-¡Qué fuerte!- Olga se puso la mano en la boca.-¡Esto es muy fuerte! No te ha besado porque es tonto, pero te vuelvo a repetir que poco le queda para que lo haga. No puede resistirse a tus encantos, si no, no la habría dejado plantada de esa manera.
-Que no, tía. Tú ves cosas donde no las hay. No ha pasado nada. Lo único fuerte es eso, que la ha dejado plantada por mí, pero de ahí a que nos besemos hay un abismo.
-¡Tú estás tonta! Hazme caso, ya verás.
Estuvieron debatiendo sobre lo que podría pasar. En varias ocasiones se hicieron un par de fotos con el móvil de Olga. Pasó otra hora. Héctor iba a salir otra vez.
Quince minutos después, aún no aparecía. Veinte. Treinta. Júlia se estaba desesperando. Tenía una pequeña esperanza, pero ni siquiera eso sirvió. No pudo despedirse de él. Tal vez ahora estaría con la chica esa. Se asomó al pasillo. Una chica morena intentaba sacar a alguien del aula. Era ella. A quien estiraba del brazo parecía resistirse. Finalmente, se rindió. Héctor. Empezaron a charlar. Júlia se quedó paralizada. Se dio la vuelta y fue a buscar a su amiga. Estaba cabreada. Sacó el móvil del bolsillo y llamó a su madre para que la viniera a recoger. Olga, vivía cerca de allí y se marchó por su cuenta.
-Habéis salido antes de lo previsto.
-Lo sé...-Contesto breve. Estaba como deprimida. Decepcionada.
Empezaron a caer gotas del cielo que se estampaban con los cristales del coche. Se quedaban allí pegadas. No se movían, hasta que el coche arrancó y comenzaron a recorrer el vidrio de las ventanas. Aquello anunció el fin de ese calor veraniego tan insoportable. Júlia siempre había escuchado que cuando llovía era porque los ángeles lloraban por algo injusto, y con razón. No se merecía eso. Estar esperándolo para nada. Para que una chica más mona y más mayor lo coja del brazo y le se lo acerque. Las gotas de los cristales iban bajando por el cristal poco a poco al igual que una pequeña lágrima de Júlia se precipitaba al vacío. La lluvia, empezó a ser más fuerte. Júlia miraba los coches pasar. Las luces hacían destellos por el agua que caía. No oía nada. Se sentía como en una burbuja. En la radio, empezó a sonar una canción. Una guitarra, ese suave sonido al pulsarlas con los dedos, la envolvió. De repente, algo le llamó la atención: el estribillo. Era la canción que Héctor le había tocado. Sonrió por un segundo sin saber por qué. Aquello no podía ser una casualidad. Se emocionó y rompió a llorar otra vez.
En el ascensor, se miró en el espejo. Tenía los ojos un poco hinchados y rojizos. Su hermana iba a saber que había llorado. Entró en la habitación y dejó la mochila sobre su cama. Elena la vio y no tardó ni un segundo en preguntar qué había pasado.
-Me he quedado alucinada con lo de la radio, pero una cosa te digo: no llores. No vale la pena, ¿me estás escuchando? No vale la pena. Te voy a decir algo: creo que a ese chaval le gustas. No sé. Es un presentimiento. Por todo lo que me has contado, parece que está muy encima tuya y dejó plantada a esa imbécil por ti, Júlia. Eso no lo hace cualquiera. La mayoría de los chicos, si pueden pillar, lo hacen. No desperdician las oportunidades. En cambio, el la rechazó y estuvo contigo. Pero no llores, porque si ahora mismo te viera esa, se reiría en tu cara. ¿A que no quieres eso?- Júlia negó con la cabeza.- Pues ya está. Enséñame su perfil.- Júlia introdujo su nombre en el cuadro de búsqueda.- Vaya, vaya...no veas con el guitarrista, ¡eh! Parece un modelo tía...
-Mira, ésta es la niña, tiene el perfil público.
-¡Qué horror! Ahora enserio.- señaló a la pantalla.- ¿Esa se cree que va a conseguir al guitarrista? ¡Ni de coña!- Las dos hermanas empezaron a reír. Su madre las llamó a cenar y al menos Elena, se acostó en seguida de haber terminado. Júlia, se quedó repasando sociales.
Examen de sociales. Ahora Júlia se arrepentía bien de haber perdido la tarde anterior pero no de lo que ocurrió aunque lo estropeara todo la chica esa. Sonó el timbre. Algunas preguntas estaban incompletas pero no le había salido mal del todo. Al menos se merecía un suficiente, un notable sería demasiado pedir.
Olga entregó el examen y corrió hacia la mesa de su amiga para hablar sobre el día que habían pasado.
-Tía, qué mal. Es que vamos...¡como la vea no sé lo que le hago!¿Por qué tiene que meterse por el medio? ¡No puede quedarse en su casa?
-Olga...tenía clase.
-¡Me da igual! ¡No se puede dejar a los cerditos sueltos por ahí!-Júlia soltó una gran carcajada. Olga sabía bien cómo hacerla reír.-Bueno, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a hablar con él? ¿Vas a decirle algo?
-Hablaré con él pero no le diré nada de eso. Esperaré a que me saque el tema él y si no lo hace, pues no sé...¿Qué tal el examen?
-La parte de la teoría bien, pero el mapa...¡un desastre! La próxima vez haré una foto con el móvil y lo usaré de chuleta.
-¡Qué buena! Pero si te pillan, la cagarás.
-Lo sé. Bueno, yo me lo estudiaré y si no se me queda, pues recurriré a eso.- dijo con un tono de sabiduría. Empezaron a reír.
Recogieron las cosas y se sentaron en la mesa. Aunque el timbre hubiera sonado, la profesora no les dejaba marchar hasta que ella lo dijera. Al minuto, movió la cabeza hacia el lado y todos empezaron a estamparse desesperados por salir unos antes que otros.
Se conectó en el chat del móvil. Ahí estaba él. Recogió su cuarto y lo dejó puesto esperando a que alguien le hablara. Cuando terminó, lo comprobó.
-¡Hola fea! Tengo que decirte una cosa...-Era él. En realidad no tenía nada de ganas de contestarle, pero no podía desaprovechar esa oportunidad. Tampoco fue tan grave lo que ocurrió. Empezó a darle pena. Al fin, le contestó.
-Hey. Cuéntame.
-Ayer la pesada consiguió estar conmigo. Empezó a hacer la payasa intentando sacarme de la clase. Me arañó con la uña y al final salí. Espero que no te enfades.
Ya que él le había contado lo ocurrido, ella también se propuso hacerlo.
-No te preocupes, os vi.- Se dio cuenta de que a él no le cuadraría por qué estaba todavía allí si sólo tenia que ir a por unas partituras. Pensó una pequeña mentira con la que arreglarlo todo.- Me aburría, no tenía ganas de ir a mi casa. Llamé a una amiga y estuvimos charlando. Me asomé para ver si te veía salir o algo, pero no. Lo que vi fue lo que me has contado ahora.
-¿Me estabas esperando?
-Sí.
-Ja, ja, ja. No puedes resistirte a mí.
-Si, tienes razón. Fíjate que viviendo aquí al lado no te he dicho ni una vez de quedar por aquí abajo. Estoy totalmente enamorada, eh...
-Pues mira, no me vas a quitar la razón. ¿Te bajas? Si no tienes nada que hacer, claro...
-Mmm, espera que piense...Bueno vale, pero sólo porque estoy súper enamorada de ti, eh... ¡Ja, ja ja!
-Vale, vale...Quedamos en el parque en veinte minutos.-Júlia fue a contestarle pero no le dio tiempo. El ya se había desconectado.
Empezó a dar saltos de alegría por toda la habitación. Corrió a lo largo del pasillo hasta llegar al salón. Se lo gritó a su hermana, que estaba viendo la televisón.
-¡Elena! ¡Me ha dicho de quedar, me ha dicho de quedar!
-¿Qué? Espera, ¿el guitarrista? ¿Cuándo?- Estaba muy sorprendida.
-En veinte minutos, ¿a que es increíble?
-¿Y qué haces que no te arreglas?- Júlia dio dos saltos más y aplaudió. Corrió hacia el aseo y empezó a pintarse. Se planchó un poco el cabello. Tampoco mucho porque ya era algo lacio de por sí.
Salió diez minutos antes. No quería retrasarse de ninguna manera. Ella se esperó en la puerta del parque porque no especificó ningún lugar en concreto. Un chaval, alto, venía caminando a lo lejos. Era él.
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