lunes, 29 de agosto de 2011

Capítulo 12

Al fin. Miércoles por la tarde.
Estaba algo estresada por el día que había tenido en el instituto. No le había dado tiempo de terminar el examen de matemáticas. Solo alguien podía hacer que todo ese estrés y esas preocupaciones desaparecieran.
Estaba ansiosa de verle. Todo tenía que salir a la perfección.
Su amiga Olga, no puso ningún problema en acompañarla toda la tarde. Mejor para ella, así lo vería y le daría el visto bueno.
Algo más le costó convencer a sus padres de que había un ensayo tan al principio de curso. Le hizo pensar en que si era un día sólo, iba a parecer algo raro, de repente tuvo una idea. Todos los miércoles habría "ensayo de orquesta". Sería perfecto para verle tres días seguidos. Dejó de comerse la cabeza. Lo importante era lo que sucediera hoy. Tenía que impedir que esa niñata se viera con él.
Bajó del coche. Maca bajó la ventanilla.
      -Cuando salgas del ensayo llámame.-Le dio un beso en la mejilla. El pintalabios se le quedó marcado. Acto seguido se lo borró con la mano.
      -Vale mamá. ¡Adiós!- se despidió mientras se alejaba.
Doblo la esquina y entró en el recibidor. Se asomó por el ventanal y observó cómo se alejaba el coche.
Este era su momento. Fue con cuidado para que nadie la reconociera y le hablara. Se dirigió al patio y se sentó en el muro, casi al final. Se puso las gafas de sol. Sacó un cuaderno, un lápiz y miró hacia abajo. Tal vez así evitaría que más gente de la mirara. Cabía la posibilidad de que ni Héctor supiera quién era. Incluso se había hecho un recogido para disimular. Ella siempre llevaba el pelo suelto con una diadema.
Las seis. A y cuarto su amiga Olga apareció, tal y como acordaron en el recreo.
      -Júlia, ¿si ahora no es su hora libre, qué vas a hacer?
      -Pues estaré contigo y me contarás cosas y si no, para algo le he dicho a mis padres que vengan a las nueve. Si no la tiene ahora, la tendrá más tarde, ¿no?
      -Pero...¿y si no tiene?
      -¡Sí que tiene! Si no la tuviera no habría quedado con esa fea. Te la has perdido entrar a su clase de instrumento. Cuando salga te diré quién es. Una belleza.
      -Suele pasar. Las feas estúpidas se quedan con tu chico. Odio eso pero no podemos cambiarlo...Bueno, digo yo que si tiene hora libre será cuando salga esa.
      -Sí. Queda bastante. Estoy nerviosísima.
      -Tranquila, estás muy guapa. Me he traído pinturas por si quieres pintarte un poco. Ten.- Olga le extendió el brazo. En su mano había un lápiz de ojos negro y colorete rosa.
       -¡Muchas gracias, tonta! Estás en todo.- Le abrazó.
       -Para eso están las amigas.- Sonrieron a la vez.
Cinco escasos minutos para que supuestamente Héctor se dirigiera al muro. Antes de en punto.
       -¡Joder, joder, joder!- Repitió nerviosa.-¡Es ése! Joder...
       -Bueno, llámalo yo me voy a buscar algún quiosco y merendaré. ¡Suerte!
       -Eres la mejor.
Su amiga se alejó. Héctor estaba hablando con unos amigos. Terminó y se sentó en el muro. Estaba a unos cinco metros. No la había visto. Parecía esperar a alguien. Sin duda, a su querida compañera de atril. ¿Cómo iba a ser a ella? Él sabía que los miércoles no tenía clase. Era imposible que esperara a Júlia.
Guardó el cuaderno junto al lápiz. Se quitó las gafas. Pasó por delante suya sin mirarle. Él la miró. Le sonaba de algo. Al fin, supo que era ella.
       -¿Jotadé?-Se detuvo. Se volvió. Le miró. ¡Le estaba sonriendo! Al menos supo que se alegraba de verla.
       -¿Qué haces hoy aquí? Tú vienes los jueves, no los miércoles.- Con eso no había contado. Ahora no sabía que inventarse para que todo cuadrara.
       -Em...Yo he venido a por unas partituras de orquesta. También a hablar con ella porque...ayer tuve un pequeño problema por el que me puede coger manía y no quiero.
       -Te puedo acompañar si quieres.
       -¿De verdad? No, mejor no. Luego iré. Tengo un poco de hambre.
       -Pues podemos ir a tomar algo.- Júlia se quedó extrañada. Iba a dejar plantada a la niña.
Cruzaron la calle. Siguieron andando al menos veinte minutos más. Entraron en una panadería. Júlia se compró un zumo y unas galletas. Él compro una ensaimada. Arrancó un trozo y se lo ofreció a Júlia.
       -No me gustan las ensaimadas. Bueno sí. Lo que no me gusta es todo el azúcar que le echan por encima. Si le pusieran menos, estarían más buenas.
       -¡Pues vale!- Acto seguido engulló el cachito de ensaimada.
Siguieron andando. Esta vez, no tanto tiempo. Llegaron a una placita bastante tranquila. Había una fuente, pero no había agua. Se sentaron allí. Estuvieron bastante rato sin hablarse.
       -¿Sabes? Ayer en orquesta oí a una chica. Dijo que iba a quedar con un tal Héctor. Al principio creía que no eras tú, pero luego su amiga le dijo algo de la guitarra y entonces me quedó claro que sí que hablaba de ti.
       -Me acabo de dar cuenta de que te gusta escuchar conversaciones ajenas, ¡eh! Es broma... a ver, había quedado con ella, pero no sé... por quedar, ¿sabes? Me está agobiando siempre. La chica no es fea, pero no soporto que me machaquen con el tema. Al final le dije que sí para que se callara de una vez. Fíjate. Ahora estaría con ella. Y sinceramente, no me apetece nada...Además, si te das cuenta, quedé con ella para esta hora libre, para no estar mucho tiempo con ella. Con decirle, "tengo clase" es suficiente. No puede decirme que me voy por alguna excusa inventada.
       -Pobre, te estará esperando...A lo mejor ella sí que llora.-Rieron los dos.
       -Puede ser. En realidad, me da igual. Aquí estoy bien. Con mi Jotadé.-Júlia supuso que ese iba a ser su mote de por vida.
       -¿Sí? ¿De verdad? Quiero decir, me alegro.
       -Te pones nerviosa.
       -No, qué va. A veces me trabo con las palabras.
       -Ya, claro.-Héctor soltó un suspiro.-Mañana otra vez tendré que verte...
       -¿Por qué?
       -Las horas libres.¿Recuerdas? ¿A que hora la tienes tú?
       -De seis a siete.
       -Entonces sólo nos veremos media hora.
       -Algo es algo, ¿no?
       -Claro, tampoco puedo aguantar tu cara mucho tiempo.- Júlia se quedó boquiabierta.-¡Es broma! ¡No me pegues! ¡Aisss!- Una palmada en el brazo.- Bueno, a ver si te gusta como voy a solucionar la cagada que he dicho: pues que media hora me parece muy poquito porque se me pasa volando el tiempo contigo.- Impulsivamente, Júlia se echó a reír.
       -¿Qué dices?
       -Eso. ¿Prefieres la cagada? A mí no me importa, puedo rectificar esto último que he dicho.
       -Bueno, vale, me quedo con esta. Aunque no sea real.
       -Eso no lo sabes tú...Me refiero...que...nadie sabe ciertamente nada.
       -Sé ciertamente que te acabas de hacer un lío y de que dentro de nada empieza tu clase. Y hasta que lleguemos pasará media hora.- Se levantaron y se dirigieron camino al conservatorio otra vez. Fueron dándose empujones, palmadas en los brazos, golpes... Júlia se sentía en el cielo. Tan elevada que ni si quiera se acordó de su amiga. Entró y la vio sentada en el muro con los auriculares. Héctor se despidió de ella con dos besos y Júlia lo contempló hasta que subió la escalera. En seguida corrió hacia Olga para contárselo todo.

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