarte. No sabía que tardabas tanto en beberte eso. ¡Qué lenta!
        -Eres...¡Estúpido!¡Yo esperándote como una imbécil, sentada, sola, y tú dejándome en ridículo!- a medida que hablaba, su timbre de voz iba aumentando y a la vez, acercándose a el con gestos agresivos.
        -¡Eh! Pero no te enfades. Dije que me iba, pero no adónde. No te enfades, anda...
        -¿Que no me enfade? ¡Casi me arrepiento de haberte hablado así!
        -Qué esfuerzo para ti... Mira lo que tengo, idiota.- Sostenía desde el principio una bolsa de plástico en la mano, en la que había algo dentro. Elena se había dado cuenta pero no se fijó en qué era, hasta que él lo mencionó y lo levantó para mostrárselo.
        -¿Bocadillos?
        -Sí. Para que veas que soy mejor persona que tú...¡Ais! ¡No me pegues! ¡Vale, vale! ¡Era broma!
        -Así me gusta. -empezaron a caminar, sin rumbo. ¿A dónde vamos?
        -Al parque, según tú.
        -Es verdad. Salimos por esa puerta mejor.

Gracias a la cantidad de árboles que habían y que el follaje de ellos ya era bastante frondoso, después de un largo y frío invierno, disfrutaron de una brisa agradable sin apenas sentir nada de frío, ni de calor.
Llegaron a la orilla del lago. Parecía estar tan sucio como siempre, aunque los patos se zambullían sin problemas y nadaban de un lado a otro, sin cansarse.
Buscaron un sitio que tuviera el suficiente césped en condiciones para estar más cómodos y no pincharse con algunas ramas caídas de los árboles, hierbajos altos y hojas secas que estuvieron sorteando todo el camino.
       -Aquí mismo, ¿no?
       -Sí. Se esta bien. Está blandito.
       -Está bueno, ¿eh?
       -¿A quién le hablas de mí?
       -Eres idiota. A parte de que no hablo sola, ya que por el momento creo que no estoy loca, no me refería a ti, sino al bocadillo. ¿Te consideras bocadillo? Porque...tienes cara de pan.
       -Puede, pero como por lo visto te gustan...pues ya sabes.
       -Ni hablar. ¡Contigo en la vida!
Samu, se quedó algo sorprendido. La respuesta resultó bastante tajante y seria. Le dio una pequeña punzada en el estómago. De repente no supo que decir. Sentía que la voz le iba a temblar. Su contestación le había dejado sin habla.
Ni uno de los dos dijo palabra en un buen rato. El silencio reinó en aquel rinconcito del parque. Los suaves trinos de los pájaros daban algo de vida. De vez en cuando algún pato parpaba pero muchas veces, ni se apreciaba.
Las hojas de los árboles jugueteaban cuando aparecía alguna brizna de aire, parecían susurrar palabras. Palabras que nadie podría entender o que quizás todavía no se había aprendido a hacerlo.
       -Tú...¿lo has pasado mal?
       -¿Cuándo, ahora?
       -No. Me refiero a si lo has pasado mal y te comportas así con todos los chavales. ¿Te ha hecho daño alguien?
       -Daño...No. Pero podríamos decir que se han aprovechado de mí. A demás, tampoco tengo una buena experiencia. De pequeña casi todos me insultaban, a mis amigas también...Luego siempre estaba el grupo de las guapas, aunque no sé si ese tendría que ser el nombre...Más bien guarras, porque en quinto de primaria ya  iban enseñando el tanga, ¿sabes?
       -Apuesto a que ninguna es más guapa que tú ahora.
       -No apuestes tanto...
       -¿Quién se aprovechó de ti?- en seguida le contó lo sucedido con Jorge meses atrás- ¡Qué capullo! ¿Mientras estabas llorando? ¿Pero eres tonta? ¡Seguro que babeabas por él!
       -A ver, es que fue muy bonito...
       -Sí, y ahora nada. Ahora los demás se tienen que joder por culpa de sus tonterías.

domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo 22

Cuando un beso es capaz de transportarnos a otro planeta, más lejos aún, a otra galaxia; cuando un beso nos hace olvidar nuestros rencores, odios y preocupaciones, cuando no nos damos cuenta de si hace frío, calor, sin importar que nieve o que caiga un diluvio, cuando nos sentimos reconfortados, libres, vivos...cuando queremos otro más y pensamos en toda lucha y esperanza en la que hemos dejado caer nuestras ilusiones, es cuando nos damos cuenta de que puede llegar a valer la pena. Le faltaron segundos para contarlo.


El segundo trimestre, dio los resultados esperados para Elena. Estaba orgullosa, y con razón: se había esforzado al máximo, desgastándose cada tarde para no olvidar cada detalle de cada lección, y todo para estar sin preocupaciones y pasar unas buenas vacaciones de pascua.
Aun así, quedaba una semana para la entrega de boletines. Todos los exámenes estaban hechos y corregidos, no había nada más que hacer, así que el instituto organizó una jornada de puertas abiertas.
Había todo tipo de talleres y actividades.
Torneos de fútbol, de volleyball, concurso de canto, visitas de grupos musicales urbanos...talleres de cerámica, de peluquería, maquillaje especial. Tuvo bastante éxito y, parecía raro, pero incluso acudieron gentes de otros institutos para participar.
Elena y sus amigos no se inscribieron en ninguna actividad, prefirieron ir de clase en clase observando y escuchando a los que cantaban.
       -Elena, ¿sabes quién viene a cantar?
       -¿Quién?
       -¡Ah! No te lo voy a decir. Te vas a quedar con las ganas.
       -Eso no se hace Adriana. ¿Quién es? ¿Le conozco?
       -Sí, yo creo que le conoces, eh...Sí, le conoces. Salen después de éstos.

Terminaron de tocar los últimos acordes, si es que se podían llamar así. Aquello era horrible. Jamás había escuchado algo peor en toda su vida. Elena agradeció que terminaran aplaudiendo con gran alegría y fuerza.
Una chica, presentó al siguiente grupo. Eran cuatro chavales. Un bajista, un batería, un guitarrista y un vocalista.
Curiosamente, a ella le sonó la cara del vocalista. Se fijó con atención, aunque estando tan lejos del escenario no se podían apreciar bien los rasgos, y por si no fuera poco, el sol brillaba con fuerza, como si estuviese enfadado.
       -Qué, ¿Todavía no sabes quién es?
       -No. Me suena la cara pero no veo bien. Espera... ¿Qué hace Samu aquí?
       -El mismo, neni. Cuando me enteré me quede un poco flipada. Casi ni me acordaba de él.
       -¿Por qué no me lo dijiste antes?
       -Me enteré ayer, además, quería guardar el misterio.
       -Eres mala...
       -Oh, sí, mala, malota...-dijo en tono burlesco.-Cuando termine bajará a saludarte. Se lo he dicho.
       -¿Qué? ¿Has hablado con él?
       -Y tanto, ¿qué creías? ¡Ja, ja, ja! Mi tonta, no te enfades.- la abrazó.
       -No me enfado, pero estas cosas se avisan, tonta.

La canción que tocaron era mucho más corta que la anterior. Elena prestó atención a Samu en todo momento y se dio cuenta de que cuando cantaba, su voz era muy diferente a cuando hablaba, sin embargo, ambas le gustaban. Al terminar, él saludó y bajó aprisa las escaleras de aquel escenario improvisado.
No sabía dónde meterse. Ya la había visto desde arriba y fue exactamente sin dudar al sitio en el que ella estaba.
       -Eh, ¡la dueña de mi chaqueta!
       -Ya no lo soy, de eso ya hace tiempo.
       -Lo sé. ¿Te ha gustado?
       -Cantas fatal, que lo sepas.
       -Lo interpretaré como un piropo.-Elena sonrió falsamente.-No te me pongas así, encima que he venido a verte.
       -Sí claro, sobretodo a eso. Por lo que veo, el que ha acabado cantando delante de todos has sido tú también.
       -Claro, lo he hecho para que veas que me compadezco de ti por lo que pasó aquél día.
       -Eso no es compadecerse.
       -Qué tonta eres. Tienes razón, ya lo hice en su momento invitándote. ¿Por qué no te compadeces de mí?
       -Te invito a un taller.-Samu arqueó las cejas. Adri miró hacia otro lado.- Bueno, vale...te invito comer y vamos al parque de aquí al lado.
       -Acepto. Si no me lo paso bien, tienes que invitarme otra vez.
       -Trato hecho.

domingo, 9 de octubre de 2011

Capítulo 21

Si pudiésemos describir con palabras la sensación que nos ronda por el estómago cuando tienes en frente a la persona que te tiene loco, posiblemente daríamos con mil explicaciones y ninguna sería igual a otra, sin embargo, el denominador común sería el amor.
Décimas de segundo y la mirada de Júlia impactó con la de Héctor por segundos. Quizás los nervios, puede la gente o tal vez esa reconciliación tan repentina pero a la vez tan esperada por ambos, no dejó más que un largo  y tímido silencio por medio.
     -Me...tengo que ir, ¿vale?
     -Sí claro, yo también tengo clase ahora. ¿Quieres que nos veamos después?
     -Es que al terminar esta clase, bueno, ensayo, ya me voy a casa.
     -Podemos volver juntos...si quieres. Vivimos prácticamente al lado.
     -No sé. Mis padres vienen a recogerme.
     -Puedes inventarte algo.
     -Ya veré. En clase pensaré en qué hacer. ¿Te parece?- Empezó a subir la escalera hacia el primer piso.
     -Me parece bien. Más te vale pensar, tenemos una charla pendiente.- No obtuvo respuesta.

Cruzó todo el pasillo y pensó una y otra vez en alguna invención de las suyas. No se le ocurría nada. Nada excepto decir que Olga la había llamado para quedarse a cenar y que su padre la llevaría más tarde.
Podría ser una buena idea. Pensó en lo que acababa de hablar. Se imaginó a sí misma. Su expresión, su manera de contestar, había sido demasiado borde para todo lo que Héctor le había dicho. No quería nada más que volver a bajar esas escaleras y decirle que estaría dispuesta a ir hasta el fin del mundo si él lo quisiera, pero  rabia aún contenida, la detenía.

Entró en la clase. El pianista estaba sentado tocando el acompañamiento que le correspondía y señalando en la partitura la digitación que más le convenía.
El ensayo se hizo eterno. No estaba concentrada. Era normal que no lo estuviese si sólo pensaba en qué era lo que debía hacer.
      -Hoy has estado flojilla. Me lo tomaré como un bajón que has tenido porque seguramente habrás hecho muchos exámenes esta semana.
      -Entre otras cosas...-abrió la puerta
      -Mañana la audición es a las seis, pero ven media hora antes y ensayaremos una vez más.
      -Intentaré no retrasarme.- salió del aula al fin.

No tenía mucho tiempo para tomar la decisión. Nada más la viera le iba a preguntar si se iba o no con él. El caso, es que era complicado, porque tenía el estómago revuelto de mariposas. Sabía qué iba a pasar si volvían juntos, pero, ¿realmente se lo merecía?.
De ninguna manera podía ocultar sus sentimientos, restringir su amor hacia Héctor sería un un bucle de agonía eterna del que quizás no podría salir. Estaba decidido.

Se apresuró a llamar a sus padres, que conociéndolos, seguro que aún no habían salido de casa para ir a por ella. Se tranquilizó para que no se notara la mentira que tenía preparada y en cuanto su madre contestó, se dispuso a decirla.
      -Mamá, siento no haberte llamado antes, pero es que Olga me ha enviado un mensaje diciendo que si me quería quedar a cenar a su casa y luego su padre me llevaba a casa.
      -¿Dónde vive Olga?- Preguntó extrañada.
      -A dos calles del conservatorio. Vamos, aquí al lado.
      -Está bien pero cenas y vienes. Nada de quedarse charlando ni nada que mañana te tienes que levantar pronto.
      -Ya lo sé...- Se detuvo un par de segundos.- ¿En serio? ¿De verdad? ¡Muchas gracias mamá!
      -Venga, cuidado, eh.
      -Sí, sí.- Colgó. Pensó en si podría pillarla pero no. No tenía el móvil de su amiga ni el de su madre, y menos el de su casa. Ni tan siquiera sabía dónde vivía.

Fue hacia el muro. Allí estaba él, tocando un par de acordes improvisados en la guitarra mirando al cielo. Ya estaba bastante oscuro. Entonces, se percató de que ella estaba allí mirándole, apoyada en la columna de piedra, con el estuche de su instrumento colgando del hombro. Sonrió porque supo que iban a irse juntos, que a pesar de haberle hecho sufrir, fue capaz de perdonarle.
Le devolvió la guitarra a su amigo. Se levantó y se dirigió hacia ella, cogiéndola del brazo, anduvieron de forma acelerada hasta la salida en donde al fin, la cogió de la mano.
      -¿Por qué vas tan rápido?
      -Creo que Lidia sale ahora de clase y seguramente pasará por aquí. No quiero que me vea, y menos contigo.
      -¿Te da vergüenza estar conmigo?
      -No. Lo que pasa es que no quiero meterte en líos sabiendo cómo es y mucho menos que se ponga a hablarme...¡Joder, esta ahí! ¡De prisa, ven!
Le estiró de la mano, agarrándola fuerte y corrieron a lo largo de toda la calle hasta doblar la esquina.
Sus corazones latían acelerados, tanto, que parecía que se les iba a salir del pecho. Casi perdieron el aliento e instintivamente, respiraron de forma profunda una y otra vez para recuperar la energía que acababan de perder. Se miraron agotados, sientiéndose cómplices y a la vez estúpidos. Quienes los vieron, seguramente pensaron que estaban locos, que llevaban prisa o que incluso, habían robado algo, pero ninguno de ellos acertaría. Realmente, fue algo parecido a escapar del mundo, de los ruidos, de la gente y dejarse llevar hasta el primer lugar en donde nadie pudiera molestarles. En donde al fin, pudieron sentirse ellos mismos, sin aparentar nada y compartir esa sinceridad con un pequeño, tímido y dulce beso.
     

viernes, 30 de septiembre de 2011

Capítulo 20


El silencio se apoderó de ella. La mirada la dejó clavada en aquel trozo de papel doblado. Finalmente, lo cogió con fuerza, arrugándolo y lo metió en el bolsillo de la sudadera. Dejó posada la mando dentro. Se estaba poniendo nerviosa, tanto, que ni siquiera era capaz de organizar sus sentimientos. ¿Qué podía hacer? Podía hacer como que nunca llegó a ver nada aquella noche y al fin, poderle confesar hasta el más mínimo ápice de afecto que sentía hacia él y que su razón, ésa por la que necesitaba fuese exactamente lo mismo, aunque eso sólo podría ocurrir en el mejor de los casos. Pero siempre tenemos dos polos totalmente diferentes a la hora de tomar decisiones, en la que una de ellas es la más correcta pero casi siempre la más dura, tan dura como ignorar por completo el arrepentimiento de Héctor y hacerle sufrir como se merecía, aunque tampoco había hecho nada malo, no estaban comprometidos ni mucho menos, pero nadie ha dicho que las ilusiones rotas no dañen al corazón.
El ritmo de la obra ralentizaba a la vez que sus pensamientos daban lugares a diversas conversaciones totalmente inventadas, que podrían darse en el momento en el que Héctor la viera e intentara saber su respuesta. Eran tantas, que imposible sería dar con la exacta, así que desesperada, miró el reloj, que marcaba el minutero en el once: a penas cinco minutos restantes para las cinco.
Repitieron el último pasaje una vez más y la profesora les aseguró que les salía a la perfección.
      -Chicos, tengo que comunicaros algo...Debido a que las fiestas las han adelantado, nosotros tenemos que adelantar la audición para el viernes.
      -¿Qué viernes?- preguntó más de uno al unísono.
      -Éste viernes. Ya sé que...
      -¡Profesora! ¿Este viernes? ¿Cómo puede ser? ¡Imposible!- Una marabunta de gritos incesantes surgió de repente en el salón.
      -¡Calláos! No es imposible. Tenéis que venir a ensayar los días que quedan. Tocaréis después de la orquesta de quinto y sexto. Además, os darán vuestros boletines y no tendréis que pisar el conservatorio hasta después de las vacaciones.
Pareció que el finalizar las clases antes de lo previsto los tranquilizó.- ¡No me defraudéis! Recordad: tenéis que venir vestidos de negro riguroso, evitad los cabellos sueltos para que no tengáis calor. Los violistas y violinistas, no os pongáis pendientes largos y sobretodo...¡Si os equivocáis, no hagáis caras extrañas! Seguid y nadie lo notará, de lo contrario, se enterará hasta el que esté sentado en el fondo del auditorio. ¿Está claro?
      -Sí...- se oyó claramente largo.
El grupo empezó a limpiar sus instrumentos, a desmontarlos, guardarlos en sus fundas y salieron de allí hasta que no quedar nadie dentro en cuestión de minutos.

Un tremendo cosquilleo en el estómago invadió a Júlia. Se sentía desorientada, no sabía adónde ir. Miró hacia el muro. Estaba repleto de gente. Gente que ensayaba los últimos minutos antes de examinarse, que hacía sus deberes de armonía, de lenguaje musical. Otros merendaban tranquilos mientras charlaban con sus compañeros, amigos...Pero ella sólo estaba allí para camuflarse, para evitar que el chico que le gustaba la viera, aunque no lo consiguió.
Lo vio salir. Primero, miró hacia todos los lados, se volvió a meter en el pasillo y volvió a donde estaba. Echó otra ojeada y entre tantas miradas, la vio sentada, disimulando al mirar hacia otro lado. Ella se sacó el móvil del bolsillo y lo vio por el reflejo de la pantalla.
Se acercó apresurado. Apenas a un metro de distancia, Júlia se levantó, dispuesta a marcharse. Ella tomó la decisión, pero su corazón no decía lo mismo.
      -Júlia, ven...ven.- La agarró por el brazo.
      -¿Qué quieres ahora? ¿Vas a presentarme a Lidia? Lo siento pero ya la conozco desde hace un par de meses.
      -No digas tonterías. Sabes perfectamente por qué te busco.
      -No sé nada. Yo no tengo nada que hablar, ¿y tú?
      -Júlia...Perdóname de verdad. Yo no sabía que esto iba a distanciarnos. Me siento incómodo al verte y no poder hablar contigo antes y eso me decepciona porque no soy así de...capullo. Quizás tú pienses que sí pero...si tan sólo me dieras una oportunidad, si me perdonaras...
      -No entiendo. No sé por qué te tengo que perdonar. ¿Que has hecho de malo? ¿Besarte con otra chica? Eres libre, lo sabes. Yo no tengo nada que ver en lo que hagas. Además, uno no pide perdón esperando una oportunidad o cualquier otra cosa. Cuando alguien pide perdón es porque realmente lo siente, lo que le diga la otra persona le tiene que dar igual. Así es como pienso yo. ¿Tú lo sientes?
      -Lo siento. Claro que lo siento. Te pido perdón porque he entristecido a la persona que más feliz me hace, la que me ha hecho pasar los momentos más increíbles de mi vida, por pequeños que fueran, porque verla dos minutos, me hacía sentirme bien toda la tarde. Porque es pequeña pero a mí me hace el más grande. ..Y que esté así de mal y no hablar con ella, me está volviendo loco. Tanto, que he llegado al punto de vigilarla sin que me vea por miedo a acercarme y sentirme rechazado, que lo entendería perfectamente. Y te lo pido a ti, porque tú eres esa razón y esa persona de la que hablo. Ya no es sólo por haberte hecho sentir mal y estropearte el año nuevo, sino por ti. No soy capaz de verte triste, de observarte mientras miras una y otra vez al móvil y yo, deseando enviarte un mensaje y verte sonreír, pero eso es imposible ya.
      -Entonces...el papel era tuyo. Lo sospechaba. Yo no sé qué decirte. En realidad, yo te perdono y por supuesto que quiero estar contigo como estábamos antes, pero tienes que entender, si no es que ya lo sabes, que tú... Me gustas.
      -Te entiendo perfectamente y podemos solucionar ese problema.
      -¿Entonces no hablaremos como antes?
      -No, hablaremos como nunca lo hemos hecho antes.- Corrigió.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Capítulo 19

Cuando Elena se quiso dar cuenta, el trimestre había pasado volando. Era marzo. El frío aun estaba presente aunque algunos días, el sol se asomaba tímido entre las nubes dando calidez al día y alumbrando cada calle de la ciudad.
Hacía dos semanas que una chica había empezado a ir a la hora de los recreos con Elena, Adri y los demás. Su nombre era Sabela, iba a un curso menos.
Todo esto se debió a un amigo rapero que tenían en común ella y Adri. Apenas hablaba, parecía vergonzosa, al igual que otro chico que se unió al grupo. Era el mismo que se había sentado con Elena el primer día de clase.
Los dos no hablaban casi nada con los demás, sin embargo, pareció que entre ellos congeniaron bastante bien, incluso a veces se alejaban y hablaban a solas.
En pocos días, todos empezaron a sospechar que el amor estaba en el aire y que no faltaba mucho para que alguno de los dos diera el siguiente paso. Sin embargo, Sabela empezó a relacionarse con Adri y enseguida compartieron confidencias.
        -Yo con mi novio, últimamente no me llevo muy bien. Llevamos un año y siete meses y desde que hicimos el año no paramos de discutir. Es muy pesado. No me deja tranquila. Me está enviando siempre privados larguísimos y empalagosos. Me agobia muchísimo que siempre me haga llamadas perdidas para que yo se las devuelva. Además... Luís y yo estamos hablando mucho y me parece interesante...
        -Osea, que en realidad, que te agobie tu novio es lo de menos, lo que pasa aquí es que te gusta Luís. ¡Elena ven! Necesitamos tu opinión.- Adri le contó a Elena lo que Sabela dijo.
        -Hombre, tanto como gustar...quizás sólo te atrae, pero si ves que va a más, deja a tu novio y no le hagas sufrir. ¿No?- Sabela la miró y se encogió de hombros.
        -Si ocurre algo nuevo ya os lo contaré. De momento seguiré con Marcos.

Dos semanas después ya no estaban juntos. Su atracción por Luís aumentaba con el paso de los días y su relación con Marcos ya empezaba a ser una rutina de la que se sentía tan atrapada, que sólo la salida era dejarle. Misteriosamente, esa noticia despertó algo en Luís, algo hacia Sabela de lo cual, todo el grupo se percató. Ya era sospechoso que hablaran muchas veces a solas en los recreos, pero ahora estaban más juntos que nunca.
Sabela contó cómo ocurrió todo.

Luís le dio su número de teléfono y siempre se estaban enviando mensajes. Dos días antes de dejarlo, Marcos le registró los mensajes y los leyó todos. Según contaba, él lo hizo porque le dijo que la notaba rara y distante. Al día siguiente, él no dejaba de preguntarle quién era ese y si le gustaba. Sabela no tardó en agobiarse y en decirle una excusa que no era muy adecuada y además no tenía la razón sobre el asunto como para aportarla: "Marcos desconfía de mí". Todos sabían que era más que cierto que ella sentía algo por Luís y Marcos tenía razones para desconfiar de ella. Si no lo hubiera hecho a tiempo, quizás Sabela podría haberle engañado. Por suerte o por desgracia para él, ya no tenía de qué preocuparse. No estaban juntos. Esto conmocionó al grupo y el tema de conversación giraba siempre en torno a Sabela y Luís y los chicos, no tardaron en empezar a gastar bromas.
         -Luís, ¿cuándo es la boda?- Luis siempre reía la gracia o hacía un corte de manga. Nunca se ofendía.
         -Sabe, ¡bésalo ya!- a veces ella se acercaba y contestaba.
         -Más quisiera yo. No sé que hacer para gustarle.
         -Lo que tenéis que hacer es quedar cuanto antes asolas. ¡Así uno no se puede confesar!
         -¡Eso es demasiado descarado! Me da vergüenza...


Júlia no hablaba con Héctor casi. Incluso él ya no hacía nada por comunicarse con ella. En el conservatorio apenas se veían. Parecía que se esquivaban mutuamente. A pesar de todo y desgraciadamente, no se lo podía sacar de la cabeza. Ahora estaba enamorada de verdad, y no precisamente lo hacía feliz.
Las clases de orquesta se hacían más insoportables. No aguantaba la presencia de Lidia. Su estupidez la ponía de los nervios. Sin saber cómo, se había enterado de lo que sentía por Héctor, y eso hacía que su orgullo por haber conseguido algo con él, subiera hasta las nubes.
Faltaba poco para la audición del segundo trimestre.
Las obras que la profesora había preparado estaban saliendo casi perfectas. Sólo faltaba ensayarlas un par de semanas más: las que quedaban.

De repente, un chico se le acercó a Júlia.
      -Oye, ¿eres Júlia?-Ella asintió, aunque estaba bastante extrañada porque no lo conocía ni siquiera de vista.- Pues tienes que ir corriendo a la clase de lenguaje musical. Creo que te has dejado algo y puede que te lo quiten.

Júlia salió corriendo hacia la clase y mientras pensó en aquéllo que supuestamente se había olvidado. Ella siempre lo recogía todo, nunca solía dejar nada en la rejilla. Entró en la clase y reviso una a una las mesas y abrió el armario que estaba en el fondo. Nada. No había absolutamente nada.
Volvió al aula de orquesta todo lo aprisa que pudo intentando llegar antes que la directora y con la mirada, buscó al chico que le había dicho eso. Ni siquiera estaba allí. Miro todas sus cosas. Estaban puestas de forma extraña. Parecía que alguien le había registrado algo. Abrió la mochila y lo sacó todo. No faltaba nada. Hojeó su libreta y miró lo que habían practicado: armonía, que se daba al año siguiente. La profesora quería que estuviesen bien preparados. Inesperadamente, un trozo de papel cayó al suelo suavemente.
Lo cogió y lo puso sobre el cuaderno pautado.
"No sé si podrás perdonarme. Si te pido que lo hagas es por una simple razón." Se quedó totalmente paralizada. Sólo una persona en todo ese centro podía pedirle perdón, y de esa manera. Sólo un chico. Sólo Héctor.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 18

Todos entraron en el comedor. Sacaron algo de bebida y pusieron el primer canal, en el que echaban muchas canciones. El ambiente estaba algo animado.
        -Samu, ven.
Él le hizo caso y salió con ella a la terraza.
La noche era bastante oscura. Hacía un poco de frío. Se oían voces de gente que gritaba, cantaba y de más por las calles o en otras casas. Los coches pasaban a toda velocidad. Grupos de amigos iban por la calle bien arreglados para acudir a la primera fiesta del año que para algunos, podría durar hasta dos días.
Los pobres barrenderos, no hacían más que dejar las calles en condiciones pero todo era en vano ya que nadie pensaba en su trabajo y mucho menos en su esfuerzo y en las mismas ganas de celebrar el año nuevo.
        -¿Cómo es que has venido?
        -Quería felicitarte el año, así que le pedí a Adri tu número de móvil y me lo dio. Luego iba a salir de casa y tenía algo de frío. Cuando fui a coger la chaqueta no estaba. Pensé un millón de veces dónde fue el último sitio en el que la llevé y me acordé de que ni yo fui el último en llevarla, sino tú.
        -Yo me di cuenta cuando llegué a casa, pero no tenía ni idea de cuál era tu Tuenti y mucho menos sabía de dónde sacar tu número, porque sabía que Adri no lo tenía. ¿De dónde sacaste el suyo?
        -El suyo lo saqué de otra chavala que la conocía. Los dos la tenemos como amiga en común. Y sobre lo del Tuenti...no me vas a encontrar.
        -¿Y eso? ¿Tienes un nombre raro? ¿O no me lo quieres dar?
        -No te lo quiero dar.
        -Pues entonces no te daré la chaqueta.
        -No me seas tonta, no tengo.
        -Ah, vale...aún así no te la daré.- Ella comenzó a reír.
        -Si no me la das, tendrás que cantar otra vez.
        -No, por favor. Te la doy. Voy a cogerla y a colgarla en la puerta, así no se nos olvidará.
Entró y se dirigió a la habitación. Abrió el armario y sacó la chaqueta y la olisqueó otra vez, pero por desgracia el olor a la colonia de Samu ya había desaparecido por completo.

Júlia llamó a Olga. Le dijo que estaba recogiendo un poco su cuarto y los restos de la cena para poder salir.
Media hora después, le hizo una llamada perdida para avisarle de que ya estaba abajo.
Júlia se despidió de su hermana y le dijo que se iban a una discoteca light y que volvería sobre las cuatro.
Al salir del ascensor, le vibró el móvil.
"Espero que en este nuevo año puedas hacer todos tus deseos relidad."
Era Héctor. Hacía tiempo que no hablaban, él estaba en segundo de bachiller y tenía muchos exámenes, además de eso, estaba en el último curso de conservatorio y se tenía que preparar para la prueba de acceso al grado superior, lo entendía perfectamente. Aun así, se alegró de recibir ese mensaje, que le dibujó una sonrisa en la cara que no se le quitaría en toda la noche.

Las dos amigas se esperaron en la acera esperando a que pasara un taxi, pero la mayoría estaban ocupados.
Al fin, lograron subir a uno que las dejó en la calle de la Estrella, en pleno centro.
Todo estaba abarrotado. El suelo estaba mojado de gente que sin querer, arrojaba la bebida al suelo, plagado de confeti. Había algún que otro antifaz de las bolsas de cotillón y serpentinas que ni siquiera se llegaron a lanzar.
Conforme se acercaban, el volumen de la música de la discoteca iba aumentando.
Había un guardia en la puerta que les pidió el carné y después de comprobar que su edad era la permitida en el local, les hizo una señal para que entraran. Suerte que las entradas eran gratis. Olga tenía bastantes amigos mayores que ella y siempre conseguían vales, descuentos y otras cosas por el estilo.

Recorrieron todo el local hasta encontrarse con sus compañeras de clase. Estuvieron charlando y bailando. Alguna que otra se tomó algo pero no en gran cantidad, mientras que la más recatada estaba sentada en un sofá con el móvil enviando mensajes de felicitación.
Olga agarró el brazo de Júlia y se la llevó hasta un grupo de chicos. Le iba a presentar al que a ella le gustara.
       -Mira Carlos, ésta es mi amiga Júlia.- se dieron dos besos.
Estuvieron un rato largo conversando con ellos. Para Júlia, la conversación estaba empezando a ser un tanto aburrida y no dejaba de girarse y de mirar quién entraba en el local.
Miró hacia la pista de baile.
Una muchacha estaba moviéndose exageradísimo mientras se acercaba a un chaval. Cogió su corbata y se lo acercó a ella. Le rodeó el cuello con sus brazos.
Hizo caso omiso y se incorporó a la conversación cuando al momento, Olga se le acercó al oído.
       -Tía...¿Ese de ahí no es Héctor? Se parece mucho. Gírate.
       -Qué dices...¿cómo va a ser...? Héctor... No.
       -¿Es él?- Júlia asintió.- Venga chica, no pasa nada, ni siquiera se han besado. -Júlia abrió los ojos como platos, tanto que casi mató con la mirada a su amiga, que tan sólo intentaba animarla, que sin saberlo, lo peor estaba apunto de ocurrir.-Em...No he dicho nada. Venga vamos con éstas...
       -¡Suéltame! No puede ser...Olga, antes me ha enviado un mensaje...Yo iba a estar feliz toda la noche y ahora...ahora sólo quiero morirme.
       -Aquí no va a morir nadie, nada más que la tonta esa, que como la conozca entonces sí que la mataré yo. Me voy a acercar disimuladamente.
       -Yo voy contigo.
Se aproximaron disimulando todo lo más que pudieron.
Júlia sentía que su corazón palpitaba tan rápido que le iba a estallar de un momento a otro. No dejaba de girarse para ver una y otra vez como perdía al chico de su vida, cómo sus ilusiones se rompían entre todo el alboroto de gritos y música, cómo una vez más, él le había decepcionado. Se sentía una estúpida al llegar a creer en algo que no iba a existir nunca y más aún, teniendo la prueba definitiva delante.
Miró a la chica, que al fin se despegó de su boca y la miró fijamente a los ojos tratando de averiguar quién era. Le sobraron segundos. Su corazón no estalló, pero si sus ojos, hundiéndose en un mar de lágrimas, mezclándose con el rímel, que ponía en cada lágrima el color negro, como el de aquella noche y como el de su vida.

Su amiga corrió hacia ella.
      -No te vas a creer quién es.- la vio llorar.-Ah, ya lo sabes...No llores, por favor, él no se merece que estés así. Tenemos que irnos de aquí, esto te está haciendo demasiado daño y ninguna estúpida te va a amargar la noche. Olvídate de Héctor, ¿me oyes? Olvídate.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo 17

Se levantó sobre las diez. El nombre de aquel chico fue el primer pensamiento que le vino a la cabeza: eso y que no lo iba a ver más a no ser que la magia del destino los hiciera encontrarse inesperadamente. Abrió las puertas del armario, que formaron una pequeña brisa. Elena notó algo. Era el olor de la chaqueta. No hacía falta magia, ni destino, ni encuentros inesperados. Tan pronto como Samu echara en falta la prenda, intentaría ponerse en contacto con alguien para llegar hasta Elena.

Las dos últimas semanas fueron exhaustivas. Tanto Júlia como Elena, se esforzaron todo lo que pudieron para obtener buenos resultados. Aunque Elena, dejó a un lado sociales y matemáticas ya que el suspenso era seguro y puso más empeño en las demás.
Último dia. La convocatoria para la recogida de los boletines de los alumnos.
Tal y como Elena predijo, los dos suspensos estaban bien reflejados en el boletín. Tenía que afrontar la bronca que le iba a caer aunque ella sabía bien, que en el primer trimestre era cuando daba el bajón y en los dos siguientes conseguía hasta dos puntos más en cada una. No se había esforzado lo suficiente desde al principio para sacar adelante esos dos cates, pero ahora sabía qué era lo que tenía que hacer durante el resto del curso y los objetivos que tenía que cumplir para mantener a sus padres satisfechos y que su vida social perdurara.

Cuando sus padres vieron los resultados, estaban sorprendidos, pero Elena ya tenía pensado qué iba a decirles.
       -Papá, mamá...Sé que estáis decepcionados conmigo, y lo entiendo, porque no estáis acostumbrados a estas notas en mí, pero yo no conocía la táctica de los profesores y además hay bastante diferencia entre el nivel de allí con el de aquí. Os prometo que no habrá ningún suspenso más en lo que queda de curso y que me esforzaré todo lo que pueda...-su madre la interrumpió.
      -Más te vale cumplir lo que dices, porque de entrada ya te has quedado sin móvil y sin internet. Si la gente quiere algo de ti, que te llamen a casa o que vengan a verte, porque tampoco vas a salir.- su padre intervino.
      -Es más, quiero que estés estudiando sociales y matemáticas durante estas navidades. Sé que las matemáticas no te gustan, pero ¿sociales? no lo entiendo. El año pasado sacaste muy buena nota.
      -Porque el año pasado era geografía, no historia.
      -Me da igual.- Sacó el móvil y usó la calculadora para averiguar la media.- Tienes una media muy baja. Un seis con uno. Quiero que a final de curso tengas como mínimo un siete. Tengo dos trimestres para pensar tu castigo si no haces lo que te digo.
      -Vale. Te prometo que sacaré eso o más. Yo sé lo que hago y cómo es para mí un curso. Siempre me pasa lo mismo: empiezo floja y luego doy el subidón.

Cumplió el trato que hizo con sus padres consiguiendo así amenizar el castigo y al menos conseguir tener internet otra vez. Cada vez se aproximaba más el último día del año. Pensó en todo lo que dejaba atrás. Todas las cosas que había aprendido. Todo lo que había sucedido. Ese era el año en el que se separó de sus amigos y familia. Se acordó de todas las personas nuevas que había conocido, como Adri. Se alegraba tanto de tener una amiga así, le ayudaba en todo lo que podía y en lo que no. Sabía hacer que cada una de las tardes que pasaban juntas fueran inolvidables y agradecía toda la confianza que depositaba en ella conociéndola desde hacía tan poco. Se acordó de las peleas que tuvo y de toda esa gente que intentó hacerle daño y solamente se quedaron en el camino y que, además de eso, también le hicieron reír al ser tan patéticos. Se le acumularon tantos momentos, que no pudo evitar que se le humedecieran los ojos.

El vestido negro le venía un poco corto y por si no fuera poco, las lentejuelas que tenía irritaban la piel de Elena, obligándola a rascarse por todos lados cada dos por tres. Finalmente, pensó que era el último día del año y que ningún picor ni cualquier tontería, por pequeña que fuera, iban a estropearle el momento.

La cena fue bastante abundante. Su madre estuvo demasiado tiempo preparándola y tuvieron que cenar aprisa pero aun así, el pollo en salsa y los huevos rellenos estaban deliciosos.
En la primera cadena, anunciaban desde la Puerta del Sol, que quedaban apenas diez minutos para dejar atrás el nuevo año y el presentador explicó como funcionaba el reloj y rogó a todos los espectadores, que no confundieran los cuartos con las doce campanadas. Parecía increíble que después de tantos años, aun hubiera gente que se equivocara. Más que increíble, gracioso.

Maca echó algo de cava en las cuatro copas que habían sobre la mesa. En la televisión, se apreciaba perfectamente la alegría y la euforia de la gente a través del barullo que formaban.
El presentador anunció el último minuto y dio recapituló los pasos que se debían hacer para comerse correctamente las uvas. Bromeó diciendo que nadie se atragantara.
Bajó la bola dorada.
      -¡El carrillón! Atentos porque ahora no van las campanadas. ¡Van los cuartos! No coman uvas aún.
El reloj marcaba las doce en punto y sonaron cuatro campanadas algo agudas. El presentador tomó las uvas en mano.
      -¡Ahora sí!
Seguramente casi todo el mundo a esas horas estaba haciendo exactamente lo mismo. Doce uvas. Una por cada campanada para conseguir esa suerte que todos deseamos tener en la vida. La que necesitamos todo el tiempo y en cada situación, la que envidiamos pero nunca la que querríamos prestar a alguien que quizás la necesite más.

Acto seguido, Elena envió un mensaje a todos sus amigos. Llamó a Adri y a un par de personas más para pasar la noche ya que sus padres se iban a celebrarlo fuera de casa.
Mientras esperaba, recogió los platos. Júlia apareció por la puerta de la cocina con el móvil de Elena en la mano.
       -Es para tí.
       -¿Para mí? Pero si ya he llamado a Adri...¡qué cabeza tiene! No se entera ni de lo que le digo...¿Qué pasa?-Júlia se fue hacia el baño. Elena se acercó el teléfono al oído.
       -¿Te acuerdas de mí?
       -Mmm...No sé quién eres. No tenía ni este número.
       -Pero en cambio si que tienes otra cosa.
       -¿Cómo?
       -Mi chaqueta.
       -¿Samu?
       -El mismo. Feliz año nuevo.
       -Lo mismo te digo. ¿Cómo tienes mi número?
       -Digamos que tu amiguita Adri es muy buena persona.
       -¡Anda! ¿Y cuándo te voy a dar la chaqueta?
       -Ahora mismo.
Un pitido interminente y suave. Le había colgado. Elena se quedó mirando el teléfono abobada y se apresuró en guardar el número en la agenda, cuando de repente, sonó el timbre de casa.
Era Adri con más gente. Entraron todos y cuando fue a cerrar la puerta, una fuerza mayor que venía de fuera se lo impidió. Samu. Se quedó totalmente paralizada.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Capítulo 16

Estuvieron charlando un largo rato sobre el instituto, los exámenes, los padres, las broncas...los amores.
El chico contó que hacía poco que lo había dejado con la que era su novia porque uno de los chavales que estaba presente aquella misma tarde quedó con ella y se besaron. La chica, supuestamente, dejó de hacerle caso desde ese día hasta que le llamó para sincerarse y contarle lo que había ocurrido. Él, no podía creer lo que le estaba diciendo y después de todo lo que había hecho por ella, cómo era posible que le hubiera engañado de esa forma y lo que era peor, con su amigo, el cual le pidió perdón más de veinte veces y al que finalmente perdonó.
       -Así que por ahora paso de chicas.
       -Pues, ¡a por los chicos!
       -No, payasa. Paso en el sentido de que no voy a meterme en ninguna relación más o menos estable. Pero mientras, ya caerá alguna...
       -Sí, bueno, eso es lo que tú te crees.
       -¿A qué quieres que te invite?- cambio repentino de tema.
       -No lo sé. Según tu presupuesto.- rieron.
       -Si fuera verano, te invitaría a un helado como típico que es, pero ahora en diciembre no sé.
       -Ah, has sido tú el que has propuesto eso, ¿recuerdas?
       -¿Cómo echas en cara, eh? Déjame pensar, podemos tomar algo en un bar de por aquí.
       -Venga, voy donde tú me lleves.
Empezaron a caminar a lo largo de la avenida. Cientos de coches pasaban por allí y cada vez que Elena veía uno rojo en movimiento, el corazón le latía el doble de rápido pensando que podrían ser sus padres. Llegaron a un callejón algo oscuro que únicamente estaba iluminado por un letrero neón verde y rosa en el que se leía "Drinkin' Night".
Entraron. Todo estaba bastante tranquilo. El local era bastante amplio. Casi todos los sofás y paredes que había eran de color blanco. Una luz azul claro se repartía por todo aquél sitio, lo que hacía que fuera más relajante aún.
Se sentaron en la barra que había en la derecha.
Samu se pidió una cola con ron e invitó a Elena únicamente a un refresco de naranja. Mientras, charlaron.
Al terminar, él se levantó y le extendió el brazo. Ella dejó la chaqueta en el sofá que había al lado.
La música era lenta, suave, para dejarse mover con los ojos cerrados y balancearse al ritmo que marcaba.
Samu se dejó llevar por el momento y posó sus manos sobre la cintura de Elena a la vez que ella las suyas alrededor del cuello. Él, se acercó a ella hasta que sus cuerpos quedaron pegados. Poco a poco, Elena bajó la cabeza hasta apoyarse en su hombro. Poco a poco, pareció que la gente que les rodeaba estaban desapareciendo y que solamente estaban ellos en aquel lugar. Ambos cerraron los ojos. Estaban flotando.
De repente, un chaval algo mayor que ellos, los empujó sin querer. Parecía que estaba buscando a alguien.
Los dos se miraron por lo que acababa de suceder y empezaron a reír.
      -Menos mal que nos ha interrumpido.
      -¿Menos mal? ¿Iba a pasar algo malo?
      -Hombre, malo no sé. Pero que no quiero que me pase otra vez lo mismo.
      -¿Lo mismo? Ven, sentémonos y me cuentas.
Elena le contó lo ocurrido con su vecino meses atrás. Samu lo entendió todo.
      -Ah, tranquila, si lo que necesitas es tiempo, yo te doy todo el que quieras.
      -No es que necesite tiempo, lo que yo quiero aparte de eso es conocer más gente y sobretodo, saber cómo son.
      -Ya, te entiendo. A mí desde que mi ex me hizo aquello, no confío tanto en las personas que conozco.- Mientras él le dijo eso, ella se miró el reloj.
      -¡Joder! Vamos corriendo al instituto. Adriana me estará esperando. Ni me he acordado de avisarle.-Cogió la chaqueta de Samu y se la puso apresurada. Él ni se acordaba de que era suya.
      -Venga, rápido.
Caminaron todo lo más que pudieron y en un cuarto de hora llegaron a la placita que estaba en frente.
Adriana la vio llegar. Parecía un poco cabreada.
      -Elena, tía, ¡mi padre va a llegar ahora mismo! Le he dicho que viniera un poco mas tarde por ti. Si no llegas a estar aquí, ¿qué le tendría que haber contado? Además, tienes que llegar puntual a tu casa, sabes que si no es así te pueden pillar.
      -Perdóname, anda.- Se le acercó al oído.- Te tengo que contar.
      -Ya, he sospechado que hay novedades...-Se rieron.-Mira, por ahí llega.
Elena se volvió para despedirse de Samu. Estaba sentado en la fuente. Se dirigió hacia él y le dio dos besos. Al girarse, le agarró de la mano.
      -Me he dado cuenta de que no nos vamos a volver a ver. He oído la conversación y por lo que parece, estás aquí a escondidas y he deducido que vives algo lejos. Me lo he pasado muy bien.
      -Sí, la verdad es que no vendré mucho por aquí. Deduces bien: vivo lejos.
      -Espero encontrarme contigo algún día por casualidad.
      -Yo también. Encantada de haberte conocido.- Se sonrieron mutuamente.
Se volvieron a dar dos besos.
Elena corrió hacia su amiga que estaba esperándola en el coche con la puerta trasera abierta. Se metieron dentro. El padre de Adri arrancó y avanzó.
Miró por la ventana. Allí estaba Samu. Sentado, siguiendo con la mirada al coche.
      -Estás embobadísima por lo que parece. No quiero saber qué ha pasado...
      -Sí...embobadísima...yo...te cuento...tranquila.- Dijo con una voz suave.
      -Lo que yo te diga...¡Ja, ja, ja! ¡Tierra llamando a Elena!
      -¡Ay, tonta! Mañana te cuento con todo detalle.
      -Así me gusta.
Tardaron poco más de diez minutos. Elena se despidió de su amiga y fue corriendo hasta el portal. Iba a llegar justo a tiempo. Sus padres no sospecharían nada y todo saldría a la perfección.
Subiendo por el ascensor, se miró en el espejo y se percató de algo. Llevaba la chaqueta de Samu.
Pensó durante los cinco segundos que le quedaban  hasta que el ascensor abriera la puerta.
Se quitó la chaqueta y la dejó detrás de la planta que había en la esquina del rellano.
Introdujo las llaves en la cerradura y entró.
Saludó a sus padres y a su hermana. Tras cinco minutos, se aseguró de que no iban a salir de las habitaciones en donde cada uno estaba. Abrió la puerta sigilosamente y cogió la chaqueta de donde la había dejado.
Cerró con el mismo cuidado la puerta. Tirando de la manilla para que no golpeara. Nadie se había enterado.
Entró en el cuarto de baño y la dejó dentro de la bañera. Corrió la cortina. ¿Quién iba a sospechar que ahí dentro iba a haber algo?
Después de cenar, se puso una alarma a la una de la mañana, hora en la que se despertaría mientras todos estarían durmiendo y guardaría en la parte de arriba del armario la prueba infalible de que no sólo había estado con Adri.
Así lo hizo. Antes de guardarla, le vino el olor a la colonia de él. Cerró los ojos. Parecía que estaba justo al lado suyo.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Capítulo 15

No quedaba ni rastro de aquel calor veraniego. Era diciembre.
Quedaban dos semanas para los exámenes finales del trimestre y Elena estaba más que segura de lo que iba a pasar teniendo un tres en sociales y otro en matemáticas. Sus padres la castigarían hasta el fin de los días y llegaría un momento en el que no sabría ni lo habría en el exterior.
Lo peor de todo, es que las demás asignaturas las llevaba con buena nota, pero de qué iba a servir si nada más ver los dos suspensos a sus padres les daría igual lo que tuviera en las demás. Eso hacía sentir bastante mal porque no estaba motivada, era la sensación de haber suspendido todas las asignaturas. No entendía nada. Prefirió dejarlo para el siguiente trimestre. Para que la media le diera aprobado tendría que sacar más de un ocho en cada una, eso era algo imposible.
Latín. Adri se acerca a Elena.
       -Tía, tengo plan para hoy.Van a venir unos amigos míos de la playa, si quieres conocerlos...Ellos son de aquí y casi nunca quedo con ellos, sólo en verano porque van al mismo sitio que yo. A la mayoría les conozco desde que eramos mocos. Iremos al centro, es tipo una fiesta.
       -¿Al centro? Qué va tía, ni de coña, no me dejan.
       -¿Qué más da? Di que vas al cine. Además nos lleva mi padre.
       -Bueno, yo te llamo después y te digo. ¿Qué haremos?
       -Me han dicho que su instituto tiene en la planta baja una habitación muy grande con sofás, futbolines, karaoke...¡de todo!
       -¡Vaya instituto!
       -Es privado, ya te puedes hacer una idea.
La profesora dejó los libros y el bolso sobre la mesa. Todo el mundo se quedó en silencio mientras pasaba lista. Las siguientes clases fueron más amenas. En la mayoría empezaron los temas que iban a entrar en el último examen.
Antes de llegar a casa, había pensado su respuesta. Antes o después, la iban a castigar. Decidió que lo mejor era aprovechar el tiempo que le quedaba. Tenía que planearlo todo sin que se escapara ningún detalle. Calculando que si el padre de Adri las llevaba en cinco minutos, se ahorrarían la media hora de autobús hasta el supuesto cine que ida y vuelta, sería una hora, más una hora y media de película y media más de cena, sumarían un total de tres horas, eso sí: en el centro.
Su madre se lo creyó todo.

Cuando subió en el coche, le llamó diciendo que había cogido el bus. En media hora la tendría que llamar diciendo que iba a entrar en el cine y el móvil lo tendría apagado para que no le sonara. Sería perfecto porque habrían menos posibilidades de que la pillara estando incomunicada.
Llegaron a una plaza. Allí había un grupo de chavales, bastante bien vestidos acompañados por una chichas del mismo estilo. Algunas llevaban hasta tacones.
Entre ellos había una pareja incluso.
Los demás chicos, eran bastante monos desde el gusto de Elena.
Se fijó concretamente en uno. Era alto y algo delgado. Llevaba unos vaqueros claros y una chaqueta tipo sudadera negra. Era algo blanco de piel y tenía los ojos negros. Su mirada era profunda. Sus dientes, perfectamente alineados. No tardó nada en saber su nombre.
      -Samu, tío, ven aquí que te enseñe un vídeo.- le llamó un amigo suyo, bastante guapo también aunque era un poco más bajo y con un par de kilos más. De repente, estallaron de la risa.
Entraron en el instituto, que más que eso, parecía una urbanización. Llegaron a la famosa habitación.
Era bastante amplia. Había hasta una televisión de pantalla plana con CD's de Singstar. Eso sería lo que Adri le dijo que era el karaoke. En una esquina había un futbolín. Varios sofás estaban repartidos por todo el lugar. Había una nevera con bebidas y una máquina de aperitivos. Aquello era fantástico.

Hicieron dos grupos para cantar. Elena y Adri estaban juntas con más chicos y chicas. En el equipo contrario estaba Samu. Pulsaron el boton de popurrí y salió la canción Volverá de El Canto del Loco, entre otras.
En seguida empezaron a cantar por turnos tal y como señalaba el juego y como cosa del destino, Elena tuvo que cantar a la vez que Samu. Durante el tiempo que estuvieron cantando, se miraron varias veces y en cuanto tuvieron que pasar el micro, se acercó a la oreja de Elena.
       -No te flipes, rubita, que he cantado mejor que tú.
       -Tú dirás lo que quieras pero yo he sacado más puntos y vamos en cabeza.
       -Bueno, eso es ahora, pero tu equipo perderá.
       -No, perdona, el mío ganará.
       -Venga, apuesta. Mejor, apuesto yo a que si gana el tuyo, nos salimos de aquí y te invito a algo. Si es al revés...pues ya verás tú que haces.
       -Si gana el tuyo dudo que pueda hacer lo mismo que tú porque no me conozco esto. Si quieres te canto una canción y de paso dejaré claro que canto mejor que tú aunque mi equipo pierda por los demás.- él le guiñó el ojo.
       -Hecho.- Se dieron un apretón de manos.
Después de una larga partida de pase de micros y las miradas desafiantes entre Samu y Elena, el equipo de ella iba perdiendo con quinientos puntos menos que el de él. La única oportunidad que tenían de remontar era que el chaval del equipo de Elena hiciera perfectamente el solo último que le tocaba. Desafortunadamente, le faltaron diez puntos para alcanzarlos. Se acercó a ella, en tono chulesco.
       -¿Ahora qué? Me tienes que cantar.
       -No pienso hacerlo.
       -Lo siento, pero es lo que tienes que hacer, has sido tú la que has propuesto eso.- Empezó a gritar a todos.-¡Oigan todos, vengan aquí! Nuestra amiga...-Puso la mano en puño como si fuera un micrófono en su boca.- ¿Cómo te llamas querida amiga?
       -Elena.
       -Nuestra amiga Elena, nos va a deleitar con una preciosa canción que ella misma escogerá para mayor sorpresa nuestra, ¡denle un fuerte aplauso!-Adri se quedó alucinada.
       -Te odio...-Elena tragó saliva. Pensó en qué canción cantar. Decidido.- Te la voy a dedicar y todo...-Volvió a tragar saliva. Todo el mundo la estaba mirando. Respiró hondo. Al fin, salió una melodía con letra en un hilo de voz.- Me acuerdo y pienso en el tiempo que llevábamos sin vernos, dos niños pequeños que lo sentían todo y que sigo sintiendo hoy por ti. Recuerdos que tengo y no entiendo que dejáramos de vernos, buscando en mil besos que no son nuestros besos, deseo estar contigo hasta morir...- De repente, Samu cortó a Elena.
        -¡Venga, ya está! No te motives, quizás si hubieras cantado tu toda la partida nos habrías ganado, pero no te preocupes mujer, me gustan las canciones dedicadas. ¡Un fuerte aplauso para la señorita!
Todos empezaron a aplaudir, silbar, reír y de más.

Adri salió corriendo hacia Elena. No se podía creer lo que acababa de hacer. Le acompaño al baño y estuvieron charlando un rato. Al salir, Adri se fue con dos amigas y Elena se sentó en el sofá, viendo como la demás gente seguía cantando en otra partida nueva. Samu se le acercó.
        -¡Eh, amiga! ¡Cantas bien! Mira, en realidad me das pena. Si quieres nos podemos salir y te invito a algo. Después del mal trago que te he hecho pasar. Piensa que a lo mejor invitarte a algo puede ser un mal trago para mí...-Bromeó.
        -¿Tú siempre eres tan tonto? Además, no voy a ir a ningún lado con alguien que ni siquiera sé cómo se llama.
        -Te veo interesada, eh. Samu, me llamo Samu.
        -Ya lo sabía, lo he oído antes.
        -O sea, que lo del nombre era una excusa.
        -Puede. ¿Vas a invitarme o qué?
        -Venga, levántate.
Los dos salieron fuera. Hacía un poco de frío. Elena se detuvo a pensar un instante. No sabía qué hacía ahí fuera con ese chico, que le había invitado a saber a qué con total normalidad. Empezaron a caminar y salieron    por la puerta del instituto. Ella empezó a frotarse los brazos intentando entrar en calor. Él la vio y le prestó su chaqueta.
        -¿Ves? No soy tan tonto como creías.

martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo 14

El día estaba un poco nublado, pero algunos rayos de sol se colaban entre las nubes. Júlia no se quiso acercar, se esperó hasta que él llegara a donde estaba ella. Estaba guapísimo, como siempre. Llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros. Conforme se iba aproximando, se percató de que llevaba un collar de estilo surfero. Eso le hacía más atractivo. Si supiera todo lo que ella pensaba de él, se quedaría alucinado. Le dio dos besos.
      -¡Hola! Qué guapas tus zapatillas, eh.
      -Sí, bueno...están un poco sucias.- Ahora le cogió un mechón de pelo.
      -¿Qué te has hecho?
      -Planchármelo un poco.
      -¿Para qué? Estamos en un parque, no te va a ver nadie.
      -Tú si me ves.-Entraron por fin y empezaron a seguir el camino.
      -¿A dónde vamos?
      -¿Has estado aquí alguna vez?
      -En verano estuve por esos bancos que hay ahí pero no he llegado a ir más lejos.
      -Pues entonces espera, voy a darte una sopresita...-Se puso tras ella y le tapó los ojos.-Tranquila, confía en mí.
Y tanto que confiaba en él. Aquello que estaba pasando era lo más increíble que le había sucedido desde que se conocieron. Las hojas que habían en el suelo, estaban secas a causa de la temprana llegada del otoño y crujían al pisarlas. Oír el sonido de sus pasos a la vez que los suyos y sentirlo tras su espalda, la tranquilizaba, sabía que estaba con ella. Anduvieron al menos durante veinte minutos. Júlia se burló de él porque le empezaron a sudar las manos.
       -Ya hemos llegado.- Al fin, la dejó ver.
Estaba frente a un lago. Un lago precioso, lleno de juncos y de patos varias clases. El sol, se estaba poniendo y el color naranja del ocaso empezó a intensificarse sobre las ondas que habían en el agua. Nunca en la vida olvidaría aquello. Tampoco a Héctor.
       -¡Qué bonito!
       -¿Has visto?-Héctor se acercó a la orilla y toco el agua.-Aquí te puedes bañar. El agua no está muy sucia, es más el color que lo que hay realmente. Hay pececitos que te hacen cosquillas en las piernas.¿Sabes qué es lo mejor de todo? Que no te llega a cubrir.
       -Me parece muy bien pero yo ahí no me meto ni loca.
       -¿Estás segura?- La cogió en brazos y la apoyó en su hombro acercándose otra vez a la orilla. Júlia empezó a gritar y patalear.
       -¡No, no, no! ¡Suéltame!- La estaba aproximando cada vez más. De repente, él se sentó en el suelo apoyándo la cabeza de ella sobre sus piernas.
       -¡Ja! ¿Qué creías? ¿Que te iba a tirar? Así con ropa no, mujer, que me da pena que tu madre la tenga que lavar.-Júlia le pellizcó en el brazo.-¡Ah! No me hagas eso que me duele, tonta.
       -Es que si no te doliera no lo haría, tonto.-Dijo en el mismo tono que él.
Se hizo el silencio. Para nada incómodo. Ella estaba intentando averiguar qué era lo que él miraba con tanta atención. Estaba como hipnotizado. Miró a otro lado, luego, a otro. Cerró los ojos y echó la cara hacia arriba. Una suave brisa agitó su cabello rubio, que parecía dorado con los reflejos del sol. Júlia pudo ver lo perfecto que era. Se sentía como si estuviesen saliendo de verdad. Sí la mirara y le dijera que sentía lo mismo, quizás ya nada del mundo le importaría, al menos, en aquél momento. Repentinamente, él bajó la cabeza y la miró, lo que hizo que ella se asustara un poco. Le sonrió y empezó a tocarle el pelo. Estaba suave y liso, así era más apetecible.
       -Si no quieres que te lo toque dímelo, es que yo tengo esa manía.
       -No, no me importa, me relaja.-Se quedó quieta sin hacer nada por un minuto, luego, levantó los brazos y empezó a bromear tapándole la cara.
       -Ahora me ves, ¡ahora no me ves!- Él contestaba con la voz ahogada por tener las manos de ella cubriéndole parte de la boca.
       -¡Déjame verte!
       -No, no te dejo.
       -¿Por qué?-utilizó un tono de pena irresistible. Júlia se mordió el labio inferior.
       -Porque...no quiero porque eres tonto.-De forma imprevisible, él cogió ambas muñecas y se acercó hacia ella, a un palmo de distancia de su cara.
       -Soy más tonto de lo que tú crees.-Júlia no supo que decir hasta que se le ocurrió algo.
       -Ya lo sé, pero ya no quería llegar a ofenderte tanto, ¡ja, ja, ja!
       -¡Eres una petarda!-Empezó a ponerle los dedos por la barriga haciéndole cosquillas. No pararon de reír. Sin que se dieran cuenta empezó a oscurecer.
       -¿Sabes qué Jotadé?
       -Dime.
       -Que en toda la tarde no te he llamado Jotadé. ¡Es broma!- Se paró un segundo.- Que me lo he pasado muy bien contigo. No sólo hoy, las veces que he estado contigo he estado muy a gusto. Eres como una niña mayor, lo único que te diferencia es la edad.-Ella se quedó callada.-Bueno...¿tú te lo has pasado bien?
       -¿Yo? Sí, sí. Me ha gustado mucho la sorpresita...Mira como está.-Señaló al cielo.-Mejor volvemos, ¿no?-Héctor asintió.
Tuvo el detalle de acompañarla hasta su portal.
Se despidió de ella con un fuerte abrazo y dos besos en cada mejilla. Júlia entró dentro y dejó la puerta entornada viendo cómo se iba hasta que giró la esquina. Se apoyó en el ascensor. No cabía en ella de la ilusión que tenía por la tarde tan especial que había pasado con él. El chico que le gustaba. El chico perfecto.

lunes, 29 de agosto de 2011

Capítulo 13

      -¡Qué fuerte!- Olga se puso la mano en la boca.-¡Esto es muy fuerte! No te ha besado porque es tonto, pero te vuelvo a repetir que poco le queda para que lo haga. No puede resistirse a tus encantos, si no, no la habría dejado plantada de esa manera.
      -Que no, tía. Tú ves cosas donde no las hay. No ha pasado nada. Lo único fuerte es eso, que la ha dejado plantada por mí, pero de ahí a que nos besemos hay un abismo.
      -¡Tú estás tonta! Hazme caso, ya verás.
Estuvieron debatiendo sobre lo que podría pasar. En varias ocasiones se hicieron un par de fotos con el móvil de Olga. Pasó otra hora. Héctor iba a salir otra vez.

Quince minutos después, aún no aparecía. Veinte. Treinta. Júlia se estaba desesperando. Tenía una pequeña esperanza, pero ni siquiera eso sirvió. No pudo despedirse de él. Tal vez ahora estaría con la chica esa. Se asomó al pasillo. Una chica morena intentaba sacar a alguien del aula. Era ella. A quien estiraba del brazo parecía resistirse. Finalmente, se rindió. Héctor. Empezaron a charlar. Júlia se quedó paralizada. Se dio la vuelta y fue a buscar a su amiga. Estaba cabreada. Sacó el móvil del bolsillo y llamó a su madre para que la viniera a recoger. Olga, vivía cerca de allí y se marchó por su cuenta.
      -Habéis salido antes de lo previsto.
      -Lo sé...-Contesto breve. Estaba como deprimida. Decepcionada.

Empezaron a caer gotas del cielo que se estampaban con los cristales del coche. Se quedaban allí pegadas. No se movían, hasta que el coche arrancó y comenzaron a recorrer el vidrio de las ventanas. Aquello anunció el fin de ese calor veraniego tan insoportable. Júlia siempre había escuchado que cuando llovía era porque los ángeles lloraban por algo injusto, y con razón. No se merecía eso. Estar esperándolo para nada. Para que una chica más mona y más mayor lo coja del brazo y le se lo acerque. Las gotas de los cristales iban bajando por el cristal poco a poco al igual que una pequeña lágrima de Júlia se precipitaba al vacío. La lluvia, empezó a ser más fuerte. Júlia miraba los coches pasar. Las luces hacían destellos por el agua que caía. No oía nada. Se sentía como en una burbuja. En la radio, empezó a sonar una canción. Una guitarra, ese suave sonido al pulsarlas con los dedos, la envolvió. De repente, algo le llamó la atención: el estribillo. Era la canción que Héctor le había tocado. Sonrió por un segundo sin saber por qué. Aquello no podía ser una casualidad. Se emocionó y rompió a llorar otra vez.

En el ascensor, se miró en el espejo. Tenía los ojos un poco hinchados y rojizos. Su hermana iba a saber que había llorado. Entró en la habitación y dejó la mochila sobre su cama. Elena la vio y no tardó ni un segundo en preguntar qué había pasado.
      -Me he quedado alucinada con lo de la radio, pero una cosa te digo: no llores. No vale la pena, ¿me estás escuchando? No vale la pena. Te voy a decir algo: creo que a ese chaval le gustas. No sé. Es un presentimiento. Por todo lo que me has contado, parece que está muy encima tuya y dejó plantada a esa imbécil por ti, Júlia. Eso no lo hace cualquiera. La mayoría de los chicos, si pueden pillar, lo hacen. No desperdician las oportunidades. En cambio, el la rechazó y estuvo contigo. Pero no llores, porque si ahora mismo te viera esa, se reiría en tu cara. ¿A que no quieres eso?- Júlia negó con la cabeza.- Pues ya está. Enséñame su perfil.- Júlia introdujo su nombre en el cuadro de búsqueda.- Vaya, vaya...no veas con el guitarrista, ¡eh! Parece un modelo tía...
      -Mira, ésta es la niña, tiene el perfil público.
      -¡Qué horror! Ahora enserio.- señaló a la pantalla.- ¿Esa se cree que va a conseguir al guitarrista? ¡Ni de coña!- Las dos hermanas empezaron a reír. Su madre las llamó a cenar y al menos Elena, se acostó en seguida de haber terminado. Júlia, se quedó repasando sociales.

Examen de sociales. Ahora Júlia se arrepentía bien de haber perdido la tarde anterior pero no de lo que ocurrió aunque lo estropeara todo la chica esa. Sonó el timbre. Algunas preguntas estaban incompletas pero no le había salido mal del todo. Al menos se merecía un suficiente, un notable sería demasiado pedir.
Olga entregó el examen y corrió hacia la mesa de su amiga para hablar sobre el día que habían pasado.
      -Tía, qué mal. Es que vamos...¡como la vea no sé lo que le hago!¿Por qué tiene que meterse por el medio? ¡No puede quedarse en su casa?
      -Olga...tenía clase.
      -¡Me da igual! ¡No se puede dejar a los cerditos sueltos por ahí!-Júlia soltó una gran carcajada. Olga sabía bien cómo hacerla reír.-Bueno, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a hablar con él? ¿Vas a decirle algo?
      -Hablaré con él pero no le diré nada de eso. Esperaré a que me saque el tema él y si no lo hace, pues no sé...¿Qué tal el examen?
      -La parte de la teoría bien, pero el mapa...¡un desastre! La próxima vez haré una foto con el móvil y lo usaré de chuleta.
      -¡Qué buena! Pero si te pillan, la cagarás.
      -Lo sé. Bueno, yo me lo estudiaré y si no se me queda, pues recurriré a eso.- dijo con un tono de sabiduría. Empezaron a reír.
Recogieron las cosas y se sentaron en la mesa. Aunque el timbre hubiera sonado, la profesora no les dejaba marchar hasta que ella lo dijera. Al minuto, movió la cabeza hacia el lado y todos empezaron a estamparse desesperados por salir unos antes que otros.

Se conectó en el chat del móvil. Ahí estaba él. Recogió su cuarto y lo dejó puesto esperando a que alguien le hablara. Cuando terminó, lo comprobó.
       -¡Hola fea! Tengo que decirte una cosa...-Era él. En realidad no tenía nada de ganas de contestarle, pero  no podía desaprovechar esa oportunidad. Tampoco fue tan grave lo que ocurrió. Empezó a darle pena. Al fin, le contestó.
       -Hey. Cuéntame.
       -Ayer la pesada consiguió estar conmigo. Empezó a hacer la payasa intentando sacarme de la clase. Me arañó con la uña y al final salí. Espero que no te enfades.
Ya que él le había contado lo ocurrido, ella también se propuso hacerlo.
       -No te preocupes, os vi.- Se dio cuenta de que a él no le cuadraría por qué estaba todavía allí si sólo tenia que ir a por unas partituras. Pensó una pequeña mentira con la que arreglarlo todo.- Me aburría, no tenía ganas de ir a mi casa. Llamé a una amiga y estuvimos charlando. Me asomé para ver si te veía salir o algo, pero no. Lo que vi fue lo que me has contado ahora.
       -¿Me estabas esperando?
       -Sí.
       -Ja, ja, ja. No puedes resistirte a mí.
       -Si, tienes razón. Fíjate que viviendo aquí al lado no te he dicho ni una vez de quedar por aquí abajo. Estoy totalmente enamorada, eh...
       -Pues mira, no me vas a quitar la razón. ¿Te bajas? Si no tienes nada que hacer, claro...
       -Mmm, espera que piense...Bueno vale, pero sólo porque estoy súper enamorada de ti, eh... ¡Ja, ja ja!
       -Vale, vale...Quedamos en el parque en veinte minutos.-Júlia fue a contestarle pero no le dio tiempo. El ya se había desconectado.
Empezó a dar saltos de alegría por toda la habitación. Corrió a lo largo del pasillo hasta llegar al salón. Se lo gritó a su hermana, que estaba viendo la televisón.
       -¡Elena! ¡Me ha dicho de quedar, me ha dicho de quedar!
       -¿Qué? Espera, ¿el guitarrista? ¿Cuándo?- Estaba muy sorprendida.
       -En veinte minutos, ¿a que es increíble?
       -¿Y qué haces que no te arreglas?- Júlia dio dos saltos más y aplaudió. Corrió hacia el aseo y empezó a pintarse. Se planchó un poco el cabello. Tampoco mucho porque ya era algo lacio de por sí.
Salió diez minutos antes. No quería retrasarse de ninguna manera. Ella se esperó en la puerta del parque porque no especificó ningún lugar en concreto. Un chaval, alto, venía caminando a lo lejos. Era él.

Capítulo 12

Al fin. Miércoles por la tarde.
Estaba algo estresada por el día que había tenido en el instituto. No le había dado tiempo de terminar el examen de matemáticas. Solo alguien podía hacer que todo ese estrés y esas preocupaciones desaparecieran.
Estaba ansiosa de verle. Todo tenía que salir a la perfección.
Su amiga Olga, no puso ningún problema en acompañarla toda la tarde. Mejor para ella, así lo vería y le daría el visto bueno.
Algo más le costó convencer a sus padres de que había un ensayo tan al principio de curso. Le hizo pensar en que si era un día sólo, iba a parecer algo raro, de repente tuvo una idea. Todos los miércoles habría "ensayo de orquesta". Sería perfecto para verle tres días seguidos. Dejó de comerse la cabeza. Lo importante era lo que sucediera hoy. Tenía que impedir que esa niñata se viera con él.
Bajó del coche. Maca bajó la ventanilla.
      -Cuando salgas del ensayo llámame.-Le dio un beso en la mejilla. El pintalabios se le quedó marcado. Acto seguido se lo borró con la mano.
      -Vale mamá. ¡Adiós!- se despidió mientras se alejaba.
Doblo la esquina y entró en el recibidor. Se asomó por el ventanal y observó cómo se alejaba el coche.
Este era su momento. Fue con cuidado para que nadie la reconociera y le hablara. Se dirigió al patio y se sentó en el muro, casi al final. Se puso las gafas de sol. Sacó un cuaderno, un lápiz y miró hacia abajo. Tal vez así evitaría que más gente de la mirara. Cabía la posibilidad de que ni Héctor supiera quién era. Incluso se había hecho un recogido para disimular. Ella siempre llevaba el pelo suelto con una diadema.
Las seis. A y cuarto su amiga Olga apareció, tal y como acordaron en el recreo.
      -Júlia, ¿si ahora no es su hora libre, qué vas a hacer?
      -Pues estaré contigo y me contarás cosas y si no, para algo le he dicho a mis padres que vengan a las nueve. Si no la tiene ahora, la tendrá más tarde, ¿no?
      -Pero...¿y si no tiene?
      -¡Sí que tiene! Si no la tuviera no habría quedado con esa fea. Te la has perdido entrar a su clase de instrumento. Cuando salga te diré quién es. Una belleza.
      -Suele pasar. Las feas estúpidas se quedan con tu chico. Odio eso pero no podemos cambiarlo...Bueno, digo yo que si tiene hora libre será cuando salga esa.
      -Sí. Queda bastante. Estoy nerviosísima.
      -Tranquila, estás muy guapa. Me he traído pinturas por si quieres pintarte un poco. Ten.- Olga le extendió el brazo. En su mano había un lápiz de ojos negro y colorete rosa.
       -¡Muchas gracias, tonta! Estás en todo.- Le abrazó.
       -Para eso están las amigas.- Sonrieron a la vez.
Cinco escasos minutos para que supuestamente Héctor se dirigiera al muro. Antes de en punto.
       -¡Joder, joder, joder!- Repitió nerviosa.-¡Es ése! Joder...
       -Bueno, llámalo yo me voy a buscar algún quiosco y merendaré. ¡Suerte!
       -Eres la mejor.
Su amiga se alejó. Héctor estaba hablando con unos amigos. Terminó y se sentó en el muro. Estaba a unos cinco metros. No la había visto. Parecía esperar a alguien. Sin duda, a su querida compañera de atril. ¿Cómo iba a ser a ella? Él sabía que los miércoles no tenía clase. Era imposible que esperara a Júlia.
Guardó el cuaderno junto al lápiz. Se quitó las gafas. Pasó por delante suya sin mirarle. Él la miró. Le sonaba de algo. Al fin, supo que era ella.
       -¿Jotadé?-Se detuvo. Se volvió. Le miró. ¡Le estaba sonriendo! Al menos supo que se alegraba de verla.
       -¿Qué haces hoy aquí? Tú vienes los jueves, no los miércoles.- Con eso no había contado. Ahora no sabía que inventarse para que todo cuadrara.
       -Em...Yo he venido a por unas partituras de orquesta. También a hablar con ella porque...ayer tuve un pequeño problema por el que me puede coger manía y no quiero.
       -Te puedo acompañar si quieres.
       -¿De verdad? No, mejor no. Luego iré. Tengo un poco de hambre.
       -Pues podemos ir a tomar algo.- Júlia se quedó extrañada. Iba a dejar plantada a la niña.
Cruzaron la calle. Siguieron andando al menos veinte minutos más. Entraron en una panadería. Júlia se compró un zumo y unas galletas. Él compro una ensaimada. Arrancó un trozo y se lo ofreció a Júlia.
       -No me gustan las ensaimadas. Bueno sí. Lo que no me gusta es todo el azúcar que le echan por encima. Si le pusieran menos, estarían más buenas.
       -¡Pues vale!- Acto seguido engulló el cachito de ensaimada.
Siguieron andando. Esta vez, no tanto tiempo. Llegaron a una placita bastante tranquila. Había una fuente, pero no había agua. Se sentaron allí. Estuvieron bastante rato sin hablarse.
       -¿Sabes? Ayer en orquesta oí a una chica. Dijo que iba a quedar con un tal Héctor. Al principio creía que no eras tú, pero luego su amiga le dijo algo de la guitarra y entonces me quedó claro que sí que hablaba de ti.
       -Me acabo de dar cuenta de que te gusta escuchar conversaciones ajenas, ¡eh! Es broma... a ver, había quedado con ella, pero no sé... por quedar, ¿sabes? Me está agobiando siempre. La chica no es fea, pero no soporto que me machaquen con el tema. Al final le dije que sí para que se callara de una vez. Fíjate. Ahora estaría con ella. Y sinceramente, no me apetece nada...Además, si te das cuenta, quedé con ella para esta hora libre, para no estar mucho tiempo con ella. Con decirle, "tengo clase" es suficiente. No puede decirme que me voy por alguna excusa inventada.
       -Pobre, te estará esperando...A lo mejor ella sí que llora.-Rieron los dos.
       -Puede ser. En realidad, me da igual. Aquí estoy bien. Con mi Jotadé.-Júlia supuso que ese iba a ser su mote de por vida.
       -¿Sí? ¿De verdad? Quiero decir, me alegro.
       -Te pones nerviosa.
       -No, qué va. A veces me trabo con las palabras.
       -Ya, claro.-Héctor soltó un suspiro.-Mañana otra vez tendré que verte...
       -¿Por qué?
       -Las horas libres.¿Recuerdas? ¿A que hora la tienes tú?
       -De seis a siete.
       -Entonces sólo nos veremos media hora.
       -Algo es algo, ¿no?
       -Claro, tampoco puedo aguantar tu cara mucho tiempo.- Júlia se quedó boquiabierta.-¡Es broma! ¡No me pegues! ¡Aisss!- Una palmada en el brazo.- Bueno, a ver si te gusta como voy a solucionar la cagada que he dicho: pues que media hora me parece muy poquito porque se me pasa volando el tiempo contigo.- Impulsivamente, Júlia se echó a reír.
       -¿Qué dices?
       -Eso. ¿Prefieres la cagada? A mí no me importa, puedo rectificar esto último que he dicho.
       -Bueno, vale, me quedo con esta. Aunque no sea real.
       -Eso no lo sabes tú...Me refiero...que...nadie sabe ciertamente nada.
       -Sé ciertamente que te acabas de hacer un lío y de que dentro de nada empieza tu clase. Y hasta que lleguemos pasará media hora.- Se levantaron y se dirigieron camino al conservatorio otra vez. Fueron dándose empujones, palmadas en los brazos, golpes... Júlia se sentía en el cielo. Tan elevada que ni si quiera se acordó de su amiga. Entró y la vio sentada en el muro con los auriculares. Héctor se despidió de ella con dos besos y Júlia lo contempló hasta que subió la escalera. En seguida corrió hacia Olga para contárselo todo.

domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 11

Nueva petición de amistad. Héctor Fernández Music.
No se lo podía creer. Se había acordado de ella. En ese instante la ilusión la invadió. Le aceptó sin dudarlo un segundo. Se volvió a conectar para que le apareciera en el chat en el caso de que estuviese conectado, pero desgraciadamente para Júlia, no lo estaba.

Maca llamó a todos para que acudieran a cenar. A penas hubo tema de conversación porque en la televisión estaban echando una película bastante entretenida.
Un joven, cuyo padre había fallecido, usó una especie de radio en la que en una de las interferencias extraordinariamente consiguió hablar con él, el día en el que iba a morir, treinta años antes. El joven le dijo qué hacer para salvarse y poco más consiguió saber Júlia sobre la película porque ya había terminado de cenar.
Nada más limpiar el plato y el vaso, volvió al ordenador.
Se había dejado el chat puesto pero nadie le había hablado. Actualizó un par de veces para comprobar si alguien le ponía algo pero no sirvió de nada. Justo cuando movió el puntero para cerrar la ventana, él.
      -¡Esa Jotadé! ¿Qué pasa? ¿No te vas a dormir?
      -Sí, me iba ahora pero has empezado a hablarme, así que...
      -Bueno, puedes dejarme tirado si quieres.
      -¿Por qué iba a hacerlo? No hombre, ahora hablamos un rato y ya está. ¿Y tú tampoco te vas a dormir?
      -¡Qué va! No tengo sueño y estoy aburrido. Te he visto y me han entrado ganas de hablarte.- Unas mariposas le revolvieron el estómago.
      -Oh...¿qué días vas al conservatorio?
      -Lunes, miércoles y jueves.- Mierda, el miércoles no coincidirían.- ¿y tú?
      -Lunes, martes, y jueves también.
      -Podemos vernos en las horas libres. Bueno, los lunes sólo media hora, pero algo es algo, ¿no?
      -Claro. Cuando tenga hora libre me iré al muro a ver si te veo. Si no pues...nada.
      -Si no me ves te pones a llorar, ¡ja, ja, ja!
      -¿Qué estás diciendo? ¡Qué creído! Pues ahora no iré.
      -Venga, anda, no me seas tonta, era una broma...
      -Uh, a ver si el que llora ahora eres tú, ¡eh!
      -Puede...- Esa palabra hizo que el corazón de Júlia diera un vuelco.
      -Ya, claro...me voy a dormir ya. Un beso, dulces sueños.
      -Después de hablar contigo seguro que lo serán.
      -Héctor, por favor...
      -¡Huy!¿Ahora quién es la creída?¡Ja, ja, ja!
      -¡Tú eres muy tonto! Me voy ya antes de que te pegue a través del ordenador!

No sabía si él tendría dulces sueños, pero si algo era seguro, es que ella sí que los iba a tener. Esa conversación la transportó a otra dimensión. Ella hablando con él. Las cosas que le dijo. Si las dijo de verdad, tal vez tendría una pequeña posibilidad de tener algo con él, aunque lo más seguro sería que se estuviera cachondeando de ella. Claro, era mucho más pequeña que él. Según su perfil de Tuenti, le sacaba cuatro años de más. Sí. Seguramente todo aquello se lo dijo bromeando. En ese instante se desvaneció aquella oportunidad.

Sonó el despertador del móvil. Lo detuvo. Se acordó de la noche anterior. Una sonrisa se esbozó en su rostro. Se quedó embobada mirando a ningún lugar. Empezó a imaginar una tarde a solas con Héctor. Todo sería perfecto, demasiado perfecto. Un beso. Otro...Un sonido insistente interrumpió esa armonía que imaginaba en su cabeza. El despertador otra vez. No lo había parado, sólo atrasado. Esta vez, lo detuvo del todo.
Se empezó a vestir mientras maldecía que era martes y que hoy no lo iba a ver. Desayunó y se preparó el desayuno de media mañana para el recreo. En esa media hora, le contó a la que hasta el momento era su mejor amiga. Era increíble la confianza que tenían en tan poco tiempo. Seguramente sería una amistad duradera.
      -¡No me lo puedo creer! ¿Y tiene dieciocho años?
      -Diecisiete, pero en verano es cuando hace los dieciocho.
      -¡Me da igual! ¡Es mayor, es rubio, es guapo, tiene los dientes perfectos, toca la guitarra! ¡Dios, es perfecto, Júlia! ¡Qué suerte tienes!
      -Sí, suerte...Suerte sería poder quedar con el algún día. Así que de suerte nada, más bien desgracia...
      -¡Qué dices! Mira, eres guapísima. La edad no importa. Si algún día el llega a sentir algo por tí, seguro que le dará igual todo. Y a ti tampoco te tendría que importar nada. Sólo él.

Le dio vueltas toda la tarde a lo que le dijo Olga, su amiga. Ese fue el mejor consejo que había oído de ella, estaba tan orgullosa de tener una amiga así.
Comió lo más rápido que pudo porque a las cuatro y media tenía que estar en el conservatorio.
Vio el patio al dirigirse hacia la clase de orquesta. A un lado, el muro. Lo contempló y se imaginó a ella misma y a Héctor, el día anterior. Él, tocándole aquella bonita canción. De película. No lo podía negar más: Realmente, le gustaba mucho. Más que eso: muchísimo.

Mientras los músicos afinaban sus instrumentos, oyó algo peor que todo ese estropicio de notas sueltas.
     -¡Mañana he quedado con Héctor!
     -Por fin, ya era hora. Te gusta tanto...te lo mereces.
     -No sé si pasará algo. Ojalá que sí.
     -¡Dile que se lleve la guitarra y te toque alguna canción!
     -¡Qué va! Se lo dije una vez, pero no quiso.
Al momento se hizo el silencio. Todos dejaron de afinar. La directora empezó a hablar y mandó que todos sacaran la partitura que se tenían que fotocopiar. Júlia no se había enterado de nada. Ni de las partituras ni de por qué esa dichosa niña tenía la suerte de verse con Héctor. No. Lo tenía que impedir de alguna forma. No podía pasar eso. Héctor ya era suyo. ¡A ella si que le había tocado! Estúpida niña. ¿Cuándo iba a quedar con él? Al día siguiente sería miércoles y tendría conservatorio. Seguramente sus horas libres coincidirían. Tal vez la suya no. Aún así, Júlia podía decirle a sus padres que la llevaran y vinieran a recogerla a las nueve por un ensayo con la orquesta. Para entretenerse le diría a Olga que fuera al conservatorio un cuarto de hora después que ella para que sus padres no la vieran. Era el mejor plan que se le había ocurrido en mucho tiempo.
     -No tienes las partituras.- una voz hizo desaparecer su plan de la cabeza.
     -Ya, es que no me he enterado.
     -Pues para eso está el tablón de anuncios y la habilidad de saber leer. Compártelas con tu compañera.

Increíble. Su compañera iba a ser la niña que quedó con él. Ahora la recordaba bien, estaba en su clase de lenguaje musical. Era mayor que ella.Suerte que al día siguiente se iba a saltar la clase y no la vería tan sólo por una razón mejor aún: para estar con Héctor.
Salió de la clase cabredísima y le dio una patada al atril. Se cayó al suelo, quería que la estúpida niña la recogiera.
     -¡Lo siento! Recógelo por favor, ¡yo me tengo que ir ya!- Salió corriendo.
La muchacha se le quedó mirando con una ligera expresión de asco y rareza.
Júlia se giró y la vio recogerlo todo. Se le escapó una risa malvada.
"Estúpida", pensó, " se creerá que mañana lo verá...¡ni de coña!"