El día estaba un poco nublado, pero algunos rayos de sol se colaban entre las nubes. Júlia no se quiso acercar, se esperó hasta que él llegara a donde estaba ella. Estaba guapísimo, como siempre. Llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros. Conforme se iba aproximando, se percató de que llevaba un collar de estilo surfero. Eso le hacía más atractivo. Si supiera todo lo que ella pensaba de él, se quedaría alucinado. Le dio dos besos.
-¡Hola! Qué guapas tus zapatillas, eh.
-Sí, bueno...están un poco sucias.- Ahora le cogió un mechón de pelo.
-¿Qué te has hecho?
-Planchármelo un poco.
-¿Para qué? Estamos en un parque, no te va a ver nadie.
-Tú si me ves.-Entraron por fin y empezaron a seguir el camino.
-¿A dónde vamos?
-¿Has estado aquí alguna vez?
-En verano estuve por esos bancos que hay ahí pero no he llegado a ir más lejos.
-Pues entonces espera, voy a darte una sopresita...-Se puso tras ella y le tapó los ojos.-Tranquila, confía en mí.
Y tanto que confiaba en él. Aquello que estaba pasando era lo más increíble que le había sucedido desde que se conocieron. Las hojas que habían en el suelo, estaban secas a causa de la temprana llegada del otoño y crujían al pisarlas. Oír el sonido de sus pasos a la vez que los suyos y sentirlo tras su espalda, la tranquilizaba, sabía que estaba con ella. Anduvieron al menos durante veinte minutos. Júlia se burló de él porque le empezaron a sudar las manos.
-Ya hemos llegado.- Al fin, la dejó ver.
Estaba frente a un lago. Un lago precioso, lleno de juncos y de patos varias clases. El sol, se estaba poniendo y el color naranja del ocaso empezó a intensificarse sobre las ondas que habían en el agua. Nunca en la vida olvidaría aquello. Tampoco a Héctor.
-¡Qué bonito!
-¿Has visto?-Héctor se acercó a la orilla y toco el agua.-Aquí te puedes bañar. El agua no está muy sucia, es más el color que lo que hay realmente. Hay pececitos que te hacen cosquillas en las piernas.¿Sabes qué es lo mejor de todo? Que no te llega a cubrir.
-Me parece muy bien pero yo ahí no me meto ni loca.
-¿Estás segura?- La cogió en brazos y la apoyó en su hombro acercándose otra vez a la orilla. Júlia empezó a gritar y patalear.
-¡No, no, no! ¡Suéltame!- La estaba aproximando cada vez más. De repente, él se sentó en el suelo apoyándo la cabeza de ella sobre sus piernas.
-¡Ja! ¿Qué creías? ¿Que te iba a tirar? Así con ropa no, mujer, que me da pena que tu madre la tenga que lavar.-Júlia le pellizcó en el brazo.-¡Ah! No me hagas eso que me duele, tonta.
-Es que si no te doliera no lo haría, tonto.-Dijo en el mismo tono que él.
Se hizo el silencio. Para nada incómodo. Ella estaba intentando averiguar qué era lo que él miraba con tanta atención. Estaba como hipnotizado. Miró a otro lado, luego, a otro. Cerró los ojos y echó la cara hacia arriba. Una suave brisa agitó su cabello rubio, que parecía dorado con los reflejos del sol. Júlia pudo ver lo perfecto que era. Se sentía como si estuviesen saliendo de verdad. Sí la mirara y le dijera que sentía lo mismo, quizás ya nada del mundo le importaría, al menos, en aquél momento. Repentinamente, él bajó la cabeza y la miró, lo que hizo que ella se asustara un poco. Le sonrió y empezó a tocarle el pelo. Estaba suave y liso, así era más apetecible.
-Si no quieres que te lo toque dímelo, es que yo tengo esa manía.
-No, no me importa, me relaja.-Se quedó quieta sin hacer nada por un minuto, luego, levantó los brazos y empezó a bromear tapándole la cara.
-Ahora me ves, ¡ahora no me ves!- Él contestaba con la voz ahogada por tener las manos de ella cubriéndole parte de la boca.
-¡Déjame verte!
-No, no te dejo.
-¿Por qué?-utilizó un tono de pena irresistible. Júlia se mordió el labio inferior.
-Porque...no quiero porque eres tonto.-De forma imprevisible, él cogió ambas muñecas y se acercó hacia ella, a un palmo de distancia de su cara.
-Soy más tonto de lo que tú crees.-Júlia no supo que decir hasta que se le ocurrió algo.
-Ya lo sé, pero ya no quería llegar a ofenderte tanto, ¡ja, ja, ja!
-¡Eres una petarda!-Empezó a ponerle los dedos por la barriga haciéndole cosquillas. No pararon de reír. Sin que se dieran cuenta empezó a oscurecer.
-¿Sabes qué Jotadé?
-Dime.
-Que en toda la tarde no te he llamado Jotadé. ¡Es broma!- Se paró un segundo.- Que me lo he pasado muy bien contigo. No sólo hoy, las veces que he estado contigo he estado muy a gusto. Eres como una niña mayor, lo único que te diferencia es la edad.-Ella se quedó callada.-Bueno...¿tú te lo has pasado bien?
-¿Yo? Sí, sí. Me ha gustado mucho la sorpresita...Mira como está.-Señaló al cielo.-Mejor volvemos, ¿no?-Héctor asintió.
Tuvo el detalle de acompañarla hasta su portal.
Se despidió de ella con un fuerte abrazo y dos besos en cada mejilla. Júlia entró dentro y dejó la puerta entornada viendo cómo se iba hasta que giró la esquina. Se apoyó en el ascensor. No cabía en ella de la ilusión que tenía por la tarde tan especial que había pasado con él. El chico que le gustaba. El chico perfecto.
Me encanta, es precioso:) espero que saques muchos maaaaas:D:D
ResponderEliminarEspero que no dejes de escribir nunca! :DDD
ResponderEliminarTe sigooooo!
muchisimas gracias :) zaida, ahora seguire el tuyo :D un beso a las/los 2 :D
ResponderEliminarEstá increíble enserio. Cada día que leo más... me aumentan las ganas de seguir y seguir. De verdad que pienso que vale la pena, está muy bien. Ya me estoy enganchando jajaja. Espero el siguiente, un beso!! =D
ResponderEliminarMe encantó :D Segud así!
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