domingo, 21 de agosto de 2011

Capítulo 6

Elena se sentó a ver la televisión. Empezó a cambiar de canal pasando por el mismo hasta cinco veces y se dio cuenta de que no había nada interesante. Fue un momento al baño a por una goma para el pelo. El calor era abrasador, imposible tener el pelo suelto. Entró de nuevo en el salón. El horóscopo. "Leo, no debes preocuparte, esos problemas que estás teniendo se resolverán, no creas que la suerte te ha dejado de lado.". Si no fuera porque ella era sagitario, la vidente habría dado en el clavo porque para Elena, el problema que iba a tener estaba a menos de un día: el instituto.
Aunque no fuera su signo, intentó hacer caso al consejo de no preocuparse y consiguió calmarse algo más.

Viernes. Siete y media de la mañana. El incesante ruido del despertador irrumpió el maravilloso sueño del que Elena ya no recordaba segundos después de levantarse. Se lavó la cara y fue directamente a la cocina a beberse un vaso de leche con azúcar y un par de galletas.
Como de costumbre le sentó algo mal, no le preocupaba porque sabía que en un par de horas se le pasaría.
Abrió el armario y lo miró de arriba a abajo, de lado a lado. Nada. No veía nada. Salió al balcón y en el tendedero estaban los vaqueros cortos. Volvió al armario y por fin se decidió por una camiseta de flores. Se dejó el pelo suelto. Metió el bocadillo en el bolso. Elena pensó que podría parecer una tonta si cogía la mochila el primer día ya que no iban a utilizar los libros.
Júlia también estaba casi lista. A las dos les quedaba hacer la cama que no les llevó más de dos minutos.
Los dos ascensores estaban ocupados y no hubo otra opción que bajar cinco pisos por las escaleras.
       -¡A empezar el día con energía!
       -Claro...qué divertido.
Elena dobló la esquina de la iglesia y entró por la puerta de metal, mirando al suelo. Se dirigió hacia la clase que le correspondía de acuerdo con el papel que había pegado en el tablón de anuncios de secretaría, junto con veintiséis personas más.
Subió las escaleras y oyó una voz por detrás suya.
       -Oye, ¿tú eres nueva?
       -Sí.
       -¿Vives aquí cerca?
       -Sí, ahí al lado...
Ese chaval tenía la pinta que justamente Elena odiaba, a lo mejor era más simpático de lo que parecía porque el tono ese de superioridad con el que le habló, no le gustó nada.
Entró en la clase y ya estaba medio llena. Todos estaban sentados por parejas y afortunadamente, Elena vio dos mesas juntas vacías. Se sentó.
En los cinco minutos siguientes seguía entrando la otra mitad de la clase y vio a un chaval, muy delgado, moreno, que no hablaba con nadie y que precisamente se dirigía a la mesa que estaba al lado de ella. Apartó el bolso y dijo un tímido "hola". El chico le contestó de la misma manera, sentándose a su lado.
Entre alumnos apareció la tutora, casualmente profesora de matemáticas. Pasó lista. Elena intentó retener algunos nombres. La tutora estuvo toda la hora hablando sobre sus normas, su forma de puntuar los exámenes y sobre cómo creían que les iba a ir el curso.
Suena el timbre. La clase, si se podía llamar así, había terminado.
      -Bueno chicos, el próximo profesor os dirá qué asignatura de proyecto tendréis de acuerdo con las optativas que hayáis escogido.- Cogió su cartera metiendo la lista de alumnos dentro y salió por la puerta.
El siguiente profesor, tenía un bigote gris y espeso, que con el calor que hacía, no le convenía mucho.
      -Escuchad. No hemos tenido ningún tipo de problema en asignar a cada uno la optativa que ha elegido, por tanto, los alumnos que hayan escogido física y química, que vayan al aula de enfrente que os está esperando vuestra profesora y los que hayan escogido latín vendrán conmigo.
En ese instante, un estridente sonido al arrastrar sillas inundó todo el aula mientras los alumnos salían de ella para ir a donde le correspondía.
Elena se sintió algo perdida porque el chico que se sentó a su lado no iba a estar en latín con ella. Intentó no mirar a nadie y simplemente seguir al grupo.
Entraron en la clase y esta vez, quedó una chica sola, aunque no del todo porque charlaba tranqilamente con los dos que se habían sentado delante de ella. Un chico y una chica.
Elena se dejó guiar por sus impulsos y se sentó a su lado.
      -¿Me puedo sentar aquí?
      -¡Claro, mujer! ¿Eres nueva?
      -Sí.- Elena soltó una pequeña carcajada.- Vivo ahí detrás.
      -Yo también vivo por aquí. ¿Te has mudado o qué?
      -Sí.- Los dos de delante irrumpieron en la conversación.
      -¡Hala! ¿Sí? Qué mal lo habrás pasado.
      -Un poco...lo normal.
El profesor dio dos palmadas y consiguió silenciar el más mínimo sonido. Como un disco que se rebobina una y otra vez, repitió lo mismo que la tutora y que los cinco siguientes.
Elena salió por la puerta del instituto, que aún no entendía por qué empezar el instituto un viernes.

La mañana siguiente era algo gris pero al par de horas cambió a un azul intenso.
      -Ducados. Negro.
      -Tres cuarenta.
Un chico moreno estaba en allí en la tienda, preguntándole a una niña pequeña qué golosina quería. Seguramente sería su hermana. Se giró y miró a Elena por un momento. Una pequeña sonrisa, como una especie de saludo. Se volvió hacia su hermana cogiendo la que finalmente había escogido.
Elena entró en casa.
       -Baja a comprarme unas velas perfumadas.
       -Me lo podrías haber dicho antes.
Baja. Sale por la otra puerta del edificio y como un pequeño juego del destino, volvió a encontrarse con el chico y su hermana.
       -Hola otra vez.- le sonrió otra vez. Los dos rieron.
       -Hola.
Sobre las nueve, la noche cubrió todo. Desaparecieron las sombras en el suelo y el color de las cosas. Afortunadamente, refrescaba un poco. Elena cogió una chaqueta fina de algodón y se la puso para bajar a su perro.
       -¿Otra vez tú?
       -Ya ves, no te he visto nunca y hoy ya van tres veces.
       -¿Vives en este portal?
       -Sí. ¿Tú también?
       -Sí, en el octavo. Te has mudado, ¿verdad?
       -Todo el mundo me lo ha preguntado. Sí, me he mudado.
       -¿Vas al instituto de ahí en frente? Yo voy a ese.
       -Yo también. A ver si nos vemos.
       -Podríamos ir juntos por las mañanas.
       -No me parece mala idea.
       -Entonces el lunes te espero abajo. Me voy a mi casa. Buenas noches.
       -Hasta el lunes.- Paseaba al perro con paso tranquilo, algo alucinada por lo que acababa de ocurrir. Esto que había pasado no era una simple casualidad. Era totalmente algo del destino. Elena imaginó qué podría pasar entre ellos dos. El chaval era majo. Sonrió dándose cuenta de que todo aquello era una tontería. Acababa de conocerle. Ni si quiera sabía cuál era su nombre aunque no tardaría mucho más en saberlo.
Entró en el portal y mientras el ascensor bajaba, repasó con el dedo los nombres de los cuatro buzones del octavo rellano pero sólo ponía los nombres de los propietarios. Quizás debería esperar hasta el lunes para saberlo.

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