Hacía dos semanas que una chica había empezado a ir a la hora de los recreos con Elena, Adri y los demás. Su nombre era Sabela, iba a un curso menos.
Todo esto se debió a un amigo rapero que tenían en común ella y Adri. Apenas hablaba, parecía vergonzosa, al igual que otro chico que se unió al grupo. Era el mismo que se había sentado con Elena el primer día de clase.
Los dos no hablaban casi nada con los demás, sin embargo, pareció que entre ellos congeniaron bastante bien, incluso a veces se alejaban y hablaban a solas.
En pocos días, todos empezaron a sospechar que el amor estaba en el aire y que no faltaba mucho para que alguno de los dos diera el siguiente paso. Sin embargo, Sabela empezó a relacionarse con Adri y enseguida compartieron confidencias.
-Yo con mi novio, últimamente no me llevo muy bien. Llevamos un año y siete meses y desde que hicimos el año no paramos de discutir. Es muy pesado. No me deja tranquila. Me está enviando siempre privados larguísimos y empalagosos. Me agobia muchísimo que siempre me haga llamadas perdidas para que yo se las devuelva. Además... Luís y yo estamos hablando mucho y me parece interesante...
-Osea, que en realidad, que te agobie tu novio es lo de menos, lo que pasa aquí es que te gusta Luís. ¡Elena ven! Necesitamos tu opinión.- Adri le contó a Elena lo que Sabela dijo.
-Hombre, tanto como gustar...quizás sólo te atrae, pero si ves que va a más, deja a tu novio y no le hagas sufrir. ¿No?- Sabela la miró y se encogió de hombros.
-Si ocurre algo nuevo ya os lo contaré. De momento seguiré con Marcos.
Dos semanas después ya no estaban juntos. Su atracción por Luís aumentaba con el paso de los días y su relación con Marcos ya empezaba a ser una rutina de la que se sentía tan atrapada, que sólo la salida era dejarle. Misteriosamente, esa noticia despertó algo en Luís, algo hacia Sabela de lo cual, todo el grupo se percató. Ya era sospechoso que hablaran muchas veces a solas en los recreos, pero ahora estaban más juntos que nunca.
Sabela contó cómo ocurrió todo.
Luís le dio su número de teléfono y siempre se estaban enviando mensajes. Dos días antes de dejarlo, Marcos le registró los mensajes y los leyó todos. Según contaba, él lo hizo porque le dijo que la notaba rara y distante. Al día siguiente, él no dejaba de preguntarle quién era ese y si le gustaba. Sabela no tardó en agobiarse y en decirle una excusa que no era muy adecuada y además no tenía la razón sobre el asunto como para aportarla: "Marcos desconfía de mí". Todos sabían que era más que cierto que ella sentía algo por Luís y Marcos tenía razones para desconfiar de ella. Si no lo hubiera hecho a tiempo, quizás Sabela podría haberle engañado. Por suerte o por desgracia para él, ya no tenía de qué preocuparse. No estaban juntos. Esto conmocionó al grupo y el tema de conversación giraba siempre en torno a Sabela y Luís y los chicos, no tardaron en empezar a gastar bromas.
-Luís, ¿cuándo es la boda?- Luis siempre reía la gracia o hacía un corte de manga. Nunca se ofendía.
-Sabe, ¡bésalo ya!- a veces ella se acercaba y contestaba.
-Más quisiera yo. No sé que hacer para gustarle.
-Lo que tenéis que hacer es quedar cuanto antes asolas. ¡Así uno no se puede confesar!
-¡Eso es demasiado descarado! Me da vergüenza...
Júlia no hablaba con Héctor casi. Incluso él ya no hacía nada por comunicarse con ella. En el conservatorio apenas se veían. Parecía que se esquivaban mutuamente. A pesar de todo y desgraciadamente, no se lo podía sacar de la cabeza. Ahora estaba enamorada de verdad, y no precisamente lo hacía feliz.
Las clases de orquesta se hacían más insoportables. No aguantaba la presencia de Lidia. Su estupidez la ponía de los nervios. Sin saber cómo, se había enterado de lo que sentía por Héctor, y eso hacía que su orgullo por haber conseguido algo con él, subiera hasta las nubes.
Faltaba poco para la audición del segundo trimestre.
Las obras que la profesora había preparado estaban saliendo casi perfectas. Sólo faltaba ensayarlas un par de semanas más: las que quedaban.
De repente, un chico se le acercó a Júlia.
-Oye, ¿eres Júlia?-Ella asintió, aunque estaba bastante extrañada porque no lo conocía ni siquiera de vista.- Pues tienes que ir corriendo a la clase de lenguaje musical. Creo que te has dejado algo y puede que te lo quiten.
Júlia salió corriendo hacia la clase y mientras pensó en aquéllo que supuestamente se había olvidado. Ella siempre lo recogía todo, nunca solía dejar nada en la rejilla. Entró en la clase y reviso una a una las mesas y abrió el armario que estaba en el fondo. Nada. No había absolutamente nada.
Volvió al aula de orquesta todo lo aprisa que pudo intentando llegar antes que la directora y con la mirada, buscó al chico que le había dicho eso. Ni siquiera estaba allí. Miro todas sus cosas. Estaban puestas de forma extraña. Parecía que alguien le había registrado algo. Abrió la mochila y lo sacó todo. No faltaba nada. Hojeó su libreta y miró lo que habían practicado: armonía, que se daba al año siguiente. La profesora quería que estuviesen bien preparados. Inesperadamente, un trozo de papel cayó al suelo suavemente.
Lo cogió y lo puso sobre el cuaderno pautado.
"No sé si podrás perdonarme. Si te pido que lo hagas es por una simple razón." Se quedó totalmente paralizada. Sólo una persona en todo ese centro podía pedirle perdón, y de esa manera. Sólo un chico. Sólo Héctor.
Todo esto se debió a un amigo rapero que tenían en común ella y Adri. Apenas hablaba, parecía vergonzosa, al igual que otro chico que se unió al grupo. Era el mismo que se había sentado con Elena el primer día de clase.
Los dos no hablaban casi nada con los demás, sin embargo, pareció que entre ellos congeniaron bastante bien, incluso a veces se alejaban y hablaban a solas.
En pocos días, todos empezaron a sospechar que el amor estaba en el aire y que no faltaba mucho para que alguno de los dos diera el siguiente paso. Sin embargo, Sabela empezó a relacionarse con Adri y enseguida compartieron confidencias.
-Yo con mi novio, últimamente no me llevo muy bien. Llevamos un año y siete meses y desde que hicimos el año no paramos de discutir. Es muy pesado. No me deja tranquila. Me está enviando siempre privados larguísimos y empalagosos. Me agobia muchísimo que siempre me haga llamadas perdidas para que yo se las devuelva. Además... Luís y yo estamos hablando mucho y me parece interesante...
-Osea, que en realidad, que te agobie tu novio es lo de menos, lo que pasa aquí es que te gusta Luís. ¡Elena ven! Necesitamos tu opinión.- Adri le contó a Elena lo que Sabela dijo.
-Hombre, tanto como gustar...quizás sólo te atrae, pero si ves que va a más, deja a tu novio y no le hagas sufrir. ¿No?- Sabela la miró y se encogió de hombros.
-Si ocurre algo nuevo ya os lo contaré. De momento seguiré con Marcos.
Dos semanas después ya no estaban juntos. Su atracción por Luís aumentaba con el paso de los días y su relación con Marcos ya empezaba a ser una rutina de la que se sentía tan atrapada, que sólo la salida era dejarle. Misteriosamente, esa noticia despertó algo en Luís, algo hacia Sabela de lo cual, todo el grupo se percató. Ya era sospechoso que hablaran muchas veces a solas en los recreos, pero ahora estaban más juntos que nunca.
Sabela contó cómo ocurrió todo.
Luís le dio su número de teléfono y siempre se estaban enviando mensajes. Dos días antes de dejarlo, Marcos le registró los mensajes y los leyó todos. Según contaba, él lo hizo porque le dijo que la notaba rara y distante. Al día siguiente, él no dejaba de preguntarle quién era ese y si le gustaba. Sabela no tardó en agobiarse y en decirle una excusa que no era muy adecuada y además no tenía la razón sobre el asunto como para aportarla: "Marcos desconfía de mí". Todos sabían que era más que cierto que ella sentía algo por Luís y Marcos tenía razones para desconfiar de ella. Si no lo hubiera hecho a tiempo, quizás Sabela podría haberle engañado. Por suerte o por desgracia para él, ya no tenía de qué preocuparse. No estaban juntos. Esto conmocionó al grupo y el tema de conversación giraba siempre en torno a Sabela y Luís y los chicos, no tardaron en empezar a gastar bromas.
-Luís, ¿cuándo es la boda?- Luis siempre reía la gracia o hacía un corte de manga. Nunca se ofendía.
-Sabe, ¡bésalo ya!- a veces ella se acercaba y contestaba.
-Más quisiera yo. No sé que hacer para gustarle.
-Lo que tenéis que hacer es quedar cuanto antes asolas. ¡Así uno no se puede confesar!
-¡Eso es demasiado descarado! Me da vergüenza...
Júlia no hablaba con Héctor casi. Incluso él ya no hacía nada por comunicarse con ella. En el conservatorio apenas se veían. Parecía que se esquivaban mutuamente. A pesar de todo y desgraciadamente, no se lo podía sacar de la cabeza. Ahora estaba enamorada de verdad, y no precisamente lo hacía feliz.
Las clases de orquesta se hacían más insoportables. No aguantaba la presencia de Lidia. Su estupidez la ponía de los nervios. Sin saber cómo, se había enterado de lo que sentía por Héctor, y eso hacía que su orgullo por haber conseguido algo con él, subiera hasta las nubes.
Faltaba poco para la audición del segundo trimestre.
Las obras que la profesora había preparado estaban saliendo casi perfectas. Sólo faltaba ensayarlas un par de semanas más: las que quedaban.
De repente, un chico se le acercó a Júlia.
-Oye, ¿eres Júlia?-Ella asintió, aunque estaba bastante extrañada porque no lo conocía ni siquiera de vista.- Pues tienes que ir corriendo a la clase de lenguaje musical. Creo que te has dejado algo y puede que te lo quiten.
Júlia salió corriendo hacia la clase y mientras pensó en aquéllo que supuestamente se había olvidado. Ella siempre lo recogía todo, nunca solía dejar nada en la rejilla. Entró en la clase y reviso una a una las mesas y abrió el armario que estaba en el fondo. Nada. No había absolutamente nada.
Volvió al aula de orquesta todo lo aprisa que pudo intentando llegar antes que la directora y con la mirada, buscó al chico que le había dicho eso. Ni siquiera estaba allí. Miro todas sus cosas. Estaban puestas de forma extraña. Parecía que alguien le había registrado algo. Abrió la mochila y lo sacó todo. No faltaba nada. Hojeó su libreta y miró lo que habían practicado: armonía, que se daba al año siguiente. La profesora quería que estuviesen bien preparados. Inesperadamente, un trozo de papel cayó al suelo suavemente.
Lo cogió y lo puso sobre el cuaderno pautado.
"No sé si podrás perdonarme. Si te pido que lo hagas es por una simple razón." Se quedó totalmente paralizada. Sólo una persona en todo ese centro podía pedirle perdón, y de esa manera. Sólo un chico. Sólo Héctor.
Lo as dejado demasiado interesante pero me enkanta espero poder leer esta semana el prodoximo. Un besazo enorme de tu fan numero uno.
ResponderEliminarMe ha encantado, de verdad!! Está precioso, ya echaba de menos un capítulo de esta historia. Es normal que tardes un poco más, porque te entiendo, y ahora que seguro estarán las clases... pues menos tiempo, jajaja, pero espero que subas el próximo pronto, porque la notita de Hector me conmovio tanto que necesito saber más! Sigue así de bien, un beso!!
ResponderEliminarPremio en mi blog :D
ResponderEliminarOlaaa(: Bonitoo blogg!
ResponderEliminarUna seguidora más !
Nos haria mucha ilusion que nos siguieras a nosotras: http://www.inmundasdos.blogspot.com/
Un beso♥