No quedaba ni rastro de aquel calor veraniego. Era diciembre.
Quedaban dos semanas para los exámenes finales del trimestre y Elena estaba más que segura de lo que iba a pasar teniendo un tres en sociales y otro en matemáticas. Sus padres la castigarían hasta el fin de los días y llegaría un momento en el que no sabría ni lo habría en el exterior.
Lo peor de todo, es que las demás asignaturas las llevaba con buena nota, pero de qué iba a servir si nada más ver los dos suspensos a sus padres les daría igual lo que tuviera en las demás. Eso hacía sentir bastante mal porque no estaba motivada, era la sensación de haber suspendido todas las asignaturas. No entendía nada. Prefirió dejarlo para el siguiente trimestre. Para que la media le diera aprobado tendría que sacar más de un ocho en cada una, eso era algo imposible.
Latín. Adri se acerca a Elena.
-Tía, tengo plan para hoy.Van a venir unos amigos míos de la playa, si quieres conocerlos...Ellos son de aquí y casi nunca quedo con ellos, sólo en verano porque van al mismo sitio que yo. A la mayoría les conozco desde que eramos mocos. Iremos al centro, es tipo una fiesta.
-¿Al centro? Qué va tía, ni de coña, no me dejan.
-¿Qué más da? Di que vas al cine. Además nos lleva mi padre.
-Bueno, yo te llamo después y te digo. ¿Qué haremos?
-Me han dicho que su instituto tiene en la planta baja una habitación muy grande con sofás, futbolines, karaoke...¡de todo!
-¡Vaya instituto!
-Es privado, ya te puedes hacer una idea.
La profesora dejó los libros y el bolso sobre la mesa. Todo el mundo se quedó en silencio mientras pasaba lista. Las siguientes clases fueron más amenas. En la mayoría empezaron los temas que iban a entrar en el último examen.
Antes de llegar a casa, había pensado su respuesta. Antes o después, la iban a castigar. Decidió que lo mejor era aprovechar el tiempo que le quedaba. Tenía que planearlo todo sin que se escapara ningún detalle. Calculando que si el padre de Adri las llevaba en cinco minutos, se ahorrarían la media hora de autobús hasta el supuesto cine que ida y vuelta, sería una hora, más una hora y media de película y media más de cena, sumarían un total de tres horas, eso sí: en el centro.
Su madre se lo creyó todo.
Cuando subió en el coche, le llamó diciendo que había cogido el bus. En media hora la tendría que llamar diciendo que iba a entrar en el cine y el móvil lo tendría apagado para que no le sonara. Sería perfecto porque habrían menos posibilidades de que la pillara estando incomunicada.
Llegaron a una plaza. Allí había un grupo de chavales, bastante bien vestidos acompañados por una chichas del mismo estilo. Algunas llevaban hasta tacones.
Entre ellos había una pareja incluso.
Los demás chicos, eran bastante monos desde el gusto de Elena.
Se fijó concretamente en uno. Era alto y algo delgado. Llevaba unos vaqueros claros y una chaqueta tipo sudadera negra. Era algo blanco de piel y tenía los ojos negros. Su mirada era profunda. Sus dientes, perfectamente alineados. No tardó nada en saber su nombre.
-Samu, tío, ven aquí que te enseñe un vídeo.- le llamó un amigo suyo, bastante guapo también aunque era un poco más bajo y con un par de kilos más. De repente, estallaron de la risa.
Entraron en el instituto, que más que eso, parecía una urbanización. Llegaron a la famosa habitación.
Era bastante amplia. Había hasta una televisión de pantalla plana con CD's de Singstar. Eso sería lo que Adri le dijo que era el karaoke. En una esquina había un futbolín. Varios sofás estaban repartidos por todo el lugar. Había una nevera con bebidas y una máquina de aperitivos. Aquello era fantástico.
Hicieron dos grupos para cantar. Elena y Adri estaban juntas con más chicos y chicas. En el equipo contrario estaba Samu. Pulsaron el boton de popurrí y salió la canción Volverá de El Canto del Loco, entre otras.
En seguida empezaron a cantar por turnos tal y como señalaba el juego y como cosa del destino, Elena tuvo que cantar a la vez que Samu. Durante el tiempo que estuvieron cantando, se miraron varias veces y en cuanto tuvieron que pasar el micro, se acercó a la oreja de Elena.
-No te flipes, rubita, que he cantado mejor que tú.
-Tú dirás lo que quieras pero yo he sacado más puntos y vamos en cabeza.
-Bueno, eso es ahora, pero tu equipo perderá.
-No, perdona, el mío ganará.
-Venga, apuesta. Mejor, apuesto yo a que si gana el tuyo, nos salimos de aquí y te invito a algo. Si es al revés...pues ya verás tú que haces.
-Si gana el tuyo dudo que pueda hacer lo mismo que tú porque no me conozco esto. Si quieres te canto una canción y de paso dejaré claro que canto mejor que tú aunque mi equipo pierda por los demás.- él le guiñó el ojo.
-Hecho.- Se dieron un apretón de manos.
Después de una larga partida de pase de micros y las miradas desafiantes entre Samu y Elena, el equipo de ella iba perdiendo con quinientos puntos menos que el de él. La única oportunidad que tenían de remontar era que el chaval del equipo de Elena hiciera perfectamente el solo último que le tocaba. Desafortunadamente, le faltaron diez puntos para alcanzarlos. Se acercó a ella, en tono chulesco.
-¿Ahora qué? Me tienes que cantar.
-No pienso hacerlo.
-Lo siento, pero es lo que tienes que hacer, has sido tú la que has propuesto eso.- Empezó a gritar a todos.-¡Oigan todos, vengan aquí! Nuestra amiga...-Puso la mano en puño como si fuera un micrófono en su boca.- ¿Cómo te llamas querida amiga?
-Elena.
-Nuestra amiga Elena, nos va a deleitar con una preciosa canción que ella misma escogerá para mayor sorpresa nuestra, ¡denle un fuerte aplauso!-Adri se quedó alucinada.
-Te odio...-Elena tragó saliva. Pensó en qué canción cantar. Decidido.- Te la voy a dedicar y todo...-Volvió a tragar saliva. Todo el mundo la estaba mirando. Respiró hondo. Al fin, salió una melodía con letra en un hilo de voz.- Me acuerdo y pienso en el tiempo que llevábamos sin vernos, dos niños pequeños que lo sentían todo y que sigo sintiendo hoy por ti. Recuerdos que tengo y no entiendo que dejáramos de vernos, buscando en mil besos que no son nuestros besos, deseo estar contigo hasta morir...- De repente, Samu cortó a Elena.
-¡Venga, ya está! No te motives, quizás si hubieras cantado tu toda la partida nos habrías ganado, pero no te preocupes mujer, me gustan las canciones dedicadas. ¡Un fuerte aplauso para la señorita!
Todos empezaron a aplaudir, silbar, reír y de más.
Adri salió corriendo hacia Elena. No se podía creer lo que acababa de hacer. Le acompaño al baño y estuvieron charlando un rato. Al salir, Adri se fue con dos amigas y Elena se sentó en el sofá, viendo como la demás gente seguía cantando en otra partida nueva. Samu se le acercó.
-¡Eh, amiga! ¡Cantas bien! Mira, en realidad me das pena. Si quieres nos podemos salir y te invito a algo. Después del mal trago que te he hecho pasar. Piensa que a lo mejor invitarte a algo puede ser un mal trago para mí...-Bromeó.
-¿Tú siempre eres tan tonto? Además, no voy a ir a ningún lado con alguien que ni siquiera sé cómo se llama.
-Te veo interesada, eh. Samu, me llamo Samu.
-Ya lo sabía, lo he oído antes.
-O sea, que lo del nombre era una excusa.
-Puede. ¿Vas a invitarme o qué?
-Venga, levántate.
Los dos salieron fuera. Hacía un poco de frío. Elena se detuvo a pensar un instante. No sabía qué hacía ahí fuera con ese chico, que le había invitado a saber a qué con total normalidad. Empezaron a caminar y salieron por la puerta del instituto. Ella empezó a frotarse los brazos intentando entrar en calor. Él la vio y le prestó su chaqueta.
-¿Ves? No soy tan tonto como creías.
Cada cosa que hacemos, que decimos, tiene su consecuencia y por pequeña que sea, el destino se encargará de que repercuta en nuestras vidas: algunas veces para mal y otras, inesperadamente, para bien. En cualquier caso, evitar situaciones no nos salvará de otras.
miércoles, 31 de agosto de 2011
martes, 30 de agosto de 2011
Capítulo 14
El día estaba un poco nublado, pero algunos rayos de sol se colaban entre las nubes. Júlia no se quiso acercar, se esperó hasta que él llegara a donde estaba ella. Estaba guapísimo, como siempre. Llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros. Conforme se iba aproximando, se percató de que llevaba un collar de estilo surfero. Eso le hacía más atractivo. Si supiera todo lo que ella pensaba de él, se quedaría alucinado. Le dio dos besos.
-¡Hola! Qué guapas tus zapatillas, eh.
-Sí, bueno...están un poco sucias.- Ahora le cogió un mechón de pelo.
-¿Qué te has hecho?
-Planchármelo un poco.
-¿Para qué? Estamos en un parque, no te va a ver nadie.
-Tú si me ves.-Entraron por fin y empezaron a seguir el camino.
-¿A dónde vamos?
-¿Has estado aquí alguna vez?
-En verano estuve por esos bancos que hay ahí pero no he llegado a ir más lejos.
-Pues entonces espera, voy a darte una sopresita...-Se puso tras ella y le tapó los ojos.-Tranquila, confía en mí.
Y tanto que confiaba en él. Aquello que estaba pasando era lo más increíble que le había sucedido desde que se conocieron. Las hojas que habían en el suelo, estaban secas a causa de la temprana llegada del otoño y crujían al pisarlas. Oír el sonido de sus pasos a la vez que los suyos y sentirlo tras su espalda, la tranquilizaba, sabía que estaba con ella. Anduvieron al menos durante veinte minutos. Júlia se burló de él porque le empezaron a sudar las manos.
-Ya hemos llegado.- Al fin, la dejó ver.
Estaba frente a un lago. Un lago precioso, lleno de juncos y de patos varias clases. El sol, se estaba poniendo y el color naranja del ocaso empezó a intensificarse sobre las ondas que habían en el agua. Nunca en la vida olvidaría aquello. Tampoco a Héctor.
-¡Qué bonito!
-¿Has visto?-Héctor se acercó a la orilla y toco el agua.-Aquí te puedes bañar. El agua no está muy sucia, es más el color que lo que hay realmente. Hay pececitos que te hacen cosquillas en las piernas.¿Sabes qué es lo mejor de todo? Que no te llega a cubrir.
-Me parece muy bien pero yo ahí no me meto ni loca.
-¿Estás segura?- La cogió en brazos y la apoyó en su hombro acercándose otra vez a la orilla. Júlia empezó a gritar y patalear.
-¡No, no, no! ¡Suéltame!- La estaba aproximando cada vez más. De repente, él se sentó en el suelo apoyándo la cabeza de ella sobre sus piernas.
-¡Ja! ¿Qué creías? ¿Que te iba a tirar? Así con ropa no, mujer, que me da pena que tu madre la tenga que lavar.-Júlia le pellizcó en el brazo.-¡Ah! No me hagas eso que me duele, tonta.
-Es que si no te doliera no lo haría, tonto.-Dijo en el mismo tono que él.
Se hizo el silencio. Para nada incómodo. Ella estaba intentando averiguar qué era lo que él miraba con tanta atención. Estaba como hipnotizado. Miró a otro lado, luego, a otro. Cerró los ojos y echó la cara hacia arriba. Una suave brisa agitó su cabello rubio, que parecía dorado con los reflejos del sol. Júlia pudo ver lo perfecto que era. Se sentía como si estuviesen saliendo de verdad. Sí la mirara y le dijera que sentía lo mismo, quizás ya nada del mundo le importaría, al menos, en aquél momento. Repentinamente, él bajó la cabeza y la miró, lo que hizo que ella se asustara un poco. Le sonrió y empezó a tocarle el pelo. Estaba suave y liso, así era más apetecible.
-Si no quieres que te lo toque dímelo, es que yo tengo esa manía.
-No, no me importa, me relaja.-Se quedó quieta sin hacer nada por un minuto, luego, levantó los brazos y empezó a bromear tapándole la cara.
-Ahora me ves, ¡ahora no me ves!- Él contestaba con la voz ahogada por tener las manos de ella cubriéndole parte de la boca.
-¡Déjame verte!
-No, no te dejo.
-¿Por qué?-utilizó un tono de pena irresistible. Júlia se mordió el labio inferior.
-Porque...no quiero porque eres tonto.-De forma imprevisible, él cogió ambas muñecas y se acercó hacia ella, a un palmo de distancia de su cara.
-Soy más tonto de lo que tú crees.-Júlia no supo que decir hasta que se le ocurrió algo.
-Ya lo sé, pero ya no quería llegar a ofenderte tanto, ¡ja, ja, ja!
-¡Eres una petarda!-Empezó a ponerle los dedos por la barriga haciéndole cosquillas. No pararon de reír. Sin que se dieran cuenta empezó a oscurecer.
-¿Sabes qué Jotadé?
-Dime.
-Que en toda la tarde no te he llamado Jotadé. ¡Es broma!- Se paró un segundo.- Que me lo he pasado muy bien contigo. No sólo hoy, las veces que he estado contigo he estado muy a gusto. Eres como una niña mayor, lo único que te diferencia es la edad.-Ella se quedó callada.-Bueno...¿tú te lo has pasado bien?
-¿Yo? Sí, sí. Me ha gustado mucho la sorpresita...Mira como está.-Señaló al cielo.-Mejor volvemos, ¿no?-Héctor asintió.
Tuvo el detalle de acompañarla hasta su portal.
Se despidió de ella con un fuerte abrazo y dos besos en cada mejilla. Júlia entró dentro y dejó la puerta entornada viendo cómo se iba hasta que giró la esquina. Se apoyó en el ascensor. No cabía en ella de la ilusión que tenía por la tarde tan especial que había pasado con él. El chico que le gustaba. El chico perfecto.
-¡Hola! Qué guapas tus zapatillas, eh.
-Sí, bueno...están un poco sucias.- Ahora le cogió un mechón de pelo.
-¿Qué te has hecho?
-Planchármelo un poco.
-¿Para qué? Estamos en un parque, no te va a ver nadie.
-Tú si me ves.-Entraron por fin y empezaron a seguir el camino.
-¿A dónde vamos?
-¿Has estado aquí alguna vez?
-En verano estuve por esos bancos que hay ahí pero no he llegado a ir más lejos.
-Pues entonces espera, voy a darte una sopresita...-Se puso tras ella y le tapó los ojos.-Tranquila, confía en mí.
Y tanto que confiaba en él. Aquello que estaba pasando era lo más increíble que le había sucedido desde que se conocieron. Las hojas que habían en el suelo, estaban secas a causa de la temprana llegada del otoño y crujían al pisarlas. Oír el sonido de sus pasos a la vez que los suyos y sentirlo tras su espalda, la tranquilizaba, sabía que estaba con ella. Anduvieron al menos durante veinte minutos. Júlia se burló de él porque le empezaron a sudar las manos.
-Ya hemos llegado.- Al fin, la dejó ver.
Estaba frente a un lago. Un lago precioso, lleno de juncos y de patos varias clases. El sol, se estaba poniendo y el color naranja del ocaso empezó a intensificarse sobre las ondas que habían en el agua. Nunca en la vida olvidaría aquello. Tampoco a Héctor.
-¡Qué bonito!
-¿Has visto?-Héctor se acercó a la orilla y toco el agua.-Aquí te puedes bañar. El agua no está muy sucia, es más el color que lo que hay realmente. Hay pececitos que te hacen cosquillas en las piernas.¿Sabes qué es lo mejor de todo? Que no te llega a cubrir.
-Me parece muy bien pero yo ahí no me meto ni loca.
-¿Estás segura?- La cogió en brazos y la apoyó en su hombro acercándose otra vez a la orilla. Júlia empezó a gritar y patalear.
-¡No, no, no! ¡Suéltame!- La estaba aproximando cada vez más. De repente, él se sentó en el suelo apoyándo la cabeza de ella sobre sus piernas.
-¡Ja! ¿Qué creías? ¿Que te iba a tirar? Así con ropa no, mujer, que me da pena que tu madre la tenga que lavar.-Júlia le pellizcó en el brazo.-¡Ah! No me hagas eso que me duele, tonta.
-Es que si no te doliera no lo haría, tonto.-Dijo en el mismo tono que él.
Se hizo el silencio. Para nada incómodo. Ella estaba intentando averiguar qué era lo que él miraba con tanta atención. Estaba como hipnotizado. Miró a otro lado, luego, a otro. Cerró los ojos y echó la cara hacia arriba. Una suave brisa agitó su cabello rubio, que parecía dorado con los reflejos del sol. Júlia pudo ver lo perfecto que era. Se sentía como si estuviesen saliendo de verdad. Sí la mirara y le dijera que sentía lo mismo, quizás ya nada del mundo le importaría, al menos, en aquél momento. Repentinamente, él bajó la cabeza y la miró, lo que hizo que ella se asustara un poco. Le sonrió y empezó a tocarle el pelo. Estaba suave y liso, así era más apetecible.
-Si no quieres que te lo toque dímelo, es que yo tengo esa manía.
-No, no me importa, me relaja.-Se quedó quieta sin hacer nada por un minuto, luego, levantó los brazos y empezó a bromear tapándole la cara.
-Ahora me ves, ¡ahora no me ves!- Él contestaba con la voz ahogada por tener las manos de ella cubriéndole parte de la boca.
-¡Déjame verte!
-No, no te dejo.
-¿Por qué?-utilizó un tono de pena irresistible. Júlia se mordió el labio inferior.
-Porque...no quiero porque eres tonto.-De forma imprevisible, él cogió ambas muñecas y se acercó hacia ella, a un palmo de distancia de su cara.
-Soy más tonto de lo que tú crees.-Júlia no supo que decir hasta que se le ocurrió algo.
-Ya lo sé, pero ya no quería llegar a ofenderte tanto, ¡ja, ja, ja!
-¡Eres una petarda!-Empezó a ponerle los dedos por la barriga haciéndole cosquillas. No pararon de reír. Sin que se dieran cuenta empezó a oscurecer.
-¿Sabes qué Jotadé?
-Dime.
-Que en toda la tarde no te he llamado Jotadé. ¡Es broma!- Se paró un segundo.- Que me lo he pasado muy bien contigo. No sólo hoy, las veces que he estado contigo he estado muy a gusto. Eres como una niña mayor, lo único que te diferencia es la edad.-Ella se quedó callada.-Bueno...¿tú te lo has pasado bien?
-¿Yo? Sí, sí. Me ha gustado mucho la sorpresita...Mira como está.-Señaló al cielo.-Mejor volvemos, ¿no?-Héctor asintió.
Tuvo el detalle de acompañarla hasta su portal.
Se despidió de ella con un fuerte abrazo y dos besos en cada mejilla. Júlia entró dentro y dejó la puerta entornada viendo cómo se iba hasta que giró la esquina. Se apoyó en el ascensor. No cabía en ella de la ilusión que tenía por la tarde tan especial que había pasado con él. El chico que le gustaba. El chico perfecto.
lunes, 29 de agosto de 2011
Capítulo 13
-¡Qué fuerte!- Olga se puso la mano en la boca.-¡Esto es muy fuerte! No te ha besado porque es tonto, pero te vuelvo a repetir que poco le queda para que lo haga. No puede resistirse a tus encantos, si no, no la habría dejado plantada de esa manera.
-Que no, tía. Tú ves cosas donde no las hay. No ha pasado nada. Lo único fuerte es eso, que la ha dejado plantada por mí, pero de ahí a que nos besemos hay un abismo.
-¡Tú estás tonta! Hazme caso, ya verás.
Estuvieron debatiendo sobre lo que podría pasar. En varias ocasiones se hicieron un par de fotos con el móvil de Olga. Pasó otra hora. Héctor iba a salir otra vez.
Quince minutos después, aún no aparecía. Veinte. Treinta. Júlia se estaba desesperando. Tenía una pequeña esperanza, pero ni siquiera eso sirvió. No pudo despedirse de él. Tal vez ahora estaría con la chica esa. Se asomó al pasillo. Una chica morena intentaba sacar a alguien del aula. Era ella. A quien estiraba del brazo parecía resistirse. Finalmente, se rindió. Héctor. Empezaron a charlar. Júlia se quedó paralizada. Se dio la vuelta y fue a buscar a su amiga. Estaba cabreada. Sacó el móvil del bolsillo y llamó a su madre para que la viniera a recoger. Olga, vivía cerca de allí y se marchó por su cuenta.
-Habéis salido antes de lo previsto.
-Lo sé...-Contesto breve. Estaba como deprimida. Decepcionada.
Empezaron a caer gotas del cielo que se estampaban con los cristales del coche. Se quedaban allí pegadas. No se movían, hasta que el coche arrancó y comenzaron a recorrer el vidrio de las ventanas. Aquello anunció el fin de ese calor veraniego tan insoportable. Júlia siempre había escuchado que cuando llovía era porque los ángeles lloraban por algo injusto, y con razón. No se merecía eso. Estar esperándolo para nada. Para que una chica más mona y más mayor lo coja del brazo y le se lo acerque. Las gotas de los cristales iban bajando por el cristal poco a poco al igual que una pequeña lágrima de Júlia se precipitaba al vacío. La lluvia, empezó a ser más fuerte. Júlia miraba los coches pasar. Las luces hacían destellos por el agua que caía. No oía nada. Se sentía como en una burbuja. En la radio, empezó a sonar una canción. Una guitarra, ese suave sonido al pulsarlas con los dedos, la envolvió. De repente, algo le llamó la atención: el estribillo. Era la canción que Héctor le había tocado. Sonrió por un segundo sin saber por qué. Aquello no podía ser una casualidad. Se emocionó y rompió a llorar otra vez.
En el ascensor, se miró en el espejo. Tenía los ojos un poco hinchados y rojizos. Su hermana iba a saber que había llorado. Entró en la habitación y dejó la mochila sobre su cama. Elena la vio y no tardó ni un segundo en preguntar qué había pasado.
-Me he quedado alucinada con lo de la radio, pero una cosa te digo: no llores. No vale la pena, ¿me estás escuchando? No vale la pena. Te voy a decir algo: creo que a ese chaval le gustas. No sé. Es un presentimiento. Por todo lo que me has contado, parece que está muy encima tuya y dejó plantada a esa imbécil por ti, Júlia. Eso no lo hace cualquiera. La mayoría de los chicos, si pueden pillar, lo hacen. No desperdician las oportunidades. En cambio, el la rechazó y estuvo contigo. Pero no llores, porque si ahora mismo te viera esa, se reiría en tu cara. ¿A que no quieres eso?- Júlia negó con la cabeza.- Pues ya está. Enséñame su perfil.- Júlia introdujo su nombre en el cuadro de búsqueda.- Vaya, vaya...no veas con el guitarrista, ¡eh! Parece un modelo tía...
-Mira, ésta es la niña, tiene el perfil público.
-¡Qué horror! Ahora enserio.- señaló a la pantalla.- ¿Esa se cree que va a conseguir al guitarrista? ¡Ni de coña!- Las dos hermanas empezaron a reír. Su madre las llamó a cenar y al menos Elena, se acostó en seguida de haber terminado. Júlia, se quedó repasando sociales.
Examen de sociales. Ahora Júlia se arrepentía bien de haber perdido la tarde anterior pero no de lo que ocurrió aunque lo estropeara todo la chica esa. Sonó el timbre. Algunas preguntas estaban incompletas pero no le había salido mal del todo. Al menos se merecía un suficiente, un notable sería demasiado pedir.
Olga entregó el examen y corrió hacia la mesa de su amiga para hablar sobre el día que habían pasado.
-Tía, qué mal. Es que vamos...¡como la vea no sé lo que le hago!¿Por qué tiene que meterse por el medio? ¡No puede quedarse en su casa?
-Olga...tenía clase.
-¡Me da igual! ¡No se puede dejar a los cerditos sueltos por ahí!-Júlia soltó una gran carcajada. Olga sabía bien cómo hacerla reír.-Bueno, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a hablar con él? ¿Vas a decirle algo?
-Hablaré con él pero no le diré nada de eso. Esperaré a que me saque el tema él y si no lo hace, pues no sé...¿Qué tal el examen?
-La parte de la teoría bien, pero el mapa...¡un desastre! La próxima vez haré una foto con el móvil y lo usaré de chuleta.
-¡Qué buena! Pero si te pillan, la cagarás.
-Lo sé. Bueno, yo me lo estudiaré y si no se me queda, pues recurriré a eso.- dijo con un tono de sabiduría. Empezaron a reír.
Recogieron las cosas y se sentaron en la mesa. Aunque el timbre hubiera sonado, la profesora no les dejaba marchar hasta que ella lo dijera. Al minuto, movió la cabeza hacia el lado y todos empezaron a estamparse desesperados por salir unos antes que otros.
Se conectó en el chat del móvil. Ahí estaba él. Recogió su cuarto y lo dejó puesto esperando a que alguien le hablara. Cuando terminó, lo comprobó.
-¡Hola fea! Tengo que decirte una cosa...-Era él. En realidad no tenía nada de ganas de contestarle, pero no podía desaprovechar esa oportunidad. Tampoco fue tan grave lo que ocurrió. Empezó a darle pena. Al fin, le contestó.
-Hey. Cuéntame.
-Ayer la pesada consiguió estar conmigo. Empezó a hacer la payasa intentando sacarme de la clase. Me arañó con la uña y al final salí. Espero que no te enfades.
Ya que él le había contado lo ocurrido, ella también se propuso hacerlo.
-No te preocupes, os vi.- Se dio cuenta de que a él no le cuadraría por qué estaba todavía allí si sólo tenia que ir a por unas partituras. Pensó una pequeña mentira con la que arreglarlo todo.- Me aburría, no tenía ganas de ir a mi casa. Llamé a una amiga y estuvimos charlando. Me asomé para ver si te veía salir o algo, pero no. Lo que vi fue lo que me has contado ahora.
-¿Me estabas esperando?
-Sí.
-Ja, ja, ja. No puedes resistirte a mí.
-Si, tienes razón. Fíjate que viviendo aquí al lado no te he dicho ni una vez de quedar por aquí abajo. Estoy totalmente enamorada, eh...
-Pues mira, no me vas a quitar la razón. ¿Te bajas? Si no tienes nada que hacer, claro...
-Mmm, espera que piense...Bueno vale, pero sólo porque estoy súper enamorada de ti, eh... ¡Ja, ja ja!
-Vale, vale...Quedamos en el parque en veinte minutos.-Júlia fue a contestarle pero no le dio tiempo. El ya se había desconectado.
Empezó a dar saltos de alegría por toda la habitación. Corrió a lo largo del pasillo hasta llegar al salón. Se lo gritó a su hermana, que estaba viendo la televisón.
-¡Elena! ¡Me ha dicho de quedar, me ha dicho de quedar!
-¿Qué? Espera, ¿el guitarrista? ¿Cuándo?- Estaba muy sorprendida.
-En veinte minutos, ¿a que es increíble?
-¿Y qué haces que no te arreglas?- Júlia dio dos saltos más y aplaudió. Corrió hacia el aseo y empezó a pintarse. Se planchó un poco el cabello. Tampoco mucho porque ya era algo lacio de por sí.
Salió diez minutos antes. No quería retrasarse de ninguna manera. Ella se esperó en la puerta del parque porque no especificó ningún lugar en concreto. Un chaval, alto, venía caminando a lo lejos. Era él.
-Que no, tía. Tú ves cosas donde no las hay. No ha pasado nada. Lo único fuerte es eso, que la ha dejado plantada por mí, pero de ahí a que nos besemos hay un abismo.
-¡Tú estás tonta! Hazme caso, ya verás.
Estuvieron debatiendo sobre lo que podría pasar. En varias ocasiones se hicieron un par de fotos con el móvil de Olga. Pasó otra hora. Héctor iba a salir otra vez.
Quince minutos después, aún no aparecía. Veinte. Treinta. Júlia se estaba desesperando. Tenía una pequeña esperanza, pero ni siquiera eso sirvió. No pudo despedirse de él. Tal vez ahora estaría con la chica esa. Se asomó al pasillo. Una chica morena intentaba sacar a alguien del aula. Era ella. A quien estiraba del brazo parecía resistirse. Finalmente, se rindió. Héctor. Empezaron a charlar. Júlia se quedó paralizada. Se dio la vuelta y fue a buscar a su amiga. Estaba cabreada. Sacó el móvil del bolsillo y llamó a su madre para que la viniera a recoger. Olga, vivía cerca de allí y se marchó por su cuenta.
-Habéis salido antes de lo previsto.
-Lo sé...-Contesto breve. Estaba como deprimida. Decepcionada.
Empezaron a caer gotas del cielo que se estampaban con los cristales del coche. Se quedaban allí pegadas. No se movían, hasta que el coche arrancó y comenzaron a recorrer el vidrio de las ventanas. Aquello anunció el fin de ese calor veraniego tan insoportable. Júlia siempre había escuchado que cuando llovía era porque los ángeles lloraban por algo injusto, y con razón. No se merecía eso. Estar esperándolo para nada. Para que una chica más mona y más mayor lo coja del brazo y le se lo acerque. Las gotas de los cristales iban bajando por el cristal poco a poco al igual que una pequeña lágrima de Júlia se precipitaba al vacío. La lluvia, empezó a ser más fuerte. Júlia miraba los coches pasar. Las luces hacían destellos por el agua que caía. No oía nada. Se sentía como en una burbuja. En la radio, empezó a sonar una canción. Una guitarra, ese suave sonido al pulsarlas con los dedos, la envolvió. De repente, algo le llamó la atención: el estribillo. Era la canción que Héctor le había tocado. Sonrió por un segundo sin saber por qué. Aquello no podía ser una casualidad. Se emocionó y rompió a llorar otra vez.
En el ascensor, se miró en el espejo. Tenía los ojos un poco hinchados y rojizos. Su hermana iba a saber que había llorado. Entró en la habitación y dejó la mochila sobre su cama. Elena la vio y no tardó ni un segundo en preguntar qué había pasado.
-Me he quedado alucinada con lo de la radio, pero una cosa te digo: no llores. No vale la pena, ¿me estás escuchando? No vale la pena. Te voy a decir algo: creo que a ese chaval le gustas. No sé. Es un presentimiento. Por todo lo que me has contado, parece que está muy encima tuya y dejó plantada a esa imbécil por ti, Júlia. Eso no lo hace cualquiera. La mayoría de los chicos, si pueden pillar, lo hacen. No desperdician las oportunidades. En cambio, el la rechazó y estuvo contigo. Pero no llores, porque si ahora mismo te viera esa, se reiría en tu cara. ¿A que no quieres eso?- Júlia negó con la cabeza.- Pues ya está. Enséñame su perfil.- Júlia introdujo su nombre en el cuadro de búsqueda.- Vaya, vaya...no veas con el guitarrista, ¡eh! Parece un modelo tía...
-Mira, ésta es la niña, tiene el perfil público.
-¡Qué horror! Ahora enserio.- señaló a la pantalla.- ¿Esa se cree que va a conseguir al guitarrista? ¡Ni de coña!- Las dos hermanas empezaron a reír. Su madre las llamó a cenar y al menos Elena, se acostó en seguida de haber terminado. Júlia, se quedó repasando sociales.
Examen de sociales. Ahora Júlia se arrepentía bien de haber perdido la tarde anterior pero no de lo que ocurrió aunque lo estropeara todo la chica esa. Sonó el timbre. Algunas preguntas estaban incompletas pero no le había salido mal del todo. Al menos se merecía un suficiente, un notable sería demasiado pedir.
Olga entregó el examen y corrió hacia la mesa de su amiga para hablar sobre el día que habían pasado.
-Tía, qué mal. Es que vamos...¡como la vea no sé lo que le hago!¿Por qué tiene que meterse por el medio? ¡No puede quedarse en su casa?
-Olga...tenía clase.
-¡Me da igual! ¡No se puede dejar a los cerditos sueltos por ahí!-Júlia soltó una gran carcajada. Olga sabía bien cómo hacerla reír.-Bueno, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a hablar con él? ¿Vas a decirle algo?
-Hablaré con él pero no le diré nada de eso. Esperaré a que me saque el tema él y si no lo hace, pues no sé...¿Qué tal el examen?
-La parte de la teoría bien, pero el mapa...¡un desastre! La próxima vez haré una foto con el móvil y lo usaré de chuleta.
-¡Qué buena! Pero si te pillan, la cagarás.
-Lo sé. Bueno, yo me lo estudiaré y si no se me queda, pues recurriré a eso.- dijo con un tono de sabiduría. Empezaron a reír.
Recogieron las cosas y se sentaron en la mesa. Aunque el timbre hubiera sonado, la profesora no les dejaba marchar hasta que ella lo dijera. Al minuto, movió la cabeza hacia el lado y todos empezaron a estamparse desesperados por salir unos antes que otros.
Se conectó en el chat del móvil. Ahí estaba él. Recogió su cuarto y lo dejó puesto esperando a que alguien le hablara. Cuando terminó, lo comprobó.
-¡Hola fea! Tengo que decirte una cosa...-Era él. En realidad no tenía nada de ganas de contestarle, pero no podía desaprovechar esa oportunidad. Tampoco fue tan grave lo que ocurrió. Empezó a darle pena. Al fin, le contestó.
-Hey. Cuéntame.
-Ayer la pesada consiguió estar conmigo. Empezó a hacer la payasa intentando sacarme de la clase. Me arañó con la uña y al final salí. Espero que no te enfades.
Ya que él le había contado lo ocurrido, ella también se propuso hacerlo.
-No te preocupes, os vi.- Se dio cuenta de que a él no le cuadraría por qué estaba todavía allí si sólo tenia que ir a por unas partituras. Pensó una pequeña mentira con la que arreglarlo todo.- Me aburría, no tenía ganas de ir a mi casa. Llamé a una amiga y estuvimos charlando. Me asomé para ver si te veía salir o algo, pero no. Lo que vi fue lo que me has contado ahora.
-¿Me estabas esperando?
-Sí.
-Ja, ja, ja. No puedes resistirte a mí.
-Si, tienes razón. Fíjate que viviendo aquí al lado no te he dicho ni una vez de quedar por aquí abajo. Estoy totalmente enamorada, eh...
-Pues mira, no me vas a quitar la razón. ¿Te bajas? Si no tienes nada que hacer, claro...
-Mmm, espera que piense...Bueno vale, pero sólo porque estoy súper enamorada de ti, eh... ¡Ja, ja ja!
-Vale, vale...Quedamos en el parque en veinte minutos.-Júlia fue a contestarle pero no le dio tiempo. El ya se había desconectado.
Empezó a dar saltos de alegría por toda la habitación. Corrió a lo largo del pasillo hasta llegar al salón. Se lo gritó a su hermana, que estaba viendo la televisón.
-¡Elena! ¡Me ha dicho de quedar, me ha dicho de quedar!
-¿Qué? Espera, ¿el guitarrista? ¿Cuándo?- Estaba muy sorprendida.
-En veinte minutos, ¿a que es increíble?
-¿Y qué haces que no te arreglas?- Júlia dio dos saltos más y aplaudió. Corrió hacia el aseo y empezó a pintarse. Se planchó un poco el cabello. Tampoco mucho porque ya era algo lacio de por sí.
Salió diez minutos antes. No quería retrasarse de ninguna manera. Ella se esperó en la puerta del parque porque no especificó ningún lugar en concreto. Un chaval, alto, venía caminando a lo lejos. Era él.
Capítulo 12
Al fin. Miércoles por la tarde.
Estaba algo estresada por el día que había tenido en el instituto. No le había dado tiempo de terminar el examen de matemáticas. Solo alguien podía hacer que todo ese estrés y esas preocupaciones desaparecieran.
Estaba ansiosa de verle. Todo tenía que salir a la perfección.
Su amiga Olga, no puso ningún problema en acompañarla toda la tarde. Mejor para ella, así lo vería y le daría el visto bueno.
Algo más le costó convencer a sus padres de que había un ensayo tan al principio de curso. Le hizo pensar en que si era un día sólo, iba a parecer algo raro, de repente tuvo una idea. Todos los miércoles habría "ensayo de orquesta". Sería perfecto para verle tres días seguidos. Dejó de comerse la cabeza. Lo importante era lo que sucediera hoy. Tenía que impedir que esa niñata se viera con él.
Bajó del coche. Maca bajó la ventanilla.
-Cuando salgas del ensayo llámame.-Le dio un beso en la mejilla. El pintalabios se le quedó marcado. Acto seguido se lo borró con la mano.
-Vale mamá. ¡Adiós!- se despidió mientras se alejaba.
Doblo la esquina y entró en el recibidor. Se asomó por el ventanal y observó cómo se alejaba el coche.
Este era su momento. Fue con cuidado para que nadie la reconociera y le hablara. Se dirigió al patio y se sentó en el muro, casi al final. Se puso las gafas de sol. Sacó un cuaderno, un lápiz y miró hacia abajo. Tal vez así evitaría que más gente de la mirara. Cabía la posibilidad de que ni Héctor supiera quién era. Incluso se había hecho un recogido para disimular. Ella siempre llevaba el pelo suelto con una diadema.
Las seis. A y cuarto su amiga Olga apareció, tal y como acordaron en el recreo.
-Júlia, ¿si ahora no es su hora libre, qué vas a hacer?
-Pues estaré contigo y me contarás cosas y si no, para algo le he dicho a mis padres que vengan a las nueve. Si no la tiene ahora, la tendrá más tarde, ¿no?
-Pero...¿y si no tiene?
-¡Sí que tiene! Si no la tuviera no habría quedado con esa fea. Te la has perdido entrar a su clase de instrumento. Cuando salga te diré quién es. Una belleza.
-Suele pasar. Las feas estúpidas se quedan con tu chico. Odio eso pero no podemos cambiarlo...Bueno, digo yo que si tiene hora libre será cuando salga esa.
-Sí. Queda bastante. Estoy nerviosísima.
-Tranquila, estás muy guapa. Me he traído pinturas por si quieres pintarte un poco. Ten.- Olga le extendió el brazo. En su mano había un lápiz de ojos negro y colorete rosa.
-¡Muchas gracias, tonta! Estás en todo.- Le abrazó.
-Para eso están las amigas.- Sonrieron a la vez.
Cinco escasos minutos para que supuestamente Héctor se dirigiera al muro. Antes de en punto.
-¡Joder, joder, joder!- Repitió nerviosa.-¡Es ése! Joder...
-Bueno, llámalo yo me voy a buscar algún quiosco y merendaré. ¡Suerte!
-Eres la mejor.
Su amiga se alejó. Héctor estaba hablando con unos amigos. Terminó y se sentó en el muro. Estaba a unos cinco metros. No la había visto. Parecía esperar a alguien. Sin duda, a su querida compañera de atril. ¿Cómo iba a ser a ella? Él sabía que los miércoles no tenía clase. Era imposible que esperara a Júlia.
Guardó el cuaderno junto al lápiz. Se quitó las gafas. Pasó por delante suya sin mirarle. Él la miró. Le sonaba de algo. Al fin, supo que era ella.
-¿Jotadé?-Se detuvo. Se volvió. Le miró. ¡Le estaba sonriendo! Al menos supo que se alegraba de verla.
-¿Qué haces hoy aquí? Tú vienes los jueves, no los miércoles.- Con eso no había contado. Ahora no sabía que inventarse para que todo cuadrara.
-Em...Yo he venido a por unas partituras de orquesta. También a hablar con ella porque...ayer tuve un pequeño problema por el que me puede coger manía y no quiero.
-Te puedo acompañar si quieres.
-¿De verdad? No, mejor no. Luego iré. Tengo un poco de hambre.
-Pues podemos ir a tomar algo.- Júlia se quedó extrañada. Iba a dejar plantada a la niña.
Cruzaron la calle. Siguieron andando al menos veinte minutos más. Entraron en una panadería. Júlia se compró un zumo y unas galletas. Él compro una ensaimada. Arrancó un trozo y se lo ofreció a Júlia.
-No me gustan las ensaimadas. Bueno sí. Lo que no me gusta es todo el azúcar que le echan por encima. Si le pusieran menos, estarían más buenas.
-¡Pues vale!- Acto seguido engulló el cachito de ensaimada.
Siguieron andando. Esta vez, no tanto tiempo. Llegaron a una placita bastante tranquila. Había una fuente, pero no había agua. Se sentaron allí. Estuvieron bastante rato sin hablarse.
-¿Sabes? Ayer en orquesta oí a una chica. Dijo que iba a quedar con un tal Héctor. Al principio creía que no eras tú, pero luego su amiga le dijo algo de la guitarra y entonces me quedó claro que sí que hablaba de ti.
-Me acabo de dar cuenta de que te gusta escuchar conversaciones ajenas, ¡eh! Es broma... a ver, había quedado con ella, pero no sé... por quedar, ¿sabes? Me está agobiando siempre. La chica no es fea, pero no soporto que me machaquen con el tema. Al final le dije que sí para que se callara de una vez. Fíjate. Ahora estaría con ella. Y sinceramente, no me apetece nada...Además, si te das cuenta, quedé con ella para esta hora libre, para no estar mucho tiempo con ella. Con decirle, "tengo clase" es suficiente. No puede decirme que me voy por alguna excusa inventada.
-Pobre, te estará esperando...A lo mejor ella sí que llora.-Rieron los dos.
-Puede ser. En realidad, me da igual. Aquí estoy bien. Con mi Jotadé.-Júlia supuso que ese iba a ser su mote de por vida.
-¿Sí? ¿De verdad? Quiero decir, me alegro.
-Te pones nerviosa.
-No, qué va. A veces me trabo con las palabras.
-Ya, claro.-Héctor soltó un suspiro.-Mañana otra vez tendré que verte...
-¿Por qué?
-Las horas libres.¿Recuerdas? ¿A que hora la tienes tú?
-De seis a siete.
-Entonces sólo nos veremos media hora.
-Algo es algo, ¿no?
-Claro, tampoco puedo aguantar tu cara mucho tiempo.- Júlia se quedó boquiabierta.-¡Es broma! ¡No me pegues! ¡Aisss!- Una palmada en el brazo.- Bueno, a ver si te gusta como voy a solucionar la cagada que he dicho: pues que media hora me parece muy poquito porque se me pasa volando el tiempo contigo.- Impulsivamente, Júlia se echó a reír.
-¿Qué dices?
-Eso. ¿Prefieres la cagada? A mí no me importa, puedo rectificar esto último que he dicho.
-Bueno, vale, me quedo con esta. Aunque no sea real.
-Eso no lo sabes tú...Me refiero...que...nadie sabe ciertamente nada.
-Sé ciertamente que te acabas de hacer un lío y de que dentro de nada empieza tu clase. Y hasta que lleguemos pasará media hora.- Se levantaron y se dirigieron camino al conservatorio otra vez. Fueron dándose empujones, palmadas en los brazos, golpes... Júlia se sentía en el cielo. Tan elevada que ni si quiera se acordó de su amiga. Entró y la vio sentada en el muro con los auriculares. Héctor se despidió de ella con dos besos y Júlia lo contempló hasta que subió la escalera. En seguida corrió hacia Olga para contárselo todo.
Estaba algo estresada por el día que había tenido en el instituto. No le había dado tiempo de terminar el examen de matemáticas. Solo alguien podía hacer que todo ese estrés y esas preocupaciones desaparecieran.
Estaba ansiosa de verle. Todo tenía que salir a la perfección.
Su amiga Olga, no puso ningún problema en acompañarla toda la tarde. Mejor para ella, así lo vería y le daría el visto bueno.
Algo más le costó convencer a sus padres de que había un ensayo tan al principio de curso. Le hizo pensar en que si era un día sólo, iba a parecer algo raro, de repente tuvo una idea. Todos los miércoles habría "ensayo de orquesta". Sería perfecto para verle tres días seguidos. Dejó de comerse la cabeza. Lo importante era lo que sucediera hoy. Tenía que impedir que esa niñata se viera con él.
Bajó del coche. Maca bajó la ventanilla.
-Cuando salgas del ensayo llámame.-Le dio un beso en la mejilla. El pintalabios se le quedó marcado. Acto seguido se lo borró con la mano.
-Vale mamá. ¡Adiós!- se despidió mientras se alejaba.
Doblo la esquina y entró en el recibidor. Se asomó por el ventanal y observó cómo se alejaba el coche.
Este era su momento. Fue con cuidado para que nadie la reconociera y le hablara. Se dirigió al patio y se sentó en el muro, casi al final. Se puso las gafas de sol. Sacó un cuaderno, un lápiz y miró hacia abajo. Tal vez así evitaría que más gente de la mirara. Cabía la posibilidad de que ni Héctor supiera quién era. Incluso se había hecho un recogido para disimular. Ella siempre llevaba el pelo suelto con una diadema.
Las seis. A y cuarto su amiga Olga apareció, tal y como acordaron en el recreo.
-Júlia, ¿si ahora no es su hora libre, qué vas a hacer?
-Pues estaré contigo y me contarás cosas y si no, para algo le he dicho a mis padres que vengan a las nueve. Si no la tiene ahora, la tendrá más tarde, ¿no?
-Pero...¿y si no tiene?
-¡Sí que tiene! Si no la tuviera no habría quedado con esa fea. Te la has perdido entrar a su clase de instrumento. Cuando salga te diré quién es. Una belleza.
-Suele pasar. Las feas estúpidas se quedan con tu chico. Odio eso pero no podemos cambiarlo...Bueno, digo yo que si tiene hora libre será cuando salga esa.
-Sí. Queda bastante. Estoy nerviosísima.
-Tranquila, estás muy guapa. Me he traído pinturas por si quieres pintarte un poco. Ten.- Olga le extendió el brazo. En su mano había un lápiz de ojos negro y colorete rosa.
-¡Muchas gracias, tonta! Estás en todo.- Le abrazó.
-Para eso están las amigas.- Sonrieron a la vez.
Cinco escasos minutos para que supuestamente Héctor se dirigiera al muro. Antes de en punto.
-¡Joder, joder, joder!- Repitió nerviosa.-¡Es ése! Joder...
-Bueno, llámalo yo me voy a buscar algún quiosco y merendaré. ¡Suerte!
-Eres la mejor.
Su amiga se alejó. Héctor estaba hablando con unos amigos. Terminó y se sentó en el muro. Estaba a unos cinco metros. No la había visto. Parecía esperar a alguien. Sin duda, a su querida compañera de atril. ¿Cómo iba a ser a ella? Él sabía que los miércoles no tenía clase. Era imposible que esperara a Júlia.
Guardó el cuaderno junto al lápiz. Se quitó las gafas. Pasó por delante suya sin mirarle. Él la miró. Le sonaba de algo. Al fin, supo que era ella.
-¿Jotadé?-Se detuvo. Se volvió. Le miró. ¡Le estaba sonriendo! Al menos supo que se alegraba de verla.
-¿Qué haces hoy aquí? Tú vienes los jueves, no los miércoles.- Con eso no había contado. Ahora no sabía que inventarse para que todo cuadrara.
-Em...Yo he venido a por unas partituras de orquesta. También a hablar con ella porque...ayer tuve un pequeño problema por el que me puede coger manía y no quiero.
-Te puedo acompañar si quieres.
-¿De verdad? No, mejor no. Luego iré. Tengo un poco de hambre.
-Pues podemos ir a tomar algo.- Júlia se quedó extrañada. Iba a dejar plantada a la niña.
Cruzaron la calle. Siguieron andando al menos veinte minutos más. Entraron en una panadería. Júlia se compró un zumo y unas galletas. Él compro una ensaimada. Arrancó un trozo y se lo ofreció a Júlia.
-No me gustan las ensaimadas. Bueno sí. Lo que no me gusta es todo el azúcar que le echan por encima. Si le pusieran menos, estarían más buenas.
-¡Pues vale!- Acto seguido engulló el cachito de ensaimada.
Siguieron andando. Esta vez, no tanto tiempo. Llegaron a una placita bastante tranquila. Había una fuente, pero no había agua. Se sentaron allí. Estuvieron bastante rato sin hablarse.
-¿Sabes? Ayer en orquesta oí a una chica. Dijo que iba a quedar con un tal Héctor. Al principio creía que no eras tú, pero luego su amiga le dijo algo de la guitarra y entonces me quedó claro que sí que hablaba de ti.
-Me acabo de dar cuenta de que te gusta escuchar conversaciones ajenas, ¡eh! Es broma... a ver, había quedado con ella, pero no sé... por quedar, ¿sabes? Me está agobiando siempre. La chica no es fea, pero no soporto que me machaquen con el tema. Al final le dije que sí para que se callara de una vez. Fíjate. Ahora estaría con ella. Y sinceramente, no me apetece nada...Además, si te das cuenta, quedé con ella para esta hora libre, para no estar mucho tiempo con ella. Con decirle, "tengo clase" es suficiente. No puede decirme que me voy por alguna excusa inventada.
-Pobre, te estará esperando...A lo mejor ella sí que llora.-Rieron los dos.
-Puede ser. En realidad, me da igual. Aquí estoy bien. Con mi Jotadé.-Júlia supuso que ese iba a ser su mote de por vida.
-¿Sí? ¿De verdad? Quiero decir, me alegro.
-Te pones nerviosa.
-No, qué va. A veces me trabo con las palabras.
-Ya, claro.-Héctor soltó un suspiro.-Mañana otra vez tendré que verte...
-¿Por qué?
-Las horas libres.¿Recuerdas? ¿A que hora la tienes tú?
-De seis a siete.
-Entonces sólo nos veremos media hora.
-Algo es algo, ¿no?
-Claro, tampoco puedo aguantar tu cara mucho tiempo.- Júlia se quedó boquiabierta.-¡Es broma! ¡No me pegues! ¡Aisss!- Una palmada en el brazo.- Bueno, a ver si te gusta como voy a solucionar la cagada que he dicho: pues que media hora me parece muy poquito porque se me pasa volando el tiempo contigo.- Impulsivamente, Júlia se echó a reír.
-¿Qué dices?
-Eso. ¿Prefieres la cagada? A mí no me importa, puedo rectificar esto último que he dicho.
-Bueno, vale, me quedo con esta. Aunque no sea real.
-Eso no lo sabes tú...Me refiero...que...nadie sabe ciertamente nada.
-Sé ciertamente que te acabas de hacer un lío y de que dentro de nada empieza tu clase. Y hasta que lleguemos pasará media hora.- Se levantaron y se dirigieron camino al conservatorio otra vez. Fueron dándose empujones, palmadas en los brazos, golpes... Júlia se sentía en el cielo. Tan elevada que ni si quiera se acordó de su amiga. Entró y la vio sentada en el muro con los auriculares. Héctor se despidió de ella con dos besos y Júlia lo contempló hasta que subió la escalera. En seguida corrió hacia Olga para contárselo todo.
domingo, 28 de agosto de 2011
Capítulo 11
Nueva petición de amistad. Héctor Fernández Music.
No se lo podía creer. Se había acordado de ella. En ese instante la ilusión la invadió. Le aceptó sin dudarlo un segundo. Se volvió a conectar para que le apareciera en el chat en el caso de que estuviese conectado, pero desgraciadamente para Júlia, no lo estaba.
Maca llamó a todos para que acudieran a cenar. A penas hubo tema de conversación porque en la televisión estaban echando una película bastante entretenida.
Un joven, cuyo padre había fallecido, usó una especie de radio en la que en una de las interferencias extraordinariamente consiguió hablar con él, el día en el que iba a morir, treinta años antes. El joven le dijo qué hacer para salvarse y poco más consiguió saber Júlia sobre la película porque ya había terminado de cenar.
Nada más limpiar el plato y el vaso, volvió al ordenador.
Se había dejado el chat puesto pero nadie le había hablado. Actualizó un par de veces para comprobar si alguien le ponía algo pero no sirvió de nada. Justo cuando movió el puntero para cerrar la ventana, él.
-¡Esa Jotadé! ¿Qué pasa? ¿No te vas a dormir?
-Sí, me iba ahora pero has empezado a hablarme, así que...
-Bueno, puedes dejarme tirado si quieres.
-¿Por qué iba a hacerlo? No hombre, ahora hablamos un rato y ya está. ¿Y tú tampoco te vas a dormir?
-¡Qué va! No tengo sueño y estoy aburrido. Te he visto y me han entrado ganas de hablarte.- Unas mariposas le revolvieron el estómago.
-Oh...¿qué días vas al conservatorio?
-Lunes, miércoles y jueves.- Mierda, el miércoles no coincidirían.- ¿y tú?
-Lunes, martes, y jueves también.
-Podemos vernos en las horas libres. Bueno, los lunes sólo media hora, pero algo es algo, ¿no?
-Claro. Cuando tenga hora libre me iré al muro a ver si te veo. Si no pues...nada.
-Si no me ves te pones a llorar, ¡ja, ja, ja!
-¿Qué estás diciendo? ¡Qué creído! Pues ahora no iré.
-Venga, anda, no me seas tonta, era una broma...
-Uh, a ver si el que llora ahora eres tú, ¡eh!
-Puede...- Esa palabra hizo que el corazón de Júlia diera un vuelco.
-Ya, claro...me voy a dormir ya. Un beso, dulces sueños.
-Después de hablar contigo seguro que lo serán.
-Héctor, por favor...
-¡Huy!¿Ahora quién es la creída?¡Ja, ja, ja!
-¡Tú eres muy tonto! Me voy ya antes de que te pegue a través del ordenador!
No sabía si él tendría dulces sueños, pero si algo era seguro, es que ella sí que los iba a tener. Esa conversación la transportó a otra dimensión. Ella hablando con él. Las cosas que le dijo. Si las dijo de verdad, tal vez tendría una pequeña posibilidad de tener algo con él, aunque lo más seguro sería que se estuviera cachondeando de ella. Claro, era mucho más pequeña que él. Según su perfil de Tuenti, le sacaba cuatro años de más. Sí. Seguramente todo aquello se lo dijo bromeando. En ese instante se desvaneció aquella oportunidad.
Sonó el despertador del móvil. Lo detuvo. Se acordó de la noche anterior. Una sonrisa se esbozó en su rostro. Se quedó embobada mirando a ningún lugar. Empezó a imaginar una tarde a solas con Héctor. Todo sería perfecto, demasiado perfecto. Un beso. Otro...Un sonido insistente interrumpió esa armonía que imaginaba en su cabeza. El despertador otra vez. No lo había parado, sólo atrasado. Esta vez, lo detuvo del todo.
Se empezó a vestir mientras maldecía que era martes y que hoy no lo iba a ver. Desayunó y se preparó el desayuno de media mañana para el recreo. En esa media hora, le contó a la que hasta el momento era su mejor amiga. Era increíble la confianza que tenían en tan poco tiempo. Seguramente sería una amistad duradera.
-¡No me lo puedo creer! ¿Y tiene dieciocho años?
-Diecisiete, pero en verano es cuando hace los dieciocho.
-¡Me da igual! ¡Es mayor, es rubio, es guapo, tiene los dientes perfectos, toca la guitarra! ¡Dios, es perfecto, Júlia! ¡Qué suerte tienes!
-Sí, suerte...Suerte sería poder quedar con el algún día. Así que de suerte nada, más bien desgracia...
-¡Qué dices! Mira, eres guapísima. La edad no importa. Si algún día el llega a sentir algo por tí, seguro que le dará igual todo. Y a ti tampoco te tendría que importar nada. Sólo él.
Le dio vueltas toda la tarde a lo que le dijo Olga, su amiga. Ese fue el mejor consejo que había oído de ella, estaba tan orgullosa de tener una amiga así.
Comió lo más rápido que pudo porque a las cuatro y media tenía que estar en el conservatorio.
Vio el patio al dirigirse hacia la clase de orquesta. A un lado, el muro. Lo contempló y se imaginó a ella misma y a Héctor, el día anterior. Él, tocándole aquella bonita canción. De película. No lo podía negar más: Realmente, le gustaba mucho. Más que eso: muchísimo.
Mientras los músicos afinaban sus instrumentos, oyó algo peor que todo ese estropicio de notas sueltas.
-¡Mañana he quedado con Héctor!
-Por fin, ya era hora. Te gusta tanto...te lo mereces.
-No sé si pasará algo. Ojalá que sí.
-¡Dile que se lleve la guitarra y te toque alguna canción!
-¡Qué va! Se lo dije una vez, pero no quiso.
Al momento se hizo el silencio. Todos dejaron de afinar. La directora empezó a hablar y mandó que todos sacaran la partitura que se tenían que fotocopiar. Júlia no se había enterado de nada. Ni de las partituras ni de por qué esa dichosa niña tenía la suerte de verse con Héctor. No. Lo tenía que impedir de alguna forma. No podía pasar eso. Héctor ya era suyo. ¡A ella si que le había tocado! Estúpida niña. ¿Cuándo iba a quedar con él? Al día siguiente sería miércoles y tendría conservatorio. Seguramente sus horas libres coincidirían. Tal vez la suya no. Aún así, Júlia podía decirle a sus padres que la llevaran y vinieran a recogerla a las nueve por un ensayo con la orquesta. Para entretenerse le diría a Olga que fuera al conservatorio un cuarto de hora después que ella para que sus padres no la vieran. Era el mejor plan que se le había ocurrido en mucho tiempo.
-No tienes las partituras.- una voz hizo desaparecer su plan de la cabeza.
-Ya, es que no me he enterado.
-Pues para eso está el tablón de anuncios y la habilidad de saber leer. Compártelas con tu compañera.
Increíble. Su compañera iba a ser la niña que quedó con él. Ahora la recordaba bien, estaba en su clase de lenguaje musical. Era mayor que ella.Suerte que al día siguiente se iba a saltar la clase y no la vería tan sólo por una razón mejor aún: para estar con Héctor.
Salió de la clase cabredísima y le dio una patada al atril. Se cayó al suelo, quería que la estúpida niña la recogiera.
-¡Lo siento! Recógelo por favor, ¡yo me tengo que ir ya!- Salió corriendo.
La muchacha se le quedó mirando con una ligera expresión de asco y rareza.
Júlia se giró y la vio recogerlo todo. Se le escapó una risa malvada.
"Estúpida", pensó, " se creerá que mañana lo verá...¡ni de coña!"
No se lo podía creer. Se había acordado de ella. En ese instante la ilusión la invadió. Le aceptó sin dudarlo un segundo. Se volvió a conectar para que le apareciera en el chat en el caso de que estuviese conectado, pero desgraciadamente para Júlia, no lo estaba.
Maca llamó a todos para que acudieran a cenar. A penas hubo tema de conversación porque en la televisión estaban echando una película bastante entretenida.
Un joven, cuyo padre había fallecido, usó una especie de radio en la que en una de las interferencias extraordinariamente consiguió hablar con él, el día en el que iba a morir, treinta años antes. El joven le dijo qué hacer para salvarse y poco más consiguió saber Júlia sobre la película porque ya había terminado de cenar.
Nada más limpiar el plato y el vaso, volvió al ordenador.
Se había dejado el chat puesto pero nadie le había hablado. Actualizó un par de veces para comprobar si alguien le ponía algo pero no sirvió de nada. Justo cuando movió el puntero para cerrar la ventana, él.
-¡Esa Jotadé! ¿Qué pasa? ¿No te vas a dormir?
-Sí, me iba ahora pero has empezado a hablarme, así que...
-Bueno, puedes dejarme tirado si quieres.
-¿Por qué iba a hacerlo? No hombre, ahora hablamos un rato y ya está. ¿Y tú tampoco te vas a dormir?
-¡Qué va! No tengo sueño y estoy aburrido. Te he visto y me han entrado ganas de hablarte.- Unas mariposas le revolvieron el estómago.
-Oh...¿qué días vas al conservatorio?
-Lunes, miércoles y jueves.- Mierda, el miércoles no coincidirían.- ¿y tú?
-Lunes, martes, y jueves también.
-Podemos vernos en las horas libres. Bueno, los lunes sólo media hora, pero algo es algo, ¿no?
-Claro. Cuando tenga hora libre me iré al muro a ver si te veo. Si no pues...nada.
-Si no me ves te pones a llorar, ¡ja, ja, ja!
-¿Qué estás diciendo? ¡Qué creído! Pues ahora no iré.
-Venga, anda, no me seas tonta, era una broma...
-Uh, a ver si el que llora ahora eres tú, ¡eh!
-Puede...- Esa palabra hizo que el corazón de Júlia diera un vuelco.
-Ya, claro...me voy a dormir ya. Un beso, dulces sueños.
-Después de hablar contigo seguro que lo serán.
-Héctor, por favor...
-¡Huy!¿Ahora quién es la creída?¡Ja, ja, ja!
-¡Tú eres muy tonto! Me voy ya antes de que te pegue a través del ordenador!
No sabía si él tendría dulces sueños, pero si algo era seguro, es que ella sí que los iba a tener. Esa conversación la transportó a otra dimensión. Ella hablando con él. Las cosas que le dijo. Si las dijo de verdad, tal vez tendría una pequeña posibilidad de tener algo con él, aunque lo más seguro sería que se estuviera cachondeando de ella. Claro, era mucho más pequeña que él. Según su perfil de Tuenti, le sacaba cuatro años de más. Sí. Seguramente todo aquello se lo dijo bromeando. En ese instante se desvaneció aquella oportunidad.
Sonó el despertador del móvil. Lo detuvo. Se acordó de la noche anterior. Una sonrisa se esbozó en su rostro. Se quedó embobada mirando a ningún lugar. Empezó a imaginar una tarde a solas con Héctor. Todo sería perfecto, demasiado perfecto. Un beso. Otro...Un sonido insistente interrumpió esa armonía que imaginaba en su cabeza. El despertador otra vez. No lo había parado, sólo atrasado. Esta vez, lo detuvo del todo.
Se empezó a vestir mientras maldecía que era martes y que hoy no lo iba a ver. Desayunó y se preparó el desayuno de media mañana para el recreo. En esa media hora, le contó a la que hasta el momento era su mejor amiga. Era increíble la confianza que tenían en tan poco tiempo. Seguramente sería una amistad duradera.
-¡No me lo puedo creer! ¿Y tiene dieciocho años?
-Diecisiete, pero en verano es cuando hace los dieciocho.
-¡Me da igual! ¡Es mayor, es rubio, es guapo, tiene los dientes perfectos, toca la guitarra! ¡Dios, es perfecto, Júlia! ¡Qué suerte tienes!
-Sí, suerte...Suerte sería poder quedar con el algún día. Así que de suerte nada, más bien desgracia...
-¡Qué dices! Mira, eres guapísima. La edad no importa. Si algún día el llega a sentir algo por tí, seguro que le dará igual todo. Y a ti tampoco te tendría que importar nada. Sólo él.
Le dio vueltas toda la tarde a lo que le dijo Olga, su amiga. Ese fue el mejor consejo que había oído de ella, estaba tan orgullosa de tener una amiga así.
Comió lo más rápido que pudo porque a las cuatro y media tenía que estar en el conservatorio.
Vio el patio al dirigirse hacia la clase de orquesta. A un lado, el muro. Lo contempló y se imaginó a ella misma y a Héctor, el día anterior. Él, tocándole aquella bonita canción. De película. No lo podía negar más: Realmente, le gustaba mucho. Más que eso: muchísimo.
Mientras los músicos afinaban sus instrumentos, oyó algo peor que todo ese estropicio de notas sueltas.
-¡Mañana he quedado con Héctor!
-Por fin, ya era hora. Te gusta tanto...te lo mereces.
-No sé si pasará algo. Ojalá que sí.
-¡Dile que se lleve la guitarra y te toque alguna canción!
-¡Qué va! Se lo dije una vez, pero no quiso.
Al momento se hizo el silencio. Todos dejaron de afinar. La directora empezó a hablar y mandó que todos sacaran la partitura que se tenían que fotocopiar. Júlia no se había enterado de nada. Ni de las partituras ni de por qué esa dichosa niña tenía la suerte de verse con Héctor. No. Lo tenía que impedir de alguna forma. No podía pasar eso. Héctor ya era suyo. ¡A ella si que le había tocado! Estúpida niña. ¿Cuándo iba a quedar con él? Al día siguiente sería miércoles y tendría conservatorio. Seguramente sus horas libres coincidirían. Tal vez la suya no. Aún así, Júlia podía decirle a sus padres que la llevaran y vinieran a recogerla a las nueve por un ensayo con la orquesta. Para entretenerse le diría a Olga que fuera al conservatorio un cuarto de hora después que ella para que sus padres no la vieran. Era el mejor plan que se le había ocurrido en mucho tiempo.
-No tienes las partituras.- una voz hizo desaparecer su plan de la cabeza.
-Ya, es que no me he enterado.
-Pues para eso está el tablón de anuncios y la habilidad de saber leer. Compártelas con tu compañera.
Increíble. Su compañera iba a ser la niña que quedó con él. Ahora la recordaba bien, estaba en su clase de lenguaje musical. Era mayor que ella.Suerte que al día siguiente se iba a saltar la clase y no la vería tan sólo por una razón mejor aún: para estar con Héctor.
Salió de la clase cabredísima y le dio una patada al atril. Se cayó al suelo, quería que la estúpida niña la recogiera.
-¡Lo siento! Recógelo por favor, ¡yo me tengo que ir ya!- Salió corriendo.
La muchacha se le quedó mirando con una ligera expresión de asco y rareza.
Júlia se giró y la vio recogerlo todo. Se le escapó una risa malvada.
"Estúpida", pensó, " se creerá que mañana lo verá...¡ni de coña!"
viernes, 26 de agosto de 2011
Capítulo 10
La primera semana de octubre.
Júlia acude a su primera clase de segundo curso profesional del conservatorio de música. Tiene tantas ganas de empezar como de hacer amigos. Enseguida empezó a hablar con todo el mundo.
La primera clase, lenguaje musical, después, hora libre.
Había una gran explanada con un muro en el que todo el mundo se sentaba a charlar con sus amigos en sus horas libres, o mientras esperaban a que el profesor llegara o sus padres viniesen a recogerlos.
Júlia se sacó un paquete de galletas y se sentó a comérselo. No tuvo otra opción para entretenerse que escuchar la conversación de los chicos de al lado.Uno rubio, otro moreno. Demasiado moreno. Seguramente habría pasado un verano entero en la playa para estar así.
-Es que cuando termine el grado profesional, quiero irme a Francia a hacer el superior, pero para eso necesito aprender francés y no tengo ni idea.
-Vaya putada...
-Pues sí. Explícame cómo aprendo francés en un año.
Júlia respiró hondo.
-Voulez-vous parler français?- El muchacho miró a Júlia bastante sorprendido. El amigo incluso algo más.
-Creo que te ha dicho algo de francés.
-Que si quieres hablar francés.- Se echó a reír.
-¡No puede ser! ¿Sabes francés? ¡Qué fuerte! ¿Estabas escuchándonos?
-No tenía más remedio...
-Tú no vienes mucho por aquí, ¿verdad?
-No. Es mi primer año. Me he mudado.
-Hala... ¿en qué barrio vives?
-En Parques Verdes.- el chico parpadeó rápidamente y se quedó boquiabierto.
-¡No puede ser! ¡Yo también vivo ahí! ¿Por qué parte?
-Por donde están Los Miradores, los edificios de colores... que hay un parque al lado de un instituto, que tiene un lago...
-¡Increíble! ¡Yo vivo en Los Miradores! Menuda coincidencia, estoy alucinando...Bueno yo soy Héctor, encantado.- Le dio dos besos a Júlia, presentándose ella también.- Por cierto, ¿qué hora es?
-Las siete y media.
-¡Me tengo que ir a clase ya! Encantado otra vez, hasta luego si nos vemos...
Júlia se quedó pensativa. Qué forma mas graciosa de conocer a alguien. Ni si quiera ella sabía de dónde había sacado el valor para decir esa estúpida frase en francés. Se quedó en blanco por un momento. Y media... Reaccionó rápidamente. Creyó que tenía una hora entera libre pero en realidad sólo era media. Anduvo ligera hasta el aula de instrumento. Menos mal que no había nadie. Miró al fondo del pasillo. Una mujer, algo gruesa, se dirigía hacia donde ella estaba con un montón de papeles, quizás partituras. Era ella. Su profesora.
-Tú debes de ser Júlia. ¿No?- Júlia afirmó la pregunta.- Yo soy tu profesora. Me llamo Fátima. Hoy no haremos gran cosa. Me tocarás las últimas obras que estudiaste y te mandaré las que tienes que aprenderte este año. Si nos sobra tiempo podemos hacer algunas escalas...
Demasiado para el primer día. Acabó la clase algo exhausta. En ese momento se le quitaron las ganas de haber empezado por fin el curso.
Pronto, ese pensamiento cambió.Al salir, volvió instintivamente al muro y lo vió. Allí estaba, otra vez, con el mismo amigo de antes. Su color rubio de cabello se veía ahora más oscuro. El sol se estaba escondiendo. Lo vio sentarse y sacar su guitarra. Parecía un modelo posando para una fotografía. Era perfecto para Júlia en todos sus sentidos. El único fallo: era un poco mayor para ella, pero siempre se ha dicho que el amor no entiende de edades. No dejaba de recordar una y otra vez esos dos hoyuelos que se le formaban al sonreír. Se acercó a él.
-¡Hola! ¿Guitarra? Interesante...
-Bueno, Héctor, mi padre me acaba de hacer una llamada perdida, me voy tío.- Héctor levantó la cabeza despidiéndose de su amigo y miró a Júlia para retomar la conversación.
-Sí, toco la guitarra, ¿Quieres escuchar algo?- Ella se encogió de hombros.
Una suave y preciosa melodía flotó por el aire. El ritmo de aquella canción marcó el pulso de los latidos de Júlia. Ese chico era increíble. De repente paró, la miró a los ojos. Le sonrió con sus hoyuelos otra vez.
-¿Te gusta?
-Sí, tocas bastante bien. Es algo normal estando en el último curso...
-Con todo lo que me ha costado llegar hasta aquí, tocar bien es lo mínimo...Oye, ¿tienes Tuenti de ese? Yo me lo hice hace poco y no tengo a casi nadie, te puedo agregar si quieres...
-Vale. Júlia Delgado Jotadé.
-¿Jotadé?
-Sí. Jota de Júlia y dé, de Delgado.-Se le escapó una risa tonta.
-Vale. Esta noche te agrego, espero acordarme. Yo también me tengo que ir ya. Me ha vibrado el móvil, supongo que será mi padre. Encantado.- Le dio dos besos.
Nada más girarse, Júlia se tocó la mejilla. Le observó hasta que salió por la puerta principal hasta verlo subir al todo-terreno negro que había a fuera. Se juró a sí misma que nada más llegar a casa, se lo contaría a su hermana.
Júlia acude a su primera clase de segundo curso profesional del conservatorio de música. Tiene tantas ganas de empezar como de hacer amigos. Enseguida empezó a hablar con todo el mundo.
La primera clase, lenguaje musical, después, hora libre.
Había una gran explanada con un muro en el que todo el mundo se sentaba a charlar con sus amigos en sus horas libres, o mientras esperaban a que el profesor llegara o sus padres viniesen a recogerlos.
Júlia se sacó un paquete de galletas y se sentó a comérselo. No tuvo otra opción para entretenerse que escuchar la conversación de los chicos de al lado.Uno rubio, otro moreno. Demasiado moreno. Seguramente habría pasado un verano entero en la playa para estar así.
-Es que cuando termine el grado profesional, quiero irme a Francia a hacer el superior, pero para eso necesito aprender francés y no tengo ni idea.
-Vaya putada...
-Pues sí. Explícame cómo aprendo francés en un año.
Júlia respiró hondo.
-Voulez-vous parler français?- El muchacho miró a Júlia bastante sorprendido. El amigo incluso algo más.
-Creo que te ha dicho algo de francés.
-Que si quieres hablar francés.- Se echó a reír.
-¡No puede ser! ¿Sabes francés? ¡Qué fuerte! ¿Estabas escuchándonos?
-No tenía más remedio...
-Tú no vienes mucho por aquí, ¿verdad?
-No. Es mi primer año. Me he mudado.
-Hala... ¿en qué barrio vives?
-En Parques Verdes.- el chico parpadeó rápidamente y se quedó boquiabierto.
-¡No puede ser! ¡Yo también vivo ahí! ¿Por qué parte?
-Por donde están Los Miradores, los edificios de colores... que hay un parque al lado de un instituto, que tiene un lago...
-¡Increíble! ¡Yo vivo en Los Miradores! Menuda coincidencia, estoy alucinando...Bueno yo soy Héctor, encantado.- Le dio dos besos a Júlia, presentándose ella también.- Por cierto, ¿qué hora es?
-Las siete y media.
-¡Me tengo que ir a clase ya! Encantado otra vez, hasta luego si nos vemos...
Júlia se quedó pensativa. Qué forma mas graciosa de conocer a alguien. Ni si quiera ella sabía de dónde había sacado el valor para decir esa estúpida frase en francés. Se quedó en blanco por un momento. Y media... Reaccionó rápidamente. Creyó que tenía una hora entera libre pero en realidad sólo era media. Anduvo ligera hasta el aula de instrumento. Menos mal que no había nadie. Miró al fondo del pasillo. Una mujer, algo gruesa, se dirigía hacia donde ella estaba con un montón de papeles, quizás partituras. Era ella. Su profesora.
-Tú debes de ser Júlia. ¿No?- Júlia afirmó la pregunta.- Yo soy tu profesora. Me llamo Fátima. Hoy no haremos gran cosa. Me tocarás las últimas obras que estudiaste y te mandaré las que tienes que aprenderte este año. Si nos sobra tiempo podemos hacer algunas escalas...
Demasiado para el primer día. Acabó la clase algo exhausta. En ese momento se le quitaron las ganas de haber empezado por fin el curso.
Pronto, ese pensamiento cambió.Al salir, volvió instintivamente al muro y lo vió. Allí estaba, otra vez, con el mismo amigo de antes. Su color rubio de cabello se veía ahora más oscuro. El sol se estaba escondiendo. Lo vio sentarse y sacar su guitarra. Parecía un modelo posando para una fotografía. Era perfecto para Júlia en todos sus sentidos. El único fallo: era un poco mayor para ella, pero siempre se ha dicho que el amor no entiende de edades. No dejaba de recordar una y otra vez esos dos hoyuelos que se le formaban al sonreír. Se acercó a él.
-¡Hola! ¿Guitarra? Interesante...
-Bueno, Héctor, mi padre me acaba de hacer una llamada perdida, me voy tío.- Héctor levantó la cabeza despidiéndose de su amigo y miró a Júlia para retomar la conversación.
-Sí, toco la guitarra, ¿Quieres escuchar algo?- Ella se encogió de hombros.
Una suave y preciosa melodía flotó por el aire. El ritmo de aquella canción marcó el pulso de los latidos de Júlia. Ese chico era increíble. De repente paró, la miró a los ojos. Le sonrió con sus hoyuelos otra vez.
-¿Te gusta?
-Sí, tocas bastante bien. Es algo normal estando en el último curso...
-Con todo lo que me ha costado llegar hasta aquí, tocar bien es lo mínimo...Oye, ¿tienes Tuenti de ese? Yo me lo hice hace poco y no tengo a casi nadie, te puedo agregar si quieres...
-Vale. Júlia Delgado Jotadé.
-¿Jotadé?
-Sí. Jota de Júlia y dé, de Delgado.-Se le escapó una risa tonta.
-Vale. Esta noche te agrego, espero acordarme. Yo también me tengo que ir ya. Me ha vibrado el móvil, supongo que será mi padre. Encantado.- Le dio dos besos.
Nada más girarse, Júlia se tocó la mejilla. Le observó hasta que salió por la puerta principal hasta verlo subir al todo-terreno negro que había a fuera. Se juró a sí misma que nada más llegar a casa, se lo contaría a su hermana.
jueves, 25 de agosto de 2011
Capítulo 9
El haberse acostado tarde afectó un poco las horas de descanso de Elena. No se levantó al menos hasta las doce. Sacó el móvil de debajo del cojín para mirar la hora y aprovechó para comprobar si tenía alguna novedad en Tuenti. Nada. Confiaba en que al menos Jorge le hubiera enviado un mensaje privado pero no. Se conectó en el chat. Él también estaba conectado.
-¡Hola!
-¡Hey! ¿qué tal? ¿has dormido bien?
-Sí. He dormido tan agusto que me acabo de levantar.
-Es que acostarse más tarde de lo normal afecta, eh...
-Bueno, ayer...
-Eso. Quería hablar contigo sobre lo que pasó anoche. Elenita, tú me caes muy bien, me pareces muy guapa y todo eso, pero yo no soy el tipo de chico que aguanta una relación de más de una semana con una chica.- Elena leyó lo que le dijo una y otra vez y por cada vez que lo hacía, menos se creía lo que Jorge acababa de decirle.
-Ah, bueno, no te preocupes, iba a decirte que fue gracioso nada más.
-Sí. Lo fue. Espero que no te enfades conmigo. Podemos seguir siendo amigos, además tampoco fue nada del otro mundo. Sólo un par de besos.
Sólo un par. Qué fácil es decirlo. En ese instante se arrepintió tanto. Se sintió utilizada, como si en vez de haberla besado se hubiera reído de ella en su propia cara. Al menos le alegró de no haberse quedado pillada por él desde el primer momento en que se vieron.
-Tranquilo, no pasa nada, yo también prefiero que seamos amigos. A penas nos conocemos...Me desconecto ya. Besos.
Desde aquél día, Jorge no volvió a ser como era antes. Hablaba muchísimo menos con Elena, así que ella aprovechó para trabar amistad con su nueva compañera Patricia, e incluso optó por irse con ella y sus amigos durante los recreos. Casualmente, una de las amigas era la que estaba sentada delante de ella en las clases de latín, Adriana. Durante las dos primeras semanas de curso,habían hablado bastante y se llevaban más que bien. Ambas se alegraron bastante al enterarse de que iban a pasar la mayoría de los recreos juntas.
-Bueno, ¿alguna novedad?
-Novedad...no me hables de novedad.- Adriana dejó caer la cabeza a un lado como preguntando por qué.-¿Sabes quién es Jorge López?
-¡Claro! Hace mucho que no hablamos, pero en su día fuimos grandes amigos. ¿Te ha pasado algo con él?
-Mira, es vecino mío. Vivimos en el mismo portal.- Adriana abrió la boca soprendida.- Sí... y me dijo que subiera a su casa para ver una película...en fin...
-¡¿Cómo?! ¡No puede ser! ¿En serio? ¡Qué fuerte tía! Pues no es por nada, pero ese chico es bastante popular, eh... Se lo tiene un poco creído la verdad. ¿Y ahora qué? ¿Vais a seguir?
-¡Qué va! Me ha dicho que mejor que seamos amigos.
-Normal. Él es así. Además, no es por joderte ni nada pero yo el jueves antes de empezar el instituto lo vi en unos soportales dándole a la lengua con una.
-¿Sí? Parece que va degustando a todo el barrio...Tranquila, no me molesta. Además, desde ese día apenas hablamos. Sinceramente, me da igual.
-Si hay novedades me informas, ¿vale?- Elena asintió con una sonrisa.-Venga, vamos yendo que quedan cinco minutos para el timbre.-Se quedó pensativa.-¡Tía que ahora tenemos música juntas!
Adriana cogió a Elena por el brazo,la levantó y se dirigieron hacia la puerta que daba adentro del edificio.
Mientras subían las escaleras, sonó el timbre.
Elenas sintió un gran dolor en el brazo.
-¡Ah! ¿Por qué me pellizcas?- Adriana le señaló con el dedo.- Ah, sí, míralo. Ya verás como no me va a saludar.
Pasaron por al lado de Jorge y efectivamente, como si fueran viento.
-Estúpido. ¿Te doy un consejo? Pasa de Jorge, no le hagas ni caso. ¿Esta tarde tienes algo que hacer?-Elena le negó con la cabeza.-Yo sé dónde vive él, me dices tu piso y tu puerta porque nos vamos ha hacer mil fotos...¡Yo también tengo cosas que contarte! Ahora hablamos por papel y te cuento un poco de qué va todo.
"Pues mira, todos los años me voy de campamento, y casi siempre somos los mismos. Todos somos amigos desde pequeñitos. Uno de ellos, se vino a mi habitación sin que los monitores se enteraran. Se llama Javi. Es más guapo... Estoy enamorada de él desde que éramos mocos. Desde que lo conocí en el campamento, prácticamente. El caso es, que estuvimos hablando durante toda la noche y ¿sabes qué? ¡Se me confesó! Me quedé impactada, no me lo podía creer. Luego le dije que a mí también me gustaba desde hacía tiempo, y nada tía, me besó. Por ahora no lo sabe nadie más que tú. Espero que haya suerte y me pida salir. ¡¡¡Estoy contentísima!!!"
Elena empezó a escribir su respuesta.
"¡Qué fuerte Adri! ¡Lo tuyo es de película total! Me alegro muchísimo. Esta tarde me cuentas los detalles y todo eso incluye el que me enseñes su perfil para que yo le dé el visto bueno, ¡eh! Espero que tengas mucha suerte y ya verás, ¡seguro que te lo pide!"
La profesora empezó a mandar ejercicios del final del tema. Al final de la clase los iba a pedir para corregirlos en voz alta y quien no los tuviera tendría su primer negativo. Adri y Elena se pusieron en marcha con la tarea. Después de las dos horas siguientes, se reunieron en la salida para ponerse de acuerdo con la hora a la que iban a quedar por la tarde.
Siete y cuarto, tal y como decidieron.
No se quedaron en casa de Elena. A Adri se le había ocurrido un plan mejor: fueron al campo de fútbol que había al lado del instituto porque unos amigos iban a jugar allí, aunque el plan de las mil fotos seguía en pie.
Tal y como Adri le prometió, le contó todos los detalles de la conversación. Lo describió física y psicológicamente y rieron tanto, que creyeron que iban a morir del dolor de barriga que les entró.
Cuando el partido terminó, volvieron a casa de Elena y sobre las nueve y media, Adri se marchó.
Elena encendió el ordenador para ver si tenía alguna novedad en Tuenti. Nada. Jorge estaba conectado. Por un momento quiso decirle algo, pero le hizo caso a su amiga: debía pasar de él...tal y como él hizo con ella.
-¡Hola!
-¡Hey! ¿qué tal? ¿has dormido bien?
-Sí. He dormido tan agusto que me acabo de levantar.
-Es que acostarse más tarde de lo normal afecta, eh...
-Bueno, ayer...
-Eso. Quería hablar contigo sobre lo que pasó anoche. Elenita, tú me caes muy bien, me pareces muy guapa y todo eso, pero yo no soy el tipo de chico que aguanta una relación de más de una semana con una chica.- Elena leyó lo que le dijo una y otra vez y por cada vez que lo hacía, menos se creía lo que Jorge acababa de decirle.
-Ah, bueno, no te preocupes, iba a decirte que fue gracioso nada más.
-Sí. Lo fue. Espero que no te enfades conmigo. Podemos seguir siendo amigos, además tampoco fue nada del otro mundo. Sólo un par de besos.
Sólo un par. Qué fácil es decirlo. En ese instante se arrepintió tanto. Se sintió utilizada, como si en vez de haberla besado se hubiera reído de ella en su propia cara. Al menos le alegró de no haberse quedado pillada por él desde el primer momento en que se vieron.
-Tranquilo, no pasa nada, yo también prefiero que seamos amigos. A penas nos conocemos...Me desconecto ya. Besos.
Desde aquél día, Jorge no volvió a ser como era antes. Hablaba muchísimo menos con Elena, así que ella aprovechó para trabar amistad con su nueva compañera Patricia, e incluso optó por irse con ella y sus amigos durante los recreos. Casualmente, una de las amigas era la que estaba sentada delante de ella en las clases de latín, Adriana. Durante las dos primeras semanas de curso,habían hablado bastante y se llevaban más que bien. Ambas se alegraron bastante al enterarse de que iban a pasar la mayoría de los recreos juntas.
-Bueno, ¿alguna novedad?
-Novedad...no me hables de novedad.- Adriana dejó caer la cabeza a un lado como preguntando por qué.-¿Sabes quién es Jorge López?
-¡Claro! Hace mucho que no hablamos, pero en su día fuimos grandes amigos. ¿Te ha pasado algo con él?
-Mira, es vecino mío. Vivimos en el mismo portal.- Adriana abrió la boca soprendida.- Sí... y me dijo que subiera a su casa para ver una película...en fin...
-¡¿Cómo?! ¡No puede ser! ¿En serio? ¡Qué fuerte tía! Pues no es por nada, pero ese chico es bastante popular, eh... Se lo tiene un poco creído la verdad. ¿Y ahora qué? ¿Vais a seguir?
-¡Qué va! Me ha dicho que mejor que seamos amigos.
-Normal. Él es así. Además, no es por joderte ni nada pero yo el jueves antes de empezar el instituto lo vi en unos soportales dándole a la lengua con una.
-¿Sí? Parece que va degustando a todo el barrio...Tranquila, no me molesta. Además, desde ese día apenas hablamos. Sinceramente, me da igual.
-Si hay novedades me informas, ¿vale?- Elena asintió con una sonrisa.-Venga, vamos yendo que quedan cinco minutos para el timbre.-Se quedó pensativa.-¡Tía que ahora tenemos música juntas!
Adriana cogió a Elena por el brazo,la levantó y se dirigieron hacia la puerta que daba adentro del edificio.
Mientras subían las escaleras, sonó el timbre.
Elenas sintió un gran dolor en el brazo.
-¡Ah! ¿Por qué me pellizcas?- Adriana le señaló con el dedo.- Ah, sí, míralo. Ya verás como no me va a saludar.
Pasaron por al lado de Jorge y efectivamente, como si fueran viento.
-Estúpido. ¿Te doy un consejo? Pasa de Jorge, no le hagas ni caso. ¿Esta tarde tienes algo que hacer?-Elena le negó con la cabeza.-Yo sé dónde vive él, me dices tu piso y tu puerta porque nos vamos ha hacer mil fotos...¡Yo también tengo cosas que contarte! Ahora hablamos por papel y te cuento un poco de qué va todo.
"Pues mira, todos los años me voy de campamento, y casi siempre somos los mismos. Todos somos amigos desde pequeñitos. Uno de ellos, se vino a mi habitación sin que los monitores se enteraran. Se llama Javi. Es más guapo... Estoy enamorada de él desde que éramos mocos. Desde que lo conocí en el campamento, prácticamente. El caso es, que estuvimos hablando durante toda la noche y ¿sabes qué? ¡Se me confesó! Me quedé impactada, no me lo podía creer. Luego le dije que a mí también me gustaba desde hacía tiempo, y nada tía, me besó. Por ahora no lo sabe nadie más que tú. Espero que haya suerte y me pida salir. ¡¡¡Estoy contentísima!!!"
Elena empezó a escribir su respuesta.
"¡Qué fuerte Adri! ¡Lo tuyo es de película total! Me alegro muchísimo. Esta tarde me cuentas los detalles y todo eso incluye el que me enseñes su perfil para que yo le dé el visto bueno, ¡eh! Espero que tengas mucha suerte y ya verás, ¡seguro que te lo pide!"
La profesora empezó a mandar ejercicios del final del tema. Al final de la clase los iba a pedir para corregirlos en voz alta y quien no los tuviera tendría su primer negativo. Adri y Elena se pusieron en marcha con la tarea. Después de las dos horas siguientes, se reunieron en la salida para ponerse de acuerdo con la hora a la que iban a quedar por la tarde.
Siete y cuarto, tal y como decidieron.
No se quedaron en casa de Elena. A Adri se le había ocurrido un plan mejor: fueron al campo de fútbol que había al lado del instituto porque unos amigos iban a jugar allí, aunque el plan de las mil fotos seguía en pie.
Tal y como Adri le prometió, le contó todos los detalles de la conversación. Lo describió física y psicológicamente y rieron tanto, que creyeron que iban a morir del dolor de barriga que les entró.
Cuando el partido terminó, volvieron a casa de Elena y sobre las nueve y media, Adri se marchó.
Elena encendió el ordenador para ver si tenía alguna novedad en Tuenti. Nada. Jorge estaba conectado. Por un momento quiso decirle algo, pero le hizo caso a su amiga: debía pasar de él...tal y como él hizo con ella.
miércoles, 24 de agosto de 2011
Capítulo 8
Aceleró todo lo que pudo en cada uno de sus movimientos, pero el tiempo pasaba, no se quería detener para ella. Si no se hacía la cama, su padre la regañaría, pero si la hacía, quizás tardaría más de la cuenta y Jorge se habría marchado. Prefirió hacerse la cama y bajar a toda velocidad por las escaleras. Cruzó los dedos para no caerse. Por suerte, Jorge aún estaba en la puerta, esperándola mientras tomaba un zumo tropical.
-Lo siento, lo siento, lo siento. Me he levantado tarde.
-No pasa nada, creo que también voy a tener que bajar a tu casa a despertarte.-Jorge rió. Elena lo miró y por un segundo sintió como si el tiempo parara. Como si todo fuese a cámara lenta.
-Venga, date prisa. Por tu culpa ya no me da tiempo de fumarme el cigarro.
-Ya te he dicho que perdón. Mañana seré totalmente puntual. Ya lo verás.
-¡Eso espero!
Aumentaron la velocidad de sus pasos. La conserje, una vieja mujer, de baja estatura y cabello negro, estaba cerrando la puerta mientras gritaba.
-¡Voy a cerrar ya! Lo que tenéis que hacer es levantaros antes.
Al instante, hubo una estampida de chavales que intentaban evitar quedarse fuera. Algunos no lo consiguieron y tuvieron que esperar para entrar a segunda hora.
La profesora de inglés estaba en la cafetería, así que a Elena aún le daría tiempo de llegar a clase sin que le pusieran un retraso.
Minutos después, entró la profesora. Empezó a explicar el tema dos. Más que nada, era un repaso del curso anterior. Luego, repartió unas fichas que debían realizarse en casa a modo de deberes. Lengua. Ética.
-Chicos, aprovechando que esta es nuestra primera clase de ética, me ha dicho el jefe de estudios que os presente a una alumna.- Señaló a la muchacha que tenía al lado.- Seguramente la conoceréis, porque no es nueva pero ha tenido un par de problemas a la hora de presentar la matrícula. Patricia, siéntate, por favor.- El profesor alargó el brazo invitando a que la chica se sentara.
Luis, el compañero de Elena había faltado, con lo cual, el sitio estaba libre. Patricia no dudó un segundo en sentarse ahí.
-Me siento aquí, ¿vale?-dijo tímidamente.
El profesor repartió unas hojas, en los que toda la clase copió las preguntas que dictaba. Al terminarlas, las contestaron y conforme fueron terminando, le devolvieron los folios.
-El próximo día os los daré y sabréis más o menos el nivel que tenéis sobre el conocimiento de esta asignatura.
El sonido del timbre dio paso al recreo.
Elena volvió a ir a clase de Jorge. Aún no habían salido. Se apoyó en la pared, y esperó a que se oyeran los ruidos de las sillas al levantarse la gente.
Segundos después, la puerta se abrió y empezaron a salir. Jorge salió de los últimos mientras llevaba cogido del hombro a un amigo. Estaban riendo sobre algo. Jorge la vio.
-¡Elenita la tardona!- Ella frunció el ceño.
-Mira quién habla. Ahora te estaba esperando yo a ti.
-¡Pero el que haya tardado no es cosa mía!- bromeó mientras reía.-Por cierto, mis amigos se han ido de excursión.
-¿Tan pronto? ¡Acaba de empezar el instituto!-Jorge soltó una gran carcajada.
-Sí, de excursión al parque...-vio como Elena no entendía nada de lo que decía. Repitió.- ¡Al parque!
-¡Ah! Se han fugado. ¡Qué mayores! ¿Tú no serás igual?
-Pues claro que no, por eso estoy aquí.
Siguieron charlando durante los veinte minutos que restaban de recreo.
Al terminar todas las clases, volvieron juntos a casa. Según Jorge, normalmente no pasaría eso: él siempre se queda por ahí, fumando con sus amigos antes de volver a casa, pero como hoy no estaban, volvió con ella.
Al fin viernes.
Elena no tenía ganas de salir. Ni si quiera con Jorge. La primera semana le rompió la rutina veraniega dejándola destrozada. Encendió el ordenador. Tuenti. Un comentario nuevo. Jorge. "¡Vecinita! me aburro mucho..." En su cara se esbozó una pequeña sonrisa. "Pues enciende la tele, van a echar El diario de Noah. Te lo digo porque ese va a ser mi gran plan de hoy." En un par de minutos, Jorge respondió. "Bueno, si quieres que sea menos aburrido, ¡súbete!"
Elena se quedó paralizada. Sintió cómo el corazón se le había encogido de golpe. Se quedó pensativa sobre qué contestar. Podría parecer demasiado atrevida. "Ceno y subo." Jorge, aceptó la propuesta.
Le preguntó a Maca, su madre, si podía ir. Después de que le hiciera un tercer grado sobre quién y cómo era Jorge, consiguió convencerla. Después de cenar, subió hasta el octavo. Llamó al timbre.
Abrió el. Estaba sin camiseta. Con pantalones de pijama y zapatillas de casa.
-Pasa.-Jorge le indicó hasta la habitación.- Dime en qué canal la echan.
-La uno.
Jorge pulsó el canal uno, se puso la camiseta blanca que había sobre la cama y se sentó en ella. Dio dos golpes en el colchón para que Elena también lo hiciera.
En un corte publicitario, él le sacó tema de conversación.
-Pues estas navidades puede que vaya a Londres. Mi tíos y primos viven allí. Los echo mucho de menos.-la tristeza y la nostalgia se reflejaron en la cara de ella. -Y tú...¿echas de menos a tus amigos verdad?- Elena asintió. Su barbilla empezó a temblar. Sus ojos se humedecieron. Jorge no supo qué hacer.- Eh, eh, no pasa nada Elenita. Aquí también puedes tener grandes amigos.
La abrazó. Ella se apoyó en su hombro. La cogió por el cuello y la miró fijamente. Con el pulgar, le secó la lágrima que se deslizaba por su mejilla. Poco a poco, se acercó a ella hasta que se tocaron nariz con nariz. Segundos después, el apretó sus labios contra los de ella, fundiéndose en un largo beso.
-¿Mejor?- Elena por fin sonrió.
-Hombre, la verdad es que sí.
Jorge la abrazó. Terminó la publicidad. Mientras veían la película surgieron dos besos, quizás tres. Caricias y abrazos. A la una de la madrugada, terminó todo. Tanto la película de la televisión, como la suya.
-Hasta mañana.
-Eso. Buenas noches Elenita.
Se oyó el cerrar de la puerta. Bajó a su casa. Maca le enseñó el reloj haciéndola entender que se había pasado un poco con la hora. Se puso el pijama rojo y se metió en la cama. Pensando una y otra vez cómo había sucedido todo.
-Lo siento, lo siento, lo siento. Me he levantado tarde.
-No pasa nada, creo que también voy a tener que bajar a tu casa a despertarte.-Jorge rió. Elena lo miró y por un segundo sintió como si el tiempo parara. Como si todo fuese a cámara lenta.
-Venga, date prisa. Por tu culpa ya no me da tiempo de fumarme el cigarro.
-Ya te he dicho que perdón. Mañana seré totalmente puntual. Ya lo verás.
-¡Eso espero!
Aumentaron la velocidad de sus pasos. La conserje, una vieja mujer, de baja estatura y cabello negro, estaba cerrando la puerta mientras gritaba.
-¡Voy a cerrar ya! Lo que tenéis que hacer es levantaros antes.
Al instante, hubo una estampida de chavales que intentaban evitar quedarse fuera. Algunos no lo consiguieron y tuvieron que esperar para entrar a segunda hora.
La profesora de inglés estaba en la cafetería, así que a Elena aún le daría tiempo de llegar a clase sin que le pusieran un retraso.
Minutos después, entró la profesora. Empezó a explicar el tema dos. Más que nada, era un repaso del curso anterior. Luego, repartió unas fichas que debían realizarse en casa a modo de deberes. Lengua. Ética.
-Chicos, aprovechando que esta es nuestra primera clase de ética, me ha dicho el jefe de estudios que os presente a una alumna.- Señaló a la muchacha que tenía al lado.- Seguramente la conoceréis, porque no es nueva pero ha tenido un par de problemas a la hora de presentar la matrícula. Patricia, siéntate, por favor.- El profesor alargó el brazo invitando a que la chica se sentara.
Luis, el compañero de Elena había faltado, con lo cual, el sitio estaba libre. Patricia no dudó un segundo en sentarse ahí.
-Me siento aquí, ¿vale?-dijo tímidamente.
El profesor repartió unas hojas, en los que toda la clase copió las preguntas que dictaba. Al terminarlas, las contestaron y conforme fueron terminando, le devolvieron los folios.
-El próximo día os los daré y sabréis más o menos el nivel que tenéis sobre el conocimiento de esta asignatura.
El sonido del timbre dio paso al recreo.
Elena volvió a ir a clase de Jorge. Aún no habían salido. Se apoyó en la pared, y esperó a que se oyeran los ruidos de las sillas al levantarse la gente.
Segundos después, la puerta se abrió y empezaron a salir. Jorge salió de los últimos mientras llevaba cogido del hombro a un amigo. Estaban riendo sobre algo. Jorge la vio.
-¡Elenita la tardona!- Ella frunció el ceño.
-Mira quién habla. Ahora te estaba esperando yo a ti.
-¡Pero el que haya tardado no es cosa mía!- bromeó mientras reía.-Por cierto, mis amigos se han ido de excursión.
-¿Tan pronto? ¡Acaba de empezar el instituto!-Jorge soltó una gran carcajada.
-Sí, de excursión al parque...-vio como Elena no entendía nada de lo que decía. Repitió.- ¡Al parque!
-¡Ah! Se han fugado. ¡Qué mayores! ¿Tú no serás igual?
-Pues claro que no, por eso estoy aquí.
Siguieron charlando durante los veinte minutos que restaban de recreo.
Al terminar todas las clases, volvieron juntos a casa. Según Jorge, normalmente no pasaría eso: él siempre se queda por ahí, fumando con sus amigos antes de volver a casa, pero como hoy no estaban, volvió con ella.
Al fin viernes.
Elena no tenía ganas de salir. Ni si quiera con Jorge. La primera semana le rompió la rutina veraniega dejándola destrozada. Encendió el ordenador. Tuenti. Un comentario nuevo. Jorge. "¡Vecinita! me aburro mucho..." En su cara se esbozó una pequeña sonrisa. "Pues enciende la tele, van a echar El diario de Noah. Te lo digo porque ese va a ser mi gran plan de hoy." En un par de minutos, Jorge respondió. "Bueno, si quieres que sea menos aburrido, ¡súbete!"
Elena se quedó paralizada. Sintió cómo el corazón se le había encogido de golpe. Se quedó pensativa sobre qué contestar. Podría parecer demasiado atrevida. "Ceno y subo." Jorge, aceptó la propuesta.
Le preguntó a Maca, su madre, si podía ir. Después de que le hiciera un tercer grado sobre quién y cómo era Jorge, consiguió convencerla. Después de cenar, subió hasta el octavo. Llamó al timbre.
Abrió el. Estaba sin camiseta. Con pantalones de pijama y zapatillas de casa.
-Pasa.-Jorge le indicó hasta la habitación.- Dime en qué canal la echan.
-La uno.
Jorge pulsó el canal uno, se puso la camiseta blanca que había sobre la cama y se sentó en ella. Dio dos golpes en el colchón para que Elena también lo hiciera.
En un corte publicitario, él le sacó tema de conversación.
-Pues estas navidades puede que vaya a Londres. Mi tíos y primos viven allí. Los echo mucho de menos.-la tristeza y la nostalgia se reflejaron en la cara de ella. -Y tú...¿echas de menos a tus amigos verdad?- Elena asintió. Su barbilla empezó a temblar. Sus ojos se humedecieron. Jorge no supo qué hacer.- Eh, eh, no pasa nada Elenita. Aquí también puedes tener grandes amigos.
La abrazó. Ella se apoyó en su hombro. La cogió por el cuello y la miró fijamente. Con el pulgar, le secó la lágrima que se deslizaba por su mejilla. Poco a poco, se acercó a ella hasta que se tocaron nariz con nariz. Segundos después, el apretó sus labios contra los de ella, fundiéndose en un largo beso.
-¿Mejor?- Elena por fin sonrió.
-Hombre, la verdad es que sí.
Jorge la abrazó. Terminó la publicidad. Mientras veían la película surgieron dos besos, quizás tres. Caricias y abrazos. A la una de la madrugada, terminó todo. Tanto la película de la televisión, como la suya.
-Hasta mañana.
-Eso. Buenas noches Elenita.
Se oyó el cerrar de la puerta. Bajó a su casa. Maca le enseñó el reloj haciéndola entender que se había pasado un poco con la hora. Se puso el pijama rojo y se metió en la cama. Pensando una y otra vez cómo había sucedido todo.
Capítulo 7
Elena tenía razón: hasta el lunes a las ocho y un par de minutos no supo el nombre de aquél chico.
Mientras lo descubría, avanzaban a paso ligero hacia el instituto.
-Te he buscado en el buzón para agregarte a Tuenti, pero no había ninguno que me cuadrara.
-¿Sí? Yo también te busqué...De todas formas el nombre que tengo no es mío. Los apellidos son inventados.
-¡Pues dímelo y te agrego!
-Elena García.
-¿Sólo? ¿Qué foto tienes puesta? Porque digo yo que de Elena García, habrá muchas...
-Es en blanco y negro. Díme el tuyo y te busco a tí también.
-Jorge López Vela.- Se sacó algo de el bolsillo.
-¿Qué haces?
-Pues nada, fumar.
-Eso es malo.
-¡No me digas!
-Sí te digo, haz lo que quieras, ¿entras?- Jorge hizo un gesto y señaló el cigarro, dando a entender que le esperara, que acababa de encendérselo. Siguieron una conversación un tanto banal mientras el terminaba su cigarrillo.
-¿Tu clase dónde está?- Elena agitó el brazo, señalando al fondo.
-Bueno, estamos en el mismo pasillo, cuando suene el timbre para el recreo pásate por aquí y te vienes conmigo.
-Vale, pero acuérdate, ¡no vaya a ser que venga y no estés!- Jorge rió y entró en la clase. Elena avanzó hasta la suya, aún faltaban compañeros.
Empezar un lunes con matemáticas era para Elena el mayor de sus odios. Simplemente desearía poder salirse de la clase diciendo "es que no me apetece dar clase ahora, y menos de matemáticas".
Afortunadamente, la profesora no explicó nada, simplemente mandó ejercicios de repaso del curso anterior para corregirlos en la clase siguiente. Evidentemente, casi nadie los estuvo haciendo. En un par de minutos, en la clase se empezó a escuchar cruces de conversaciones, de una esquina a otra, gritando, hablando en baja voz, sobre el verano, sobre el amor, sobre viejas amistades...Tres estridentes golpes.
-Que yo sepa he dicho que hagáis ejercicios de matemáticas, no vocales, así que quiero a todo el mundo en silencio. El próximo que hable será expulsado fuera de clase.
-Qué simpática...- comentó el chaval con el que Elena charló subiendo las escaleras el primer día.
-¿Cómo dices? Mira que te vas fuera...
-¡Nada, nada, profesora!- Por el fondo de la clase, se escucharon un par de risas.
Media hora después, la clase terminó. Música. Inglés. Recreo, por fin.
Elena no sabía si ir a buscar a Jorge o no: por un lado, pensó que sería descarado acoplarse a su grupo, pero por otro, no quería quedar mal. Jorge la invitó a ir con él, ella no tenía la culpa. Avanzó un par de metros a lo largo del pasillo. Jorge estaba saliendo por la puerta. Elena le dio un toque en el hombro. Se giró sorprendido.
-¡Ostias, Elena! ¡No me acordaba! Perdóname...-Elena rió.
-Mira que te lo he dicho..."acuérdate". No pasa nada.
-Bueno, vienes, ¿no?-Ella asintió.
Bajaron por las escaleras y cruzaron todo el patio hasta llegar a una esquina. Se sentaron en el suelo y Jorge desenvolvió el bocadillo dándole un gigantesco bocado después. Elena no supo de qué hablar.
-Me he entrado en Tuenti desde el móvil. Ya te he agregado. ¿Tienes el tuyo aquí?
-No, no lo tengo. No me lo traigo si quiera.-Jorge se quedó un poco cortado.
-Y...¿cuándo llegaste? ¿Este verano? No hará mucho, porque ya te dije que no te había visto antes.
-Sí, en julio. ¿Has estado de vacaciones fuera? -Jorge negó con la cabeza.- A lo mejor ha sido por eso el por qué de que no me hayas visto, te lo digo porque yo he bajado día sí y día también a la piscina.
-Pues si has estado en la piscina, normal que tampoco nos viésemos porque yo ahí no voy.- Elena abrió los ojos, con cara de asombro.
-¿Por? ¿No te gusta?
-La gente es lo que no me gusta...Mira por ahí viene Andrea. La de al lado suya se llama Lara y esos dos de ahí detrás vienen aquí también, Felipe y Rubén. Ahora te los presento.
Uno por uno, dieron dos besos a Elena, con una sonrisa, quizás falsa, quizás no. Estuvieron charlando dejando un poco de lado a Elena, excepto un par de veces que Jorge le habló. A ella tampoco le apetecía mucho integrarse. Aquellos chicos no le causaron una buena impresión. Elena se entretuvo con sus pensamientos sin enterarse de qué conversaban. Sonó el timbre. Se levantaron.
-Entonces esta tarde en el parque a las ocho.
-A esa hora mucho mejor porque habré terminado los deberes.- Jorge miró a Elena.- ¿Tú vienes? ¡Tú vienes!
-¿Yo voy a dónde?
-Al parque esta tarde. Sí. Vas a venir. Lo digo yo. A las ocho bajo a por ti. ¿Cuál era tu piso?
-Quinto "B". ¿Éstos vienen?
-¡Claro! Me voy Elenita, que tengo física ahora y la profesora es simpatiquísima.- Pura ironía. Mientras se iba, se arrimó una chica a Jorge dándole un beso en la mejilla. Elena se asustó un poco pero se dio cuenta de que no tenía nada con ella porque él puso cara de sorpresa.
Siete y media de la tarde. El despertador del móvil sonó. Elena se hizo la remolona, se quedó pensando en qué tenía que hacer y en cuanto se dio cuenta, se incorporó de golpe. Saltó de la cama y abrió el armario. No le apetecía que Jorge la viera durante más tiempo en chándal. Suerte que entre clase y clase pensó en qué ponerse: eso le ahorraría bastante tiempo. Vaqueros y una camiseta rosa, junto con las Converse rosas. Se puso una diadema elástica negra y los pendientes de perla. Un clic de Pachá Psicodelic sería suficiente. Mientras esperaba a que Jorge bajara, se puso a ver la televisión.
Se apresuró en terminar el último ejercicio. Nada. No lo podía resolver. Lo hizo mal, al menos para que pareciera que algo había hecho. Miró la hora. Menos cinco. Se quitó las zapatillas de estar por casa y se puso las Nike negras y blancas. Le dio un beso a su madre y cerró la puerta. Llamó al ascensor y presionó en botón cinco, que estaba bastante desgastado. Se abrió la puerta y apretó el botón del timbre. Elena salió. Dos besos.
-¡No te has retrasado ni un minuto!
-Soy muy puntual. ¿No lo sabes?
Entraron en el ascensor. De repente todo se volvió silencioso e incómodo. Un golpe cerró la puerta del portal mientras que Jorge y Elena se dirigían ya hacia el parque. No había nadie. Elena se extrañó. A lo mejor habían sido demasiado puntuales.
-No hay nadie.
-Ya lo veo, ya vendrán.- Cinco minutos después llegó todo el grupo.
Durante toda la quedada, Elena estuvo sentada al lado de Jorge. No sabía por qué, pero se sentía más segura, quizás porque era al que más conocía de todos los que estaban allí. Lo único que no le gustaba de todo aquello, era respirar el humo del cigarro que él fumaba y aunque fuese contradictorio, eso le hacía más atractivo. Diez y media.
-Me voy a mi casa, mi madre ya tendrá la cena hecha, o al menos, estará haciéndola. Elenita, te vienes conmigo, ¿no?- Elena se levantó y los dos caminaron por el mismo sitio que antes, solo que en dirección contraria.- ¡Tenemos que quedar más veces, eh!
-¡Claro! Pero quería decirte algo...
-Dime.
-Tus amigos, no...
-¿No te caen bien? No pasa nada, son muy raros, y algo pesados. Pero si eso te es un problema, pues quedamos a solas. Es muy fácil: subes a mi casa, ¡o yo bajo a la tuya! La excusa de que vivimos lejos, no funciona...-Rieron por un momento. Entraron en el ascensor. Desgastaron un poco más el quinto botón.
-Vale, vale, a ver si subo...¡o bajas tú!- rieron otra vez. Elena se sacó las llaves del bolsillo y las metió en la cerradura. Giró hacia la derecha y dejando la puerta entreabierta se despidió.- Mañana a las ocho abajo.- Jorge le guiñó el ojo sonriéndole. Elena le devolvió la sonrisa cerrando la puerta.
Mientras lo descubría, avanzaban a paso ligero hacia el instituto.
-Te he buscado en el buzón para agregarte a Tuenti, pero no había ninguno que me cuadrara.
-¿Sí? Yo también te busqué...De todas formas el nombre que tengo no es mío. Los apellidos son inventados.
-¡Pues dímelo y te agrego!
-Elena García.
-¿Sólo? ¿Qué foto tienes puesta? Porque digo yo que de Elena García, habrá muchas...
-Es en blanco y negro. Díme el tuyo y te busco a tí también.
-Jorge López Vela.- Se sacó algo de el bolsillo.
-¿Qué haces?
-Pues nada, fumar.
-Eso es malo.
-¡No me digas!
-Sí te digo, haz lo que quieras, ¿entras?- Jorge hizo un gesto y señaló el cigarro, dando a entender que le esperara, que acababa de encendérselo. Siguieron una conversación un tanto banal mientras el terminaba su cigarrillo.
-¿Tu clase dónde está?- Elena agitó el brazo, señalando al fondo.
-Bueno, estamos en el mismo pasillo, cuando suene el timbre para el recreo pásate por aquí y te vienes conmigo.
-Vale, pero acuérdate, ¡no vaya a ser que venga y no estés!- Jorge rió y entró en la clase. Elena avanzó hasta la suya, aún faltaban compañeros.
Empezar un lunes con matemáticas era para Elena el mayor de sus odios. Simplemente desearía poder salirse de la clase diciendo "es que no me apetece dar clase ahora, y menos de matemáticas".
Afortunadamente, la profesora no explicó nada, simplemente mandó ejercicios de repaso del curso anterior para corregirlos en la clase siguiente. Evidentemente, casi nadie los estuvo haciendo. En un par de minutos, en la clase se empezó a escuchar cruces de conversaciones, de una esquina a otra, gritando, hablando en baja voz, sobre el verano, sobre el amor, sobre viejas amistades...Tres estridentes golpes.
-Que yo sepa he dicho que hagáis ejercicios de matemáticas, no vocales, así que quiero a todo el mundo en silencio. El próximo que hable será expulsado fuera de clase.
-Qué simpática...- comentó el chaval con el que Elena charló subiendo las escaleras el primer día.
-¿Cómo dices? Mira que te vas fuera...
-¡Nada, nada, profesora!- Por el fondo de la clase, se escucharon un par de risas.
Media hora después, la clase terminó. Música. Inglés. Recreo, por fin.
Elena no sabía si ir a buscar a Jorge o no: por un lado, pensó que sería descarado acoplarse a su grupo, pero por otro, no quería quedar mal. Jorge la invitó a ir con él, ella no tenía la culpa. Avanzó un par de metros a lo largo del pasillo. Jorge estaba saliendo por la puerta. Elena le dio un toque en el hombro. Se giró sorprendido.
-¡Ostias, Elena! ¡No me acordaba! Perdóname...-Elena rió.
-Mira que te lo he dicho..."acuérdate". No pasa nada.
-Bueno, vienes, ¿no?-Ella asintió.
Bajaron por las escaleras y cruzaron todo el patio hasta llegar a una esquina. Se sentaron en el suelo y Jorge desenvolvió el bocadillo dándole un gigantesco bocado después. Elena no supo de qué hablar.
-Me he entrado en Tuenti desde el móvil. Ya te he agregado. ¿Tienes el tuyo aquí?
-No, no lo tengo. No me lo traigo si quiera.-Jorge se quedó un poco cortado.
-Y...¿cuándo llegaste? ¿Este verano? No hará mucho, porque ya te dije que no te había visto antes.
-Sí, en julio. ¿Has estado de vacaciones fuera? -Jorge negó con la cabeza.- A lo mejor ha sido por eso el por qué de que no me hayas visto, te lo digo porque yo he bajado día sí y día también a la piscina.
-Pues si has estado en la piscina, normal que tampoco nos viésemos porque yo ahí no voy.- Elena abrió los ojos, con cara de asombro.
-¿Por? ¿No te gusta?
-La gente es lo que no me gusta...Mira por ahí viene Andrea. La de al lado suya se llama Lara y esos dos de ahí detrás vienen aquí también, Felipe y Rubén. Ahora te los presento.
Uno por uno, dieron dos besos a Elena, con una sonrisa, quizás falsa, quizás no. Estuvieron charlando dejando un poco de lado a Elena, excepto un par de veces que Jorge le habló. A ella tampoco le apetecía mucho integrarse. Aquellos chicos no le causaron una buena impresión. Elena se entretuvo con sus pensamientos sin enterarse de qué conversaban. Sonó el timbre. Se levantaron.
-Entonces esta tarde en el parque a las ocho.
-A esa hora mucho mejor porque habré terminado los deberes.- Jorge miró a Elena.- ¿Tú vienes? ¡Tú vienes!
-¿Yo voy a dónde?
-Al parque esta tarde. Sí. Vas a venir. Lo digo yo. A las ocho bajo a por ti. ¿Cuál era tu piso?
-Quinto "B". ¿Éstos vienen?
-¡Claro! Me voy Elenita, que tengo física ahora y la profesora es simpatiquísima.- Pura ironía. Mientras se iba, se arrimó una chica a Jorge dándole un beso en la mejilla. Elena se asustó un poco pero se dio cuenta de que no tenía nada con ella porque él puso cara de sorpresa.
Siete y media de la tarde. El despertador del móvil sonó. Elena se hizo la remolona, se quedó pensando en qué tenía que hacer y en cuanto se dio cuenta, se incorporó de golpe. Saltó de la cama y abrió el armario. No le apetecía que Jorge la viera durante más tiempo en chándal. Suerte que entre clase y clase pensó en qué ponerse: eso le ahorraría bastante tiempo. Vaqueros y una camiseta rosa, junto con las Converse rosas. Se puso una diadema elástica negra y los pendientes de perla. Un clic de Pachá Psicodelic sería suficiente. Mientras esperaba a que Jorge bajara, se puso a ver la televisión.
Se apresuró en terminar el último ejercicio. Nada. No lo podía resolver. Lo hizo mal, al menos para que pareciera que algo había hecho. Miró la hora. Menos cinco. Se quitó las zapatillas de estar por casa y se puso las Nike negras y blancas. Le dio un beso a su madre y cerró la puerta. Llamó al ascensor y presionó en botón cinco, que estaba bastante desgastado. Se abrió la puerta y apretó el botón del timbre. Elena salió. Dos besos.
-¡No te has retrasado ni un minuto!
-Soy muy puntual. ¿No lo sabes?
Entraron en el ascensor. De repente todo se volvió silencioso e incómodo. Un golpe cerró la puerta del portal mientras que Jorge y Elena se dirigían ya hacia el parque. No había nadie. Elena se extrañó. A lo mejor habían sido demasiado puntuales.
-No hay nadie.
-Ya lo veo, ya vendrán.- Cinco minutos después llegó todo el grupo.
Durante toda la quedada, Elena estuvo sentada al lado de Jorge. No sabía por qué, pero se sentía más segura, quizás porque era al que más conocía de todos los que estaban allí. Lo único que no le gustaba de todo aquello, era respirar el humo del cigarro que él fumaba y aunque fuese contradictorio, eso le hacía más atractivo. Diez y media.
-Me voy a mi casa, mi madre ya tendrá la cena hecha, o al menos, estará haciéndola. Elenita, te vienes conmigo, ¿no?- Elena se levantó y los dos caminaron por el mismo sitio que antes, solo que en dirección contraria.- ¡Tenemos que quedar más veces, eh!
-¡Claro! Pero quería decirte algo...
-Dime.
-Tus amigos, no...
-¿No te caen bien? No pasa nada, son muy raros, y algo pesados. Pero si eso te es un problema, pues quedamos a solas. Es muy fácil: subes a mi casa, ¡o yo bajo a la tuya! La excusa de que vivimos lejos, no funciona...-Rieron por un momento. Entraron en el ascensor. Desgastaron un poco más el quinto botón.
-Vale, vale, a ver si subo...¡o bajas tú!- rieron otra vez. Elena se sacó las llaves del bolsillo y las metió en la cerradura. Giró hacia la derecha y dejando la puerta entreabierta se despidió.- Mañana a las ocho abajo.- Jorge le guiñó el ojo sonriéndole. Elena le devolvió la sonrisa cerrando la puerta.
domingo, 21 de agosto de 2011
Capítulo 6
Elena se sentó a ver la televisión. Empezó a cambiar de canal pasando por el mismo hasta cinco veces y se dio cuenta de que no había nada interesante. Fue un momento al baño a por una goma para el pelo. El calor era abrasador, imposible tener el pelo suelto. Entró de nuevo en el salón. El horóscopo. "Leo, no debes preocuparte, esos problemas que estás teniendo se resolverán, no creas que la suerte te ha dejado de lado.". Si no fuera porque ella era sagitario, la vidente habría dado en el clavo porque para Elena, el problema que iba a tener estaba a menos de un día: el instituto.
Aunque no fuera su signo, intentó hacer caso al consejo de no preocuparse y consiguió calmarse algo más.
Viernes. Siete y media de la mañana. El incesante ruido del despertador irrumpió el maravilloso sueño del que Elena ya no recordaba segundos después de levantarse. Se lavó la cara y fue directamente a la cocina a beberse un vaso de leche con azúcar y un par de galletas.
Como de costumbre le sentó algo mal, no le preocupaba porque sabía que en un par de horas se le pasaría.
Abrió el armario y lo miró de arriba a abajo, de lado a lado. Nada. No veía nada. Salió al balcón y en el tendedero estaban los vaqueros cortos. Volvió al armario y por fin se decidió por una camiseta de flores. Se dejó el pelo suelto. Metió el bocadillo en el bolso. Elena pensó que podría parecer una tonta si cogía la mochila el primer día ya que no iban a utilizar los libros.
Júlia también estaba casi lista. A las dos les quedaba hacer la cama que no les llevó más de dos minutos.
Los dos ascensores estaban ocupados y no hubo otra opción que bajar cinco pisos por las escaleras.
-¡A empezar el día con energía!
-Claro...qué divertido.
Elena dobló la esquina de la iglesia y entró por la puerta de metal, mirando al suelo. Se dirigió hacia la clase que le correspondía de acuerdo con el papel que había pegado en el tablón de anuncios de secretaría, junto con veintiséis personas más.
Subió las escaleras y oyó una voz por detrás suya.
-Oye, ¿tú eres nueva?
-Sí.
-¿Vives aquí cerca?
-Sí, ahí al lado...
Ese chaval tenía la pinta que justamente Elena odiaba, a lo mejor era más simpático de lo que parecía porque el tono ese de superioridad con el que le habló, no le gustó nada.
Entró en la clase y ya estaba medio llena. Todos estaban sentados por parejas y afortunadamente, Elena vio dos mesas juntas vacías. Se sentó.
En los cinco minutos siguientes seguía entrando la otra mitad de la clase y vio a un chaval, muy delgado, moreno, que no hablaba con nadie y que precisamente se dirigía a la mesa que estaba al lado de ella. Apartó el bolso y dijo un tímido "hola". El chico le contestó de la misma manera, sentándose a su lado.
Entre alumnos apareció la tutora, casualmente profesora de matemáticas. Pasó lista. Elena intentó retener algunos nombres. La tutora estuvo toda la hora hablando sobre sus normas, su forma de puntuar los exámenes y sobre cómo creían que les iba a ir el curso.
Suena el timbre. La clase, si se podía llamar así, había terminado.
-Bueno chicos, el próximo profesor os dirá qué asignatura de proyecto tendréis de acuerdo con las optativas que hayáis escogido.- Cogió su cartera metiendo la lista de alumnos dentro y salió por la puerta.
El siguiente profesor, tenía un bigote gris y espeso, que con el calor que hacía, no le convenía mucho.
-Escuchad. No hemos tenido ningún tipo de problema en asignar a cada uno la optativa que ha elegido, por tanto, los alumnos que hayan escogido física y química, que vayan al aula de enfrente que os está esperando vuestra profesora y los que hayan escogido latín vendrán conmigo.
En ese instante, un estridente sonido al arrastrar sillas inundó todo el aula mientras los alumnos salían de ella para ir a donde le correspondía.
Elena se sintió algo perdida porque el chico que se sentó a su lado no iba a estar en latín con ella. Intentó no mirar a nadie y simplemente seguir al grupo.
Entraron en la clase y esta vez, quedó una chica sola, aunque no del todo porque charlaba tranqilamente con los dos que se habían sentado delante de ella. Un chico y una chica.
Elena se dejó guiar por sus impulsos y se sentó a su lado.
-¿Me puedo sentar aquí?
-¡Claro, mujer! ¿Eres nueva?
-Sí.- Elena soltó una pequeña carcajada.- Vivo ahí detrás.
-Yo también vivo por aquí. ¿Te has mudado o qué?
-Sí.- Los dos de delante irrumpieron en la conversación.
-¡Hala! ¿Sí? Qué mal lo habrás pasado.
-Un poco...lo normal.
El profesor dio dos palmadas y consiguió silenciar el más mínimo sonido. Como un disco que se rebobina una y otra vez, repitió lo mismo que la tutora y que los cinco siguientes.
Elena salió por la puerta del instituto, que aún no entendía por qué empezar el instituto un viernes.
La mañana siguiente era algo gris pero al par de horas cambió a un azul intenso.
-Ducados. Negro.
-Tres cuarenta.
Un chico moreno estaba en allí en la tienda, preguntándole a una niña pequeña qué golosina quería. Seguramente sería su hermana. Se giró y miró a Elena por un momento. Una pequeña sonrisa, como una especie de saludo. Se volvió hacia su hermana cogiendo la que finalmente había escogido.
Elena entró en casa.
-Baja a comprarme unas velas perfumadas.
-Me lo podrías haber dicho antes.
Baja. Sale por la otra puerta del edificio y como un pequeño juego del destino, volvió a encontrarse con el chico y su hermana.
-Hola otra vez.- le sonrió otra vez. Los dos rieron.
-Hola.
Sobre las nueve, la noche cubrió todo. Desaparecieron las sombras en el suelo y el color de las cosas. Afortunadamente, refrescaba un poco. Elena cogió una chaqueta fina de algodón y se la puso para bajar a su perro.
-¿Otra vez tú?
-Ya ves, no te he visto nunca y hoy ya van tres veces.
-¿Vives en este portal?
-Sí. ¿Tú también?
-Sí, en el octavo. Te has mudado, ¿verdad?
-Todo el mundo me lo ha preguntado. Sí, me he mudado.
-¿Vas al instituto de ahí en frente? Yo voy a ese.
-Yo también. A ver si nos vemos.
-Podríamos ir juntos por las mañanas.
-No me parece mala idea.
-Entonces el lunes te espero abajo. Me voy a mi casa. Buenas noches.
-Hasta el lunes.- Paseaba al perro con paso tranquilo, algo alucinada por lo que acababa de ocurrir. Esto que había pasado no era una simple casualidad. Era totalmente algo del destino. Elena imaginó qué podría pasar entre ellos dos. El chaval era majo. Sonrió dándose cuenta de que todo aquello era una tontería. Acababa de conocerle. Ni si quiera sabía cuál era su nombre aunque no tardaría mucho más en saberlo.
Entró en el portal y mientras el ascensor bajaba, repasó con el dedo los nombres de los cuatro buzones del octavo rellano pero sólo ponía los nombres de los propietarios. Quizás debería esperar hasta el lunes para saberlo.
Aunque no fuera su signo, intentó hacer caso al consejo de no preocuparse y consiguió calmarse algo más.
Viernes. Siete y media de la mañana. El incesante ruido del despertador irrumpió el maravilloso sueño del que Elena ya no recordaba segundos después de levantarse. Se lavó la cara y fue directamente a la cocina a beberse un vaso de leche con azúcar y un par de galletas.
Como de costumbre le sentó algo mal, no le preocupaba porque sabía que en un par de horas se le pasaría.
Abrió el armario y lo miró de arriba a abajo, de lado a lado. Nada. No veía nada. Salió al balcón y en el tendedero estaban los vaqueros cortos. Volvió al armario y por fin se decidió por una camiseta de flores. Se dejó el pelo suelto. Metió el bocadillo en el bolso. Elena pensó que podría parecer una tonta si cogía la mochila el primer día ya que no iban a utilizar los libros.
Júlia también estaba casi lista. A las dos les quedaba hacer la cama que no les llevó más de dos minutos.
Los dos ascensores estaban ocupados y no hubo otra opción que bajar cinco pisos por las escaleras.
-¡A empezar el día con energía!
-Claro...qué divertido.
Elena dobló la esquina de la iglesia y entró por la puerta de metal, mirando al suelo. Se dirigió hacia la clase que le correspondía de acuerdo con el papel que había pegado en el tablón de anuncios de secretaría, junto con veintiséis personas más.
Subió las escaleras y oyó una voz por detrás suya.
-Oye, ¿tú eres nueva?
-Sí.
-¿Vives aquí cerca?
-Sí, ahí al lado...
Ese chaval tenía la pinta que justamente Elena odiaba, a lo mejor era más simpático de lo que parecía porque el tono ese de superioridad con el que le habló, no le gustó nada.
Entró en la clase y ya estaba medio llena. Todos estaban sentados por parejas y afortunadamente, Elena vio dos mesas juntas vacías. Se sentó.
En los cinco minutos siguientes seguía entrando la otra mitad de la clase y vio a un chaval, muy delgado, moreno, que no hablaba con nadie y que precisamente se dirigía a la mesa que estaba al lado de ella. Apartó el bolso y dijo un tímido "hola". El chico le contestó de la misma manera, sentándose a su lado.
Entre alumnos apareció la tutora, casualmente profesora de matemáticas. Pasó lista. Elena intentó retener algunos nombres. La tutora estuvo toda la hora hablando sobre sus normas, su forma de puntuar los exámenes y sobre cómo creían que les iba a ir el curso.
Suena el timbre. La clase, si se podía llamar así, había terminado.
-Bueno chicos, el próximo profesor os dirá qué asignatura de proyecto tendréis de acuerdo con las optativas que hayáis escogido.- Cogió su cartera metiendo la lista de alumnos dentro y salió por la puerta.
El siguiente profesor, tenía un bigote gris y espeso, que con el calor que hacía, no le convenía mucho.
-Escuchad. No hemos tenido ningún tipo de problema en asignar a cada uno la optativa que ha elegido, por tanto, los alumnos que hayan escogido física y química, que vayan al aula de enfrente que os está esperando vuestra profesora y los que hayan escogido latín vendrán conmigo.
En ese instante, un estridente sonido al arrastrar sillas inundó todo el aula mientras los alumnos salían de ella para ir a donde le correspondía.
Elena se sintió algo perdida porque el chico que se sentó a su lado no iba a estar en latín con ella. Intentó no mirar a nadie y simplemente seguir al grupo.
Entraron en la clase y esta vez, quedó una chica sola, aunque no del todo porque charlaba tranqilamente con los dos que se habían sentado delante de ella. Un chico y una chica.
Elena se dejó guiar por sus impulsos y se sentó a su lado.
-¿Me puedo sentar aquí?
-¡Claro, mujer! ¿Eres nueva?
-Sí.- Elena soltó una pequeña carcajada.- Vivo ahí detrás.
-Yo también vivo por aquí. ¿Te has mudado o qué?
-Sí.- Los dos de delante irrumpieron en la conversación.
-¡Hala! ¿Sí? Qué mal lo habrás pasado.
-Un poco...lo normal.
El profesor dio dos palmadas y consiguió silenciar el más mínimo sonido. Como un disco que se rebobina una y otra vez, repitió lo mismo que la tutora y que los cinco siguientes.
Elena salió por la puerta del instituto, que aún no entendía por qué empezar el instituto un viernes.
La mañana siguiente era algo gris pero al par de horas cambió a un azul intenso.
-Ducados. Negro.
-Tres cuarenta.
Un chico moreno estaba en allí en la tienda, preguntándole a una niña pequeña qué golosina quería. Seguramente sería su hermana. Se giró y miró a Elena por un momento. Una pequeña sonrisa, como una especie de saludo. Se volvió hacia su hermana cogiendo la que finalmente había escogido.
Elena entró en casa.
-Baja a comprarme unas velas perfumadas.
-Me lo podrías haber dicho antes.
Baja. Sale por la otra puerta del edificio y como un pequeño juego del destino, volvió a encontrarse con el chico y su hermana.
-Hola otra vez.- le sonrió otra vez. Los dos rieron.
-Hola.
Sobre las nueve, la noche cubrió todo. Desaparecieron las sombras en el suelo y el color de las cosas. Afortunadamente, refrescaba un poco. Elena cogió una chaqueta fina de algodón y se la puso para bajar a su perro.
-¿Otra vez tú?
-Ya ves, no te he visto nunca y hoy ya van tres veces.
-¿Vives en este portal?
-Sí. ¿Tú también?
-Sí, en el octavo. Te has mudado, ¿verdad?
-Todo el mundo me lo ha preguntado. Sí, me he mudado.
-¿Vas al instituto de ahí en frente? Yo voy a ese.
-Yo también. A ver si nos vemos.
-Podríamos ir juntos por las mañanas.
-No me parece mala idea.
-Entonces el lunes te espero abajo. Me voy a mi casa. Buenas noches.
-Hasta el lunes.- Paseaba al perro con paso tranquilo, algo alucinada por lo que acababa de ocurrir. Esto que había pasado no era una simple casualidad. Era totalmente algo del destino. Elena imaginó qué podría pasar entre ellos dos. El chaval era majo. Sonrió dándose cuenta de que todo aquello era una tontería. Acababa de conocerle. Ni si quiera sabía cuál era su nombre aunque no tardaría mucho más en saberlo.
Entró en el portal y mientras el ascensor bajaba, repasó con el dedo los nombres de los cuatro buzones del octavo rellano pero sólo ponía los nombres de los propietarios. Quizás debería esperar hasta el lunes para saberlo.
miércoles, 3 de agosto de 2011
Capítulo 5
Por cada día que pasaba, más gente llegaba de pasar sus maravillosas o desastrosas vacaciones. Algunos de la playa, otros de cruceros y otros, ni siquiera se sabe de dónde.
Los dos besos de cuando conoces a alguien se estaban multiplicando cada vez más. Algunas veces Elena se liaba con el nombre de las personas con las que estaba.
Se asomó al balcón, contemplando la piscina, como el primer día. Miraba a los niños correr, a las mismas de siempre jugando a las cartas, a madres fumadoras en tumbonas que intentaban tener en la piel el mismo color que el de un grano de café.
El calor era insoportable pero afortunadamente, de vez en cuando, corría una suave brisa que revolvía el cabello de Elena, que le iba a los ojos y apartába rápidamente, volviéndose a apoyar los codos en la barandilla.
Seguía mirando, esta vez sin saber dónde, entreteniéndose con sus pensamientos. Sus amigos, a tantos kilómetros de ella y por mucho que gritara lo mucho que los necesitaba, lo mucho que quería estar con ellos, no la iban a oír.
Tantos años juntos, esos recreos cantando, jugando a compradores y vendedores, tantos bailes, discusiones, risas, secretos...tantos momentos. Se sintió tan sola en ese instante, arropada por tantos recuerdos que no hacían más que intensificar ese anhelo por los suyos.
No podía luchar con la distancia, ahora su lugar era ese y no podía hacer nada por ello.
Quedaba menos de una semana para que empezara el instituto y lo único bueno que había de ello es que nadie la conocía, nadie la podría juzgar, podía empezarlo todo bien, lejos de peleas como las que ya había tenido.
-¡Qué asco me das niña! Como te pille...
-¿Qué? ¡Mira como tiemblo! -inmediatamente después una patada dio contra su mochila. -¿Pero qué haces imbécil?
-¡Cállate la boca!¡Cállate!- un grupo de chavales cogieron a la chica cuya agresividad aumentaba por momentos. Elena sabía que de un momento a otro podía cogerla de los pelos y la adrenalina la paralizaría. Por suerte, no ocurrió nada.
El destino nos brinda oportunidades que no podemos dejar escapar.
Cuando cometemos un error, el destino está ahí para darnos otra ocasión, otra oportunidad para corregirlo y no volver a hacerlo.
-Elena, date prisa que tenemos que ir a comprar los libros, que son para ti, no para mí, ¡eh!
-Vale papá, ya voy, que sólo me queda la colonia y ya estoy.
-Si cierran no es mi culpa...- dijo Pedro, cantando.
Llegan por fin a la calle, Pedro frena y apaga el motor. Entran algo acelerados y preguntan a la dependienta por su reserva.
-Veníamos a por los libros... a nombre de Elena.
La dependienta, se colocó las gafas y preguntó con un tono impertinente.
-Elena... ¿qué más?.
-Delgado. Elena Delgado.- La voz profunda del padre le impactó un poco a la chica que buscó apresuradamente en el almacén los libros reservados un mes antes.
-Aquí están, falta el de Música, porque nos habían traído la edición antigua y al confirmar el pedido nos dimos cuenta que era la edición nueva.
-¿Y para cuándo estará?
-Para el viernes máximo.
-Perfecto, pues el viernes vendremos a por el libro.
Pagó con tarjeta y con una seria expresión se dirigió hacia su hija.
-Espero que cuides bien de los libros, porque con lo que me han costado, más te vale que no vea ni una raya. ¿Te ha quedado claro?- Con esa forma de hablar dio la sensación de que se había gastado bastante dinero.
-Sí, tranquilo.- Contestó ella mientras miraba los libros.
Al leer "Matemáticas 4" se deprimió. Odiaba las matemáticas, y además de ello, no se le daban muy bien, tal vez esa sería la razón y quedaba poco para volver a comerse la cabeza con letras y números. Cinco días.
Los dos besos de cuando conoces a alguien se estaban multiplicando cada vez más. Algunas veces Elena se liaba con el nombre de las personas con las que estaba.
Se asomó al balcón, contemplando la piscina, como el primer día. Miraba a los niños correr, a las mismas de siempre jugando a las cartas, a madres fumadoras en tumbonas que intentaban tener en la piel el mismo color que el de un grano de café.
El calor era insoportable pero afortunadamente, de vez en cuando, corría una suave brisa que revolvía el cabello de Elena, que le iba a los ojos y apartába rápidamente, volviéndose a apoyar los codos en la barandilla.
Seguía mirando, esta vez sin saber dónde, entreteniéndose con sus pensamientos. Sus amigos, a tantos kilómetros de ella y por mucho que gritara lo mucho que los necesitaba, lo mucho que quería estar con ellos, no la iban a oír.
Tantos años juntos, esos recreos cantando, jugando a compradores y vendedores, tantos bailes, discusiones, risas, secretos...tantos momentos. Se sintió tan sola en ese instante, arropada por tantos recuerdos que no hacían más que intensificar ese anhelo por los suyos.
No podía luchar con la distancia, ahora su lugar era ese y no podía hacer nada por ello.
Quedaba menos de una semana para que empezara el instituto y lo único bueno que había de ello es que nadie la conocía, nadie la podría juzgar, podía empezarlo todo bien, lejos de peleas como las que ya había tenido.
-¡Qué asco me das niña! Como te pille...
-¿Qué? ¡Mira como tiemblo! -inmediatamente después una patada dio contra su mochila. -¿Pero qué haces imbécil?
-¡Cállate la boca!¡Cállate!- un grupo de chavales cogieron a la chica cuya agresividad aumentaba por momentos. Elena sabía que de un momento a otro podía cogerla de los pelos y la adrenalina la paralizaría. Por suerte, no ocurrió nada.
El destino nos brinda oportunidades que no podemos dejar escapar.
Cuando cometemos un error, el destino está ahí para darnos otra ocasión, otra oportunidad para corregirlo y no volver a hacerlo.
-Elena, date prisa que tenemos que ir a comprar los libros, que son para ti, no para mí, ¡eh!
-Vale papá, ya voy, que sólo me queda la colonia y ya estoy.
-Si cierran no es mi culpa...- dijo Pedro, cantando.
Llegan por fin a la calle, Pedro frena y apaga el motor. Entran algo acelerados y preguntan a la dependienta por su reserva.
-Veníamos a por los libros... a nombre de Elena.
La dependienta, se colocó las gafas y preguntó con un tono impertinente.
-Elena... ¿qué más?.
-Delgado. Elena Delgado.- La voz profunda del padre le impactó un poco a la chica que buscó apresuradamente en el almacén los libros reservados un mes antes.
-Aquí están, falta el de Música, porque nos habían traído la edición antigua y al confirmar el pedido nos dimos cuenta que era la edición nueva.
-¿Y para cuándo estará?
-Para el viernes máximo.
-Perfecto, pues el viernes vendremos a por el libro.
Pagó con tarjeta y con una seria expresión se dirigió hacia su hija.
-Espero que cuides bien de los libros, porque con lo que me han costado, más te vale que no vea ni una raya. ¿Te ha quedado claro?- Con esa forma de hablar dio la sensación de que se había gastado bastante dinero.
-Sí, tranquilo.- Contestó ella mientras miraba los libros.
Al leer "Matemáticas 4" se deprimió. Odiaba las matemáticas, y además de ello, no se le daban muy bien, tal vez esa sería la razón y quedaba poco para volver a comerse la cabeza con letras y números. Cinco días.
martes, 2 de agosto de 2011
Capítulo 4
Fireflies empezó a sonar en el móvil de Elena pero no oyó nada: estaba en la ducha.
-Elena, date prisa porque Bea te está llamando.
-Ya casi estoy. Déjame el móvil en la mesilla.
Júlia lo hizo así y se bajó a la piscina con una chica que conocía de apenas una semana: Cristina, que vivía en el piso octavo.
Nada mejor que un baño en el agua fría de la piscina, ese día hacía unos cuantos grados de más.
Júlia y Cristina estuvieron hablando sobre su novio.
Hacía medio año que estaban juntos y Cristina ya estaba harta de él. No soportaba sus bromas subidas de tono que le hacía delante de sus amigos y más de una vez la ponía en evidencia.
Todo se le estaba convirtiendo en una rutina, pero ella lo quería. Lo quería y mucho, por eso, no le quedó otra opción que preguntarle a alguien que no la conociera, que no la pudiera juzgar de nada ni darle respuestas que estuviesen condicionadas por una amistad y la persona perfecta era Júlia.
-Si le quieres, pues intenta aguantar un poco más a ver si se le pasa o habla con él y dile que te molesta las cosas que hace, no sé... Si sigue haciéndolas ponle en aviso y creo que si te quiere cambiará en ese aspecto.- Júlia no supo dar otro consejo, no le dio tiempo a reflexionar sobre ello para dar uno mejor.
-Eso haré, hablaré con él porque esto ya es insoportable. De verdad, si lo conoces verás que tendré razón.
Elena llamó a Bea.
No hubo plan más interesante en todo el verano que ése: Todas quedaron para maquillar, peinar y prepararle un conjunto a Bea. ¿El por qué? Esa tarde iba a quedar con Lucas.
En cuanto Júlia subió de la piscina, Elena no dudó un momento en contárselo.
-¿Lo ves? Tenía razón. ¡Lo sabía y te lo dije!
-¡Qué fuerte! Yo también quiero ir...
-Pues ven porque Bea me ha dicho que también te lo dijera a ti.
Las ocho de la tarde, el calor era insoportable, y aunque el trayecto hasta la urbanización de Bea no era más largo que cruzar dos calles, Elena y Júlia se sentían como si ardiesen.
A punto de llegar al portal, salió un grupo de niñas.
-¡Júlia!¡Elena! Ya hemos arreglado a Bea.
-¿Ya?
-Sí. No os hemos avisado porque no nos hemos acordado, perdón.- Después de lo sucedido la noche de la discusión con Marinita, Elena no creyó el perdón de Pili, pero se guardó su opinión. - Bueno, vamos hacia el recinto.
Ana le hizo una señal a Pili de espera, aún faltaba la protagonista de la tarde: Bea.
Después de cinco minutos, ya estaban dirigiéndose al recinto.
Elena se quedó alucinada, estaba acostumbrada a ver a Bea vestir con unos simples pantalones cortos y camisetas básicas de tirantes, siempre con su recogido despeinado, pero ese día se lució. Llevaba unos pitillos claros algo desgarrados y desteñidos por la zona de las rodillas hacia arriba y una camiseta de rayas blancas y rojas de estilo marinero metida por dentro del pantalón y un poco ahuecada y unas romanas rojas.
Para completar el conjunto perfecto, la diadema también roja y el pelo planchado.
No iba muy maquillada, a decir verdad, Bea era bastante guapa de por sí, únicamente llevaba algo de colorete y rímel.
Lucas apareció una hora después con dos amigos más.
El momento había llegado.
-Recuerda Bea, no estés nerviosa. Si no sale nada no te preocupes.
-Eso, tú tranquila, todo tiene que salir solo.
-Vale, vale...¡Estoy nerviosísima!
-Pues relájate.
-¡Es que estáis todas hablándome a la vez y me ponéis más nerviosa!- Todas rieron.- Bueno me voy ya, esperadme aquí por favor, no creo que tardemos...
Bea se alejó con Lucas mientras se giró para despedirse de sus amigas, que todas le alzaron los pulgares como señal de que todo iba a ir sobre ruedas y alguna que otra agitando la mano como un "hasta luego".
Estuvieron charlando todas juntas hasta que Pili y Marinita se alejaron y Pili rompió a llorar.
En segundos fueron a animarle y a preguntarle.
-Tía, ¿qué te pasa?
-¡Eso! ¿qué haces llorando?
-Pili, ¿puedo contarlo?- Pili asintió con la cabeza.- Chicas, tenemos a una enamorada.
-¿Y por eso lloras?
-No llora por eso, no sería normal... El problema es de quién está enamorada.
-No me lo digas...-dijo Elena - ¿Lucas?
-Sí...y Bea no lo sabe.
Por casualidad o destino, Lucas y Bea aparecieron de repente y la conversación quedó totalmente cortada.
Pili aún tenía lágrimas en los ojos.
-¿Qué te pasa, tía?
-¿Qué me pasa? No sé, dímelo tú.
-¿Cómo? No sé de qué hablas.
-Estarás contenta, ya tienes lo que querías.
-No puede ser...Lucas vete con Rafa y Carlos.- Lucas hizo así. Sabía qué era lo que estaba pasando. - Tía yo creía que ya te había dejado de gustar...De verdad que no lo he hecho con mala intención.
-Bea no me digas tonterías. Voy detrás de Lucas desde hace un año y porque conocí a Miguel y te lo conté, ¿te crees que me dejó de gustar? ¡Pues no!
-Pero, Pili...¿Por qué no me lo has dicho?
-Porque no quería hacerte sentir mal, ni estropearte la tarde.
-Pero eso no es algo que me tenías que contar hoy. Tu ya sabes desde hace tiempo lo que yo sentía por Lucas y por no decírmelo me siento más mal todavía porque por suerte o desgracia nos hemos besado.- Eso fue una bomba para Pili.- ¿Pero a dónde vas? ¡Ven aquí! ¡No te vayas, lo siento...! - Pili se fue corriendo a su casa derramando lágrimas a más no poder.
Bea sintió como si le dieran una bofetada, cómo no llegó a pensar que todavía podría gustarle, estaba a punto de romper a llorar también, pero se controló. Ese beso que Lucas le dió, la llevó a las nubes, lejos de los ruidos, de los problemas de la gente, la llevó tan lejos, que ni si quiera podía oír a Pili, en realidad ni si quiera le importaba, lo que tenía se lo había buscado. De repente, el dolor de esa bofetada, fue desapareciendo por segundos. Bea no quería saber nada de nadie, excepto de Lucas.
-Elena, date prisa porque Bea te está llamando.
-Ya casi estoy. Déjame el móvil en la mesilla.
Júlia lo hizo así y se bajó a la piscina con una chica que conocía de apenas una semana: Cristina, que vivía en el piso octavo.
Nada mejor que un baño en el agua fría de la piscina, ese día hacía unos cuantos grados de más.
Júlia y Cristina estuvieron hablando sobre su novio.
Hacía medio año que estaban juntos y Cristina ya estaba harta de él. No soportaba sus bromas subidas de tono que le hacía delante de sus amigos y más de una vez la ponía en evidencia.
Todo se le estaba convirtiendo en una rutina, pero ella lo quería. Lo quería y mucho, por eso, no le quedó otra opción que preguntarle a alguien que no la conociera, que no la pudiera juzgar de nada ni darle respuestas que estuviesen condicionadas por una amistad y la persona perfecta era Júlia.
-Si le quieres, pues intenta aguantar un poco más a ver si se le pasa o habla con él y dile que te molesta las cosas que hace, no sé... Si sigue haciéndolas ponle en aviso y creo que si te quiere cambiará en ese aspecto.- Júlia no supo dar otro consejo, no le dio tiempo a reflexionar sobre ello para dar uno mejor.
-Eso haré, hablaré con él porque esto ya es insoportable. De verdad, si lo conoces verás que tendré razón.
Elena llamó a Bea.
No hubo plan más interesante en todo el verano que ése: Todas quedaron para maquillar, peinar y prepararle un conjunto a Bea. ¿El por qué? Esa tarde iba a quedar con Lucas.
En cuanto Júlia subió de la piscina, Elena no dudó un momento en contárselo.
-¿Lo ves? Tenía razón. ¡Lo sabía y te lo dije!
-¡Qué fuerte! Yo también quiero ir...
-Pues ven porque Bea me ha dicho que también te lo dijera a ti.
Las ocho de la tarde, el calor era insoportable, y aunque el trayecto hasta la urbanización de Bea no era más largo que cruzar dos calles, Elena y Júlia se sentían como si ardiesen.
A punto de llegar al portal, salió un grupo de niñas.
-¡Júlia!¡Elena! Ya hemos arreglado a Bea.
-¿Ya?
-Sí. No os hemos avisado porque no nos hemos acordado, perdón.- Después de lo sucedido la noche de la discusión con Marinita, Elena no creyó el perdón de Pili, pero se guardó su opinión. - Bueno, vamos hacia el recinto.
Ana le hizo una señal a Pili de espera, aún faltaba la protagonista de la tarde: Bea.
Después de cinco minutos, ya estaban dirigiéndose al recinto.
Elena se quedó alucinada, estaba acostumbrada a ver a Bea vestir con unos simples pantalones cortos y camisetas básicas de tirantes, siempre con su recogido despeinado, pero ese día se lució. Llevaba unos pitillos claros algo desgarrados y desteñidos por la zona de las rodillas hacia arriba y una camiseta de rayas blancas y rojas de estilo marinero metida por dentro del pantalón y un poco ahuecada y unas romanas rojas.
Para completar el conjunto perfecto, la diadema también roja y el pelo planchado.
No iba muy maquillada, a decir verdad, Bea era bastante guapa de por sí, únicamente llevaba algo de colorete y rímel.
Lucas apareció una hora después con dos amigos más.
El momento había llegado.
-Recuerda Bea, no estés nerviosa. Si no sale nada no te preocupes.
-Eso, tú tranquila, todo tiene que salir solo.
-Vale, vale...¡Estoy nerviosísima!
-Pues relájate.
-¡Es que estáis todas hablándome a la vez y me ponéis más nerviosa!- Todas rieron.- Bueno me voy ya, esperadme aquí por favor, no creo que tardemos...
Bea se alejó con Lucas mientras se giró para despedirse de sus amigas, que todas le alzaron los pulgares como señal de que todo iba a ir sobre ruedas y alguna que otra agitando la mano como un "hasta luego".
Estuvieron charlando todas juntas hasta que Pili y Marinita se alejaron y Pili rompió a llorar.
En segundos fueron a animarle y a preguntarle.
-Tía, ¿qué te pasa?
-¡Eso! ¿qué haces llorando?
-Pili, ¿puedo contarlo?- Pili asintió con la cabeza.- Chicas, tenemos a una enamorada.
-¿Y por eso lloras?
-No llora por eso, no sería normal... El problema es de quién está enamorada.
-No me lo digas...-dijo Elena - ¿Lucas?
-Sí...y Bea no lo sabe.
Por casualidad o destino, Lucas y Bea aparecieron de repente y la conversación quedó totalmente cortada.
Pili aún tenía lágrimas en los ojos.
-¿Qué te pasa, tía?
-¿Qué me pasa? No sé, dímelo tú.
-¿Cómo? No sé de qué hablas.
-Estarás contenta, ya tienes lo que querías.
-No puede ser...Lucas vete con Rafa y Carlos.- Lucas hizo así. Sabía qué era lo que estaba pasando. - Tía yo creía que ya te había dejado de gustar...De verdad que no lo he hecho con mala intención.
-Bea no me digas tonterías. Voy detrás de Lucas desde hace un año y porque conocí a Miguel y te lo conté, ¿te crees que me dejó de gustar? ¡Pues no!
-Pero, Pili...¿Por qué no me lo has dicho?
-Porque no quería hacerte sentir mal, ni estropearte la tarde.
-Pero eso no es algo que me tenías que contar hoy. Tu ya sabes desde hace tiempo lo que yo sentía por Lucas y por no decírmelo me siento más mal todavía porque por suerte o desgracia nos hemos besado.- Eso fue una bomba para Pili.- ¿Pero a dónde vas? ¡Ven aquí! ¡No te vayas, lo siento...! - Pili se fue corriendo a su casa derramando lágrimas a más no poder.
Bea sintió como si le dieran una bofetada, cómo no llegó a pensar que todavía podría gustarle, estaba a punto de romper a llorar también, pero se controló. Ese beso que Lucas le dió, la llevó a las nubes, lejos de los ruidos, de los problemas de la gente, la llevó tan lejos, que ni si quiera podía oír a Pili, en realidad ni si quiera le importaba, lo que tenía se lo había buscado. De repente, el dolor de esa bofetada, fue desapareciendo por segundos. Bea no quería saber nada de nadie, excepto de Lucas.
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